Washington Perdomo, al que los jugadores llaman Tarta o Negro, lleva una vida en Plaza<br>
Los guantes de Washington Aguerre con una particular leyenda<br>
Pablo Rodríguez, comparte dos pasiones: canta y trabaja en el fútbol<br>
Ordenando el vestuario del Supicci a la espera del entrenamiento<br>
Los zapatos y las canilleras de Mariano Bogliaccino<br>
Rodríguez y Perdomo en la utilería de Plaza<br>
Los zapatos en la utilería del Prandi<br>
Perdomo con su hijo, al que dice que crió con la ayuda de los jugadores<br>
Los guantes de Nicolás Guirin colgados de la reja<br>
El hijo de perdomo conoce los zapatos de todos los jugadores de Plaza<br>
Las toallas al sol de cara a la cancha del Prandi<br>
La caldera que mandaban prender a Daloko<br>
El juvenil Salazar se cocina unos fideos <br>
Perdomo con su hijo dando una mano con los zapatos en el Supicci<br>
Chochi Delfino con 73 años lleva caramelos y chiclets a los jugadores<br>

Fútbol > UN VIAJE AL CORAZÓN DEL FÚTBOL

Un rincón solidario en Plaza

Perdomo perdió a su señora y el club lo fue a buscar, volvió con su hijo de un mes para vivir en una pieza sin baño ni cocina, y lo crió gracias a la ayuda de jugadores y dirigentes
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10 de julio de 2017 a las 05:00
La vida lo golpeó a Perdomo. Su señora enfermó de cáncer. La acompañó hasta que la perdió. Se le vino el mundo abajo. Se fue del club. "Estaba mal. No me dediqué al alcohol ni a la droga, pero tenía mucho drama". Corría el año 2010 cuando lo invitaron a volver. Acondicionó una pequeña pieza en el Prandi, lugar de entrenamiento de Plaza, donde vivió años. La humedad lo invadía. No había baño ni cocina. Y la vida empezó a rodar nuevamente para Washington Perdomo.

El club estaba mal. No había plata ni para comer. Pero Perdomo es un eterno agradecido a Plaza. Cuenta con orgullo que gracias a los innumerables actos de solidaridad crió a su pequeño hijito.
En el mundo del fútbol, donde luce y vende todo lo que brilla, hay historias de vida o pequeños rincones, como esa pequeña habitación que fue su "casa" y se convirtió en la utilería de Plaza Colonia.

El Tarta o el Negro, como lo llaman, narró su particular historia a Referí revelando una cantidad de gestos ocultos.
"Yo acá viví todas... El club estaba mal, no había plata y había que estar, trabajar. No había sueldos, no había para comer. Hubo noches, sin mentirte, que teníamos que esperar hasta las 11 para ir a buscar un bizcocho. Se compraba yerba suelta, se compartía el mate. Y lo más triste para mí era ver a los jugadores", comenzó diciendo Perdomo a Referí.

"Un día llaman a un jugador que tenía al hijo de 4 años mal. En el club no había plata. Se le juntó dinero para que fuera a Montevideo a estar con su hijo. Como pasó de llamar las señoras de los jugadores para avisarles que les cortaban la luz o no tenían para pagar la escuela. Todo eso me golpeaba".

El gesto de Dawson

El utilero de Plaza reveló el gesto solidario de Kevin Dawson cuando fue capitán del equipo.
"Mi hijo vino acá al mes de haber nacido y gracias a Dios y hasta el día de hoy todos me han dado ayuda. Yo quiero dejar claro que el club no nos dio ayuda porque en cierta forma estaba muerto. No podía. La primera torta a mi hijo se la compró Viana, un arquero que había acá. Kevin Dawson un día vino a hablar conmigo. No se animaba, hasta que me preguntó: '¿tu hijo anda mal con el tema ropa?' Sí, le dije yo, andamos malísimo. Sabiendo que no había plata y que yo no le podía comprar. Y me dijo: yo tengo una sobrinita que le sobra ropa y si no te lo tomás a mal se la traigo. Mi hijo se puso eso. Se vistió así. Y casi siempre le traían ropa, comida, leche, pañales".

Cosas de africanos

Enseguida Perdomo da paso a las anécdotas. En su repertorio no pueden faltas las historias vividas con los africanos.
"Vinieron en 2005. Había un señor, yo le decía señor porque era grande, Franco Daloko. Al principio conmigo era medio reacio, no querían darme ni la billetera, pero ese hombre empezó a venir acá. Y lo empecé a agarrar para la joda. Le hacía calentar el agua de la caldera porque me pedía cosas que yo no podía. Franco decía: 'Yo no vine a jugar al fútbol, yo vine a pasarla bien'. Andaba por todos lados y al otro día estaba muerto. Y yo le decía que para el sexo era bueno tomar mate. Fue y se compró un termo, mate, yerba. No sabía que había que calentar el agua y tomaba mate con agua fría y decía 'a mi no me pasa nada'. Y el golero Vigo le dice: '¿pero a vos el Negro no te dijo que había que ponerle limoncito?'. Se compraba limones y exprimía tres o cuatro adentro del termo. Tomaba y te convidaba. Era horrible, pero si no tomabas se enojaba".

Perdomo cuenta otra historia con otro africano llamado Mustafá: "Yo no sabía que era musulmán y que llega cierta hora donde deben rezar y que en ese momento no se puede entrar donde están. Estábamos en unas cabañas en Rocha y me mandan a avisarle que estaba la cena. Yo tengo la costumbre de que no te entro a un cuarto sin golpear. Llamo, no contesta. Llamo otra vez, nada. ¿Le habrá pasado algo? Y se me da por abrir y veo una alfombra y lo veo inclinado. Y eso para ellos, si los veía ahí, era malo. Ay cuando veo eso. Me entraron unos nervios y salí como loco. Voy donde estaban los jugadores y les digo 'no sean malos, me mandaron a buscarlo sabiendo que estaba haciendo eso, ahora me agarra el moreno y me muele'. Cuando lo veo venir serio, porque era serio, me llama y me dice: 'Contigo todo bien, vos sos mi padre".

El Loco Navarro

"Por acá pasaron personajes como el Loco Navarro. Un día fuimos a jugar con River. El cuadro no andaba nada. Terminó el primer tiempo, entran al vestuario y el Loco Navarro me echó. Pero no solo a mí, echó al técnico y a los dirigentes, a todos. Y la boquita del Loco se sentía desde el Palermo. Entraron y se comieron al rival".

Perdomo jamás sale a la cancha, se niega a salir en las fotos y concurrir a los asados por su cumpleaños. Pero no oculta su sentimiento.
"Yo te canto la justa y no es por quedar bien. Hay gente que no sabe por las que pasé. Pero yo puedo decir que crié a mi hijo con lo que los jugadores le dieron. Ahora con Manta y García cambió esto. Soy agradecido a ellos. Yo vivía medio mal con mi pareja acá en una piecita húmeda, no tenía baño ni cocina. Mi pareja sufre de asma, mi hijo sufre de asma. Nos bañábamos acá. Pero nunca critiqué al club, le di gracias porque no lo hacían de malos sino que no había otra cosa. Hay mucha gente para agradecer: Maciel que me traía comida, el negro Garraspide que cortó el pasto de la cancha con un cuchillo, el Mudo Prandi, Sergio Fernández. Son muchos. Juan Carlos Izquierdo...", dice Perdomo y hace una pausa. "Ahí viví años y mi hijo se enfermó más ahí. Un día estaba prendiendo fuego en la caldera y por allá Izquierdo me llama y me dice: 'Bueno Negro, a partir de hoy te doy la orden de que saques todo de acá y te vayas a la casa grande'. Me puse a llorar".

Creencias y personajes


El utilero de Plaza contó una historia increíble. "En 2002 había tremendo plantel: Lugano, Vigo, Espinel. Pero andaban mal, se peleaban entre ellos ahí adentro". Los jugadores empezaron a notar extraño que cuando iban a la cancha encontraban plumas. "Un día hicieron venir una doña que es hincha y santiguó la cancha. Pero las plumas seguían. Pasado el tiempo le pagaron a alguien para que viniera de 8 a 8:55 para ver si alguien echaba algo. El tipo venía 8:55 y le decía al plantel que subiera a entrenar. Iban a la cancha: ¡plumas! Unos decían que eran teros, otros los pollos del vecino. Entonces un día Carmelo Fernández (un hincha de aquel momento) se trajo una pelota "prestada" y la llevó a un cura para que la bendijera. Plaza jugaba con esa pelota y ganaba. Jugaban con otra y perdía".

Pablo Rodríguez destacó a dos personas del club como Chochi Delfino, que "con 73 años viene todos los días con pastillas y chiclets. Ama Plaza. Otro personaje es Pocho, que es un señor mayor que hace los formularios. Pocho escucha primero la charla antes de llevarle el formulario a los jueces. Los jueces están esperando y él está escuchando".

Pablo, de Los 8 de Momo a la utilería

"Yo hace poco que estoy acá. Llevo 17 años trabajando en el fútbol, siempre de utilero. Empecé en Liverpool en el año 2001, luego pase por Rentistas, Deportivo Colonia que fue donde conocía estas dos grandes personas como Manta y Chiqui García que hicieron mucho por mi familia. No creían que yo me pudiera venir a vivir acá y un día dije, 'me voy, estoy cansado de Montevideo. Y acá estoy", dice Pablo Rodríguez. "Por suerte vino", acota Perdomo.

Rodríguez comparte la pasión del fútbol con la del carnaval. Es que sale en Los 8 de Momo.
Cuando estaba en Deportivo Colonia llegó a tener que concentrar en una carpa. En ese momento, Charles Castro lo invitó a ser utilero de Cúcuta en la Libertadores, contra Boca. "Fui al Sheraton y en los almuerzos parecía Wynants, corría alrededor de las mesas y me servía de todo", dice a Referí.
Y abre el libro de historias. "De Rampla, con el Ronco López, tengo miles. Como el día que, en pleno partido, apareció Baltasar en calzoncillos a pedirle un cigarro".

Pero la mejor la vivió con Sergio Navarro. "Un día íbamos perdiendo 2 a 0 con Defensor. Terminó el primer tiempo y me dice 'Pablo, me voy'. '¿Adónde vas?', le digo. 'Me voy'. Y le dijo a Barlocco, que era el golero suplente: 'calentá que me voy'. De repente siento la ducha, se prendió un cigarro y se fue a bañar. Viene el técnico, que era el chileno Del Solar y le dice '¿pero Navarro qué hace?'. 'Me voy, me tienen podrido que me griten' le dice el Loco. Y allá en la cancha Barlocco calentando, todo embarrado. Entonces Gaglianone y Omar Pérez le fueron a hablar al Loco. Sale de la ducha, con su toalla, todo mojado,¡en pleno entretiempo!, y dice: 'me quedo por ustedes'. En ese momento entra Barlocco, todo transpirado, lleno de barro. Y el Loco le dice: 'Barlocco perdóname pero los jugadores me pidieron y voy a entrar. Empatamos 2 a 2".

De gesto en gesto

De Nicolás Bigliantti
"El loco sabía que yo estaba pasando mal. Cuando el club entregaba la canasta los jugadores la abrían y me dejaban arroz, fideos. Un día viene el Loco y me dice: 'Te voy a dejar dos para las fiestas'".

De Chiqui García
"Chiqui García se enteró que mi botija cumplía años y compró una torta. El plantel estaba de asado, lo llamaron y le cantaron. Fue el mejor regalo que tuvo en 7 años. Lloramos los dos".

De Mariano Bogliaccino
"El médico me preguntó porqué mi hijo andaba con crocs si hacía frío. Y le dije que tenía un par solo de championes para ir a la escuela. Al otro día vino Bogliaccino y le trajo tres pares".

De Diego Lugano
Washington Perdomo, utilero de Plaza, reveló que Diego Lugano colaboró con el club cuando estuvo mal económicamente. "La última vez que vino el Canario Lugano pasó tres o cuatro días con nosotros. Venía a hacer pesas y luego a hacer fútbol. Yo ese día entré, repartí ropa, chancletas, zapatos, las toallas las puse todas colgadas. Y yo veía que me miraba y pensé éste me va a decir algo. Lugano, que jugó en los mejores clubes. Por allá me llama Eduardo Espinel (por entonces DT): 'vení que él te quiere decir algo'. Y me felicitó. Yo me tengo que llevar mis zapatitos, mis chancletitas, mi toalla y usted acá les da todo, me dijo. Y le dije que al jugador lo voy a tener así. Llegué a dormir una hora por día porque no había máquinas de lavar y si hay para hacer, hay que hacerlo".


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