Pedro Sánchez y Alberto Fernández.
Javier Milei y Santiago Abascal.
Pedro Sánchez y Javier Milei.
Fernando González

Fernando González

Director de El Observador España

Miradas > España y Argentina

El Perro Sánchez y el Loco Milei, dos que caminan en direcciones opuestas

Sánchez critica a Milei porque se considera la barrera europea contra el populismo de derecha. La posición frente a Israel es la primera gran diferencia entre ambos presidentes que comienzan sus mandatos en forma coincidente.
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15 de enero de 2024 a las 08:58

Por muy pocos días, Pedro Sánchez y Javier Milei no coincidieron en poner en marcha sus gestas presidenciales. 

El socialista español lo hizo el 16 de noviembre y el libertario argentino comenzó su camino el 10 de diciembre.

Sánchez, “El Perro” como le dicen sus amigos con admiración y sus enemigos escupiendo el adjetivo con cierto respeto, arrancó su segundo mandato.

Todos, amigos y enemigos, lo habían dado por muerto el 28 de mayo cuando perdió por escándalo las elecciones regionales. Pero el hombre que todo lo puede se encomendó a la campaña del miedo contra Vox, montó una elección en plena vacación de julio y emergió del lodo victorioso.

La remontada del verano no le alcanzó para ganar, pero sí para evitar que Alberto Nuñez Feijóo y el Partido Popular alcanzaran los votos suficientes para llegar a La Moncloa.

El Perro Sánchez les vendió el alma a los nostálgicos etarras de EH Bildu y a los separatistas catalanes condenados del prófugo Carles Puigdemont, y se ganó otra temporada más en el paraíso del poder. 

Queda desgastado, eso sí, por la amnistía y por la sensación de que ya ha utilizado todo su capital político.

Pero El Perro esta en la presidencia y sus enemigos saben que hay que hacer mucho más que lo que hizo Núñez Feijóo para bajarlo del pedestal. 

Quizás sea Isabel Díaz Ayuso, la madrileña que se hamaca con toda tranquilidad entre la parsimonia del PP y la irascibilidad de Vox, la que pueda amenazarlo en el futuro.

Pero falta mucho tiempo para que vuelva esa oportunidad perdida. Mientras tanto, el sanchismo, desangrado, se pasea sobre una España lobotomizada a fuerza de pleno empleo e inflación moderada.

A diez mil kilómetros por sobre el océano Atlantico, asoma Milei con su cabellera revuelta y sus selfies tomadas desde abajo para que no se note la papada que afea los cuellos.

El Loco Milei”, como le dicen sus amigos con devoción, y también sus enemigos con ese desdén inseguro de los que no saben a ciencia cierta si se trata de locura o de genialidad. Y esa duda vaya si los atormenta.

El libertario Milei llega a la Casa Rosada del poder en la Argentina con una medalla impensable. Una que dice en letras luminosas “inexperto”.

Porque “El Loco” tiene apenas dos años como diputado. Y nada más. Antes había sido un economista al que descubrió la tele para convertirlo en una de sus estrellas fugaces.

Milei apareció de pronto con toda su locura, sus ojos celestes, a veces de picardía y a veces de furia, y sus pelos desordenados para lanzar rayos y centellas contra los zurdos.

El adjetivo que el argot porteño inventó para la mano izquierda y para aquellos que durante el siglo pasado abrazaron las ideologías de moda entre el comunismo marxista y el socialismo que pretendió arroparse en las democracias europeas.

Zurdos, la palabra que antes avergonzaba a los conservadores, ahora se volvía un grito de guerra entre los adolescentes que abrazaron la bandera de Milei.

El Loco se batía a duelo en programas de bajo rating con periodistas, tuiteros varios y con otros políticos o economistas que se animaban a ese circo políticamente incorrecto que producía espanto entre los políticos profesionales.

Milei atacaba con las ideas de la escuela austríaca libertaria de hace dos siglos. Un menú extraño para la hora de la cena de los argentinos.

Y el resultado era que su imagen crecía cuanto más lo vituperaban.

Milei no se perdía ninguna polémica. Condenó el aborto, atacó al feminismo y les gritó a varias mujeres, y llegó a decir que el Papa argentino (Francisco) era la encarnación del diablo sobre la tierra.

Ya como presidente, se moderó y lo espera una cita en el Vaticano con el Papa argentino para el mes de febrero. 

Cambió el traje de economista por una campera de cuero, armó actos en los teatros de Buenos Aires con musica de rock and roll pesado y ya no se detuvo más. Subió y subió hasta sentarse en una banca de diputado nacional en 2021.

Trató al resto de los políticos de ladrones y organizó un sorteo cada mes para regalarle su salario público de legislador a quien tuviera el número afortunado. Los acusaba de ser una casta y de robar la plata del pueblo a través de los impuestos.

El progresismo argentino no lo podía creer. Milei lideraba una revolución a la inversa y los borraba del mapa con el estandarte de la rebeldía. La que siempre había sido de izquierda y ahora se vestía de derecha.

Dicen que El Perro Sánchez le prestó atención al Loco Milei por primera vez en octubre de 2022.

El libertario había llegado a Madrid para participar en el festival político de Vox. Estaba solo con su hermana Karina, la que ahora es secretaria general de la Presidencia, y parando en un hotel boutique de cuatro estrellas. Lejos del lujo, lejos del ruido. Nadie lo conocía en las calles ni sabían que faltaba un año para que se convirtiera en presidente.

Milei se cruzó entonces con Santiago Abascal, el líder de Vox, y se quedó con una ovación de la derecha extrema de los españoles cuando gritó “los políticos no son Dios y les vamos a sacar el poder…”.

El dato corrió rápido entre los dirigentes socialistas. Los argentinos tenían su propio populista de derecha. Pero hablaba de libertad y no de nacionalismo. Siempre los descolocó esa imposibilidad de no poder colgarle el cartel de identitario.

El Perro Sánchez y el resto de la izquierda española comenzó a preocuparse en serio cuando Milei se impuso en las elecciones primarias de la Argentina.

Derrotaba con claridad a Patricia Bullrich, a Sergio Massa, a Rodríguez Larreta y a Juan Schiaretti, un cuarteto de políticos profesionales que nada podían hacer para evitar el tsunami libertario que atravesaba segmentos sociales y capas etarias.

“La casta tiene miedo”, cantaban los jóvenes mileiristas. Y sí, lo tenían y la política empezó a tomarlo en serio.

Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero y los generales de la izquierda española se alinearon con sus aliados kirchneristas y le facilitaron a Massa las herramientas con las que el Socialismo había conseguido remontar la elección general del 23 de julio.

Por eso, el candidato del gobierno argentino demonizó a Milei como el PSOE había demonizado a Vox. Y llamó a votar en un feriado extendido como Sánchez lo había hecho en el verano.

Pero los resultados no fueron los mismos. Apenas si alcanzó para que Massa aventajara a Milei en la primera vuelta.

El inexperto quedó detrás del profesional y dejaron tercera a Bullrich, una dirigente que había simpatizado con la guerrilla en los ’70, que había pasado por diversos sectores del peronismo y que terminó hundida en una coalición opositora junto al ex presidente Mauricio Macri.

Pero Milei fue al ballotage contra Massa y la explosión financiera, económica y social de la Argentina lo depositó sin escalas en la presidencia.

Aquel destino que le había anunciado su perro Conan, a través de un medium que contrató después de su muerte. El Loco tenía hasta su componente místico y el karma del reino animal.

Los argentinos lo votaron igual, después de fracasar durante cuarenta años de democracia con políticos racionales.

En el primer discurso posterior a su investidura, el Perro Sánchez la emprendió en términos personales contra Milei.

No vamos a permitir ni que Donald Trump, ni que Jair Bolsonaro, ni que Viktor Orban ni que Javier Milei puedan reproducirse en España”, bramó en un acto dominguero del socialismo.

Así los metió a todos en la misma bolsa e intentó mostrarse como la barrera del progresismo ante el populismo de derecha que se expande en Occidente con la herramienta política más temible: los votos.

Será interesante comprobar como procesan España y la Argentina las dos experiencias políticas de sus presidentes tan distintos. La primera prueba fue el conflicto en Oriente Medio.

Sánchez condenó con insólita tibieza la matanza de los terroristas de Hamas en la frontera de Gaza y culpó a Israel sin detenerse un segundo en los asesinatos, las violaciones y los decapitados que las izquierdas del mundo prefieren ignorar desde el 7 de octubre.

En la otra orilla de este mar embravecido, Milei declara a EE.UU. y a Israel como sus aliados geopolíticos, y presenta a un rabino como su guía espiritual. Al igual que Trump, ya anunció que la embajada argentina irá de Tel Aviv a Jerusalén.

El Perro español y el Loco argentino caminan desde ahora en direcciones opuestas.

Aunque fue invitado, el Perro Sánchez no participó de la asunción del Loco Milei.

Llegó Abascal y diputadas como Cayetana Alvarez de Toledo, claro, pero llegó también el Rey Felipe, custodio en estos tiempos difíciles de la arrinconada constitucionalidad ibérica. 

Españoles y argentinos observan el nuevo escenario con el cristal de la incertidumbre.

Quizás para Milei, el desafío consista en detener la marea de compatriotas que emigran a la península espantados por el derrumbe económico y de las oportunidades.

Lo acompaña una ola de optimismo nacional y ese es por ahora su mayor capital. El único capital.

Pero las olas, lo saben en los dos países con extensas plataformas marinas, se pierden tan rápido como llegaron.

 

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