Marcel Porcal, relator de carreras

Nacional > HOY HAY FIESTA, SE CORRE EL RAMÍREZ

Maroñas, un barrio que volvió del ostracismo

La reapertura del hipódromo trajo más trabajo al barrio y contribuyó a bajar el vandalismo, pero persisten problemas de limpieza y habitacionales
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05 de enero de 2013 a las 18:34

Un dolor de panza inventado era suficiente para que Marcel Porcal lograra el permiso de su madre para no ir a la escuela. “Me encerraba a relatar las carreras. Cuando terminaban me sentía mejor”, confesó la picardía a El Observador. El juego de su infancia se transformó en su trabajo. El 17 de agosto de 2003, a los 13 años, Marcel relató su primera carrera en CX 30 radio Nacional. Cuando cumplió 18 se convirtió en uno de los relatores oficiales de Maroñas. “Mi apodo es el potrillo precoz”, dijo con orgullo.

Hoy no relatará el Gran Premio Ramírez −honorable tarea que tendrá su compañero con más de 30 años de experiencia−, pero sí prestará su voz para el Gran Premio Maroñas y “otro clásico” de la jornada.

El lazo de Marcel con el turf, al igual que el de muchos vecinos, es de sangre. Su padre y su tío trabajaban con caballos. Y, así como también le marcó el destino, nunca se mudó de la calle José Pedro Ramírez, expresidente de la Comisión Organizadora de las Carreras Nacionales, a metros del hipódromo. “Me crié en la calle que lleva el nombre de la carrera más importante del país”, dice y se le nota, otra vez, ese orgullo.

La relación entre el turf y Lucy Munúa, una maestra jubilada de la escuela Nº 205 Obra Morquio, de la calle Chapicuy, también proviene de familia. Su marido, fallecido, tuvo dos caballos famosos, Janella y Al Abuelo, en su stud Maryleo. “Al Abuelo ganaba casi siempre”, contó. Hoy uno de sus hijos sigue la tradición familiar, pero desde que enviudó Lucy solo regresa al hipódromo el 6 de enero. Le gusta la liturgia más que la timba, igual que a su esposo, quien repartía lo que ganaba entre los cuidadores de los caballos. “Su vocación era criar los animales y verlos ganar, no apostar”, contó.

Hoy se cumplen 10 años de que el corazón de Maroñas, gracias a Hípica Rioplatense, volvió a latir y con él, todo un barrio.

Problemas de limpieza

Para Lucy, la reapertura del hipódromo “cambió totalmente la calidad de vida” del barrio, en especial, para aquellos que sobrevivían del mundo hípico. Durante los seis años que estuvo cerrado el una vez conocido como “Circo de Maroñas”, pasaban hasta dos meses sin cobrar. Y, al igual que su peculio, también se empobreció el entorno. Muchos comercios de la calle José María Guerra fueron clausurados y familias tapiaron sus casas y se fueron a otra parte.

En esos años, según apuntó Marcel, “no se podía caminar por la cantidad de basura tirada en la calle y acumulada en las bocas de tormenta”. Tampoco había buena iluminación. De ese entonces, “el barrio creció mucho”, aseguró. El Municipio F consiguió instalar nuevas luminarias en la zona más cercana a la pista. “Priorizamos allí porque eso, cuando estaba cerrado (el hipódromo), era una tapera”, afirmó el alcalde Francisco Fleitas, quien vive hace 30 años en la misma casa de Flor de Maroñas.

Si bien la limpieza ya no es un problema frente al hipódromo, en sus inmediaciones es otro el cuento. En la calle Shaw entre Belloni y Guerra hay un “punto verde”, un servicio de volquetas contratadas por la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) para que los clasificadores depositen allí los materiales que quieren desechar al no tener valor de reventa. Irónicamente, no hay nada verde allí. Bolsas, electrodomésticos inservibles y montañas de aserrín, yerba y bosta de caballo infectan el “punto verde”. Un indigente se hace allí una carpa que comparte con varios perros −uno, por lo menos, sarnoso− y gatos que toman el sol sobre la roña. El municipio lo saca “una vez al mes” y, según manifestó Fleitas, se intentará retirarlo “una vez por semana” hasta que desista volver y así mejorar ese punto crítico del barrio que se retroalimenta con la basura que arrojan vehículos, en especial, durante la noche, pero una camioneta dejaba allí desperdicios el jueves al mediodía. Esa conducta es pasible de multa si se atrapa al infractor in fraganti. La alcaldía e Hípica Rioplatense evalúan una acción conjunta para eliminar este basural endémico.

Pero el problema de la mugre se expande sobre la calle Belloni y por esta a la izquierda y hacia la derecha y por las calles que mueren en la parte trasera del hipódromo. Para cortar por lo sano el Municipio F inició a fin de año la instalación de 600 contenedores en seis circuitos diferentes. Hasta ese momento, sus barrios no estaban comprendidos en este sistema de recolección, solo se realizaba recolección manual. Los ya situados lograron que “desaparecieran algunos basurales”, manifestó Fleitas. Y agregó: “Acá no está pasando que haya contenedores desbordados”, aunque sí ya ha habido algún contenedor quemado. “Pero seguiremos dando la pelea”, prometió el alcalde.

En otro orden, Fleitas destacó que el vínculo de la empresa con el barrio ha contribuido a esa renovada calidad de vida. Hípica Rioplatense construyó una policlínica dentro de su predio y, aunque no prosperó, manejó la posibilidad de instalar un cantón de barrido municipal. La empresa también colabora con un CAIF y con una escuela.

Sensación de seguridad

Los vecinos difieren en opiniones respecto a la seguridad del barrio. Tanto para Lucy como para Nicolás, dueño del Salón Nico en Guerra y Francisco Echagoyen, hoy se vive de forma más tranquila. Sin embargo, el quiosco está enrejado, por las dudas. Pero Adolfo García, actual propietario de la Veterinaria Maroñas (la que fundó su padre hace 52 años, siempre frente al hipódromo), como otros, cree que “todo sigue igual” e igual es sinónimo de malo. “A los viejitos los tiran al piso para robarles”, ejemplificó. Y añadió: “Estaba en un asado y pasó un muchacho con un revólver por la calle. Llamé al 911 y ni pelota”.

La seccional 16ª (Jardines del Hipódromo, Maroñas, Flor de Maroñas e Ituzaingó) fue la que recibió la mayor cantidad de denuncias en 2010: 1.399. Si se tiene en cuenta que en esta zona viven 106.225 habitantes, la tasa del delito es de 13 casos cada 1.000 personas. El Ministerio del Interior la ha incluido dentro de la “zona roja” de Montevideo. Allí se denunciaron 18 homicidios en 2010.

No obstante, la reapertura del hipódromo trajo más vigilancia policial al barrio, en especial, durante los fines de semana, cuando ocurren delitos oportunistas, como robo de autos. “Sería un idiota si no reconozco que tenemos algunos problemas”, dijo Fleitas a El Observador. Pero presentó un dato que puede parecer nimio aunque que pinta la vida del barrio tras la reapertura del circo hípico. El Centro Comunal Zonal 9, correspondiente a Maroñas, concentraba el 30% de los hurtos de cables (telefónicos y de alumbrado) de toda la ciudad pero, de acuerdo al alcalde, ha bajado “mucho” ese índice de vandalismo. “La propia actividad del hipódromo ocupó mano de obra que antes estaba ociosa. Pero, como en todos lados, sigue habiendo gente que desentona”, comentó.

Algunos vecinos consultados por El Observador responsabilizaron a los ocupantes del asentamiento Siete Manzanas, ubicado entre las calles Mariano Estapé, Carreras Nacionales, Juan Victorica y José María Guerra, de cometer hechos delictivos en el barrio. Allí viven 380 familias que esperan ser realojadas, según planes de la IMM, a los que García le da poco crédito porque es una promesa que viene escuchando “hace como 10 años”. Se quedó corto. La propia intendenta Ana Olivera dijo que se ha intentado hacer esta obra desde 1940. En mayo firmó un convenio con el Ministerio de Economía y Finanzas que aportará US$ 12 millones para erradicar el asentamiento. Sin embargo, Fleitas señaló que el Siete Manzanas −uno de los 80 del Municipio F− no ha crecido en los últimos años y, del punto de vista de la inseguridad, está “mucho más controlado”.

La obra prevista incluye la ampliación de la avenida Dámaso Antonio Larrañaga, “un viejo anhelo de la zona”, según Fleitas, que “cambiará totalmente el barrio”. Ya están casi todos los terrenos expropiados para comenzar la construcción.

Más trabajo

Tras el cierre de Maroñas y de varias industrias en el barrio durante la crisis de 2002, el índice de desocupación de los habitantes alcanzó el 40%, el más alto del país. Pero desde que los caballos volvieron a salir disparados de las gateras reabrieron los studs y se alquilan casas para alojarlos y reaparecieron quienes ofrecen herraduras, esquila equina y afilados de peines, trabajos en talabartería, entre otros servicios especiales. Se estima que 50 mil personas en todo el país dependen de la hípica como fuente laboral. Ernesto, un jovencito del barrio, consiguió trabajo como peón en un stud de la calle Guerra. “Es agotador pero hoy hay trabajo. A veces el problema es conseguir gente que quiera trabajar”, expresó a El Observador. Su ingreso es de $ 2.000 por semana. García, por su parte, apuntó que ahora hay 1.600 caballos de carrera en el barrio, cuando solo había 600 cuando cerró la pista. “Esto se ve como una timba, pero es fuente de trabajo. Timba son los slots que no dan trabajo”, indicó.

La concurrencia al hipódromo significó un trabajo estable para Darcy, el encargado del carro de chorizos Tío Robert de la calle Guerra. El carro abrió una semana después del hipódromo; antes no había en la zona. Durante la semana trabaja “con la gente de la vuelta”, pero vende más los fines de semana. Hoy le espera una larga jornada junto a la plancha. Es el día que más vende en el año. No obstante, Darcy señaló que la venta ha bajado en los últimos años, sobre todo porque la gente prefiere apostar por teléfono o por internet, aunque “da para vivir”. Un domingo sin premios importantes concentra a 1.500 visitantes que apuestan alrededor de $ 7 millones. El 6 de enero atrae a 17 mil personas que juegan, en promedio, $ 30 millones con la esperanza de llevarse el pozo. l

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