Fútbol > EL TAPADO DE LA FECHA

El protegido de Gallardo

Gonzalo Vega tuvo un trato especial del técnico que lo hizo debutar en Primera y en Nacional; hoy es feliz en River
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21 de noviembre de 2017 a las 05:00

Era un gurí como tantos allá por el Hipódromo, al que no le sobraba nada. Tan así era la cosa, que cuando se juntaba con su infaltable barra de amigos, jugaba al fútbol descalzo para que su madre, Teresa, no lo retara porque pudiera romper los championes. Y se acostumbró tanto que jugaba mejor así.

Tampoco sobraba para comprar la mejor pelota, pero siempre había uno que la conseguía. El tema era cuando pasaba el 192 y sin querer la pisaba y la hacía explotar. Había que conseguir otra.

"Me pasaba todo el día en la calle. Jugaba a la bolita y después al fútbol. Y así se pasaban las horas con mis amigos", recuerda para Referí, Gonzalo Vega, ese volante de River quien, sin ángulo, casi le rompe el arco a Yonatan Irrazábal de Cerro.

Esos mismos amigos que hoy sigue viendo y disfruta de una de sus pasiones en los ratos libres: el mate. "Las raíces no se pierden nunca", se apresura a afirmar.

Walter López lo llevó a Nacional cuando lo vio jugar al baby en Ciclón del Cerrito. Llegó a la Preséptima tricolor, pero no jugaba "porque era chiquito".

Fue con Gustavo Bueno como técnico que tuvo más rodaje en la Quinta, la Cuarta y hasta la Tercera. "Aprendí muchísimo de él como técnico", recuerda Gonzalo quien tuvo como compañeros, entre otros a Carlos De Pena, Leandro Barcia y el Diente López, que "más que amigo, es como un hermano para mí".

El delantero de Internacional de Porto Alegre lo invitó hace cuatro meses para que lo fuera a ver y pasó con él algunos días.

"Está muy contento, muy a gusto y ahora que ascendieron está aún más feliz", explica.

Para Gonzalo, haber jugado en Nacional "fue un sueño, porque además, soy hincha. Pero no sé si era por mi edad, no me daba cuenta de dónde estaba. Solo lo hice cuando fui a jugar a otros clubes y pude comparar. Nacional era el paraíso".

Eduardo Acevedo fue quien lo ascendió a Primera, pero el que lo hizo debutar en Nacional fue Marcelo Gallardo, el Muñeco.

Cuenta Gonzalo: "Yo me reu-nía en la calle con mis amigos por el hipódromo y él pasaba seguido y me veía. Eso fue lo que más le llamó la atención: que yo era un muchacho de barrio. Un día me lo dijo en un mano a mano".

Según recuerda, Gallardo vio "que yo hacía mucho sacrificio para ir a entrenar, porque nunca estuve cómodo económicamente. Me dijo cosas que me hicieron reflexionar. Me contó que él era así, como yo, que de alguna manera se veía reflejado en mí. Imaginate que dijera eso un tipo como él y yo tenía solo 18 años".

Y Gallardo siguió teniendo un gran trato con él. "Un día me regaló un bolso que le habían dado a él. Tenía un reloj, pantalón, campera. De todo. No lo hacía con todos".

Cuando fueron campeones uruguayos 2011-12, "le agradecí por lo que había hecho por mí".

Sin embargo, ese título –en el que solo jugó dos partidos– no lo ve "como mucha cosa. Tengo la medalla en casa, pero me quedó un sabor de ganar más cosas. Si algún día me toca volver a Nacional, voy a afrontarlo de otra manera. Me quedó una cuota pendiente", dice. Y agrega: "No era yo. No tenía la confianza que tengo hoy. No entendía el fútbol como lo entiendo ahora".

Recuerda cuando su compañero Gonzalo Bueno en las concentraciones hacía de relator de radio y lo hacía reír gritando goles del Chino Recoba o de Andrés Scotti.

"Justo en los partidos, me tocaba sentarme al lado del Chino en el vestuario. Solo jugué algunos amistosos con él. Era el sueño de todo jugador: estar con una estrella como él", indicó.

Gonzalo sigue viviendo hoy con sus padres. Creiler, su viejo, trabaja en una fábrica de cables. Teresa se levanta todos los días a las 5 –menos los lunes– para ir a un puesto de frutas y verduras en una feria de Pocitos. Está muy agradecido a ellos porque si bien nunca sobró nada, tampoco faltó.

Cuando se fue a Fénix a préstamo notó la diferencia en infraestructura, pelotas, ropa, canchas para entrenar. "Ahí me di cuenta lo que había dejado atrás", explica.

Marcelo Saralegui se lo pidió a Alejandro Lembo para Rampla y allá fue. Allí vio cómo compañeros no cobraban algunos meses y a él le pagaba todos los meses Nacional. "Hacíamos paros porque el tema económico estaba complicado. Ahí noté esa otra diferencia de poder cobrar en fecha mientras mis compañeros dependían de Rampla", añade.

Cuando volvió a la temporada tricolor, Gustavo Munúa le dijo que no lo tendría en cuenta y se fue a Sud América. "Fue donde me sentí más a gusto. Tuve primero a Jorge Vivaldo de técnico, y luego a Julio Avelino Comesaña, tremendo entrenador, que me terminó llevando a River", donde juega hoy.

En su actual club, se encarga de llevar la música al vestuario. "Plena, cumbia, reggaetón, hay de todo", dice sonriendo.

"En River se vive un clima lindo, hay una banda muy buena y ojalá podamos meter ese biscochazo el miércoles contra Peñarol". Vega tiene toda la fe.

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