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Valverde, el nuevo mimado de la celeste

Historias y vivencias de la intimidad del volante que deslumbró en su debut con Uruguay
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07 de septiembre de 2017 a las 05:00

Hace pocos días, estaban en el Complejo Uruguay Celeste y Edinson Cavani le pidió las canilleras. Unos minutos después, el Pajarito Valverde, quien recién se daba a conocer con sus nuevos compañeros, le gritó al preparador físico José Herrera con tono burlón: "¡Profe! ¿¡Cavani no tiene canilleras!?", pero no se había dado cuenta de que el goleador de Paris Saint-Germain estaba detrás suyo. Cavani no dejó pasar la oportunidad y como Valverde estaba a su lado, le tiró del pelo, como haciéndole notar que estaba ahí. Se puso colorado como un niño cuando sabe que comete un error y despertó la hilaridad de todos.

Hacía un par de horas que lo habían presentado al plantel principal celeste y ya había tenido una anécdota jocosa que contar.

En el barrio la Unión, donde se crió, fue visto jugando en la calle por un técnico de baby fútbol quien le pidió permiso a sus padres para llevarlo al club Estudiantes de la Unión. Después jugó en Exploradores, Carabelas y Siete Estrellas.

El botija fue creciendo y en 2012 empezó a entrenar en Peñarol luego de un pedido de Néstor Goncálvez (h), uno de los captadores de talentos. Era chiquito, flaquito, pero se distinguía por su porte con la pelota. Ya le decían Pajarito, aunque a sus padres mucho no le gustaba. Es que era pequeño y volaba en la cancha.

Alejandro Garay lo citó a la selección sub 15 en pleno proceso del Maestro Tabárez. Lo vio en un partido en la cancha de Libertad de San Carlos cuando Peñarol enfrentaba a Atenas. Era una tarde de barro y viento. Valverde entró en el segundo tiempo y cambió todo. Fue como si el viento se hubiera parado. Como si el barro se transformara en el mejor césped del mundo. El fútbol cambió. A ese Peñarol lo dirigía Robert "Bola" Lima, su primer entrenador en los mirasoles.

"Es difícil aventurar el futuro a una edad tan temprana, cómo será un jugador, pero él tenía algo especial, muy especial en cuanto al juego en sí", explicó Garay a Referí.

"Diego Rossi lo ayudó mucho, fue un escudero para él. Lo cuidaba afuera y dentro de la cancha. Es que hicieron sub 15, sub 17, sub 20 y fueron ascendidos al mismo tiempo en Peñarol por Pablo Bengoechea", agregó.

Le había dejado tan buena impresión al técnico de la sub 15 de Uruguay, que cuando tenía algún momento libre con sus dirigidos y el Pajarito ya entrenaba con la sub 17, se tomaba un rato para ir a verlo entrenar.

"Siempre era motivo de conversación, por eso quería ver cómo entrenaba. Era un espectáculo", recordó.

A Federico le costaba relacionarse. Es que maduró muy rápido en la parte intelectual, pero tardó en la parte biológica. Su mamá, Doris Elisa, fue al Complejo Uruguay Celeste a hablar con el cuerpo técnico para ver cómo podía ganar kilos porque era muy flaquito. Le explicaron que era solo cuestión de tiempo.

Una de las cosas que aprendió en el proceso de selección, ya desde chico, fue a aceptar el error. "Es muy perfeccionista y se ponía muy mal cuando se equivocaba. Nosotros lo tranquilizábamos para que aprendiera a aceptar el error", dice Garay.

Su madre hacía de todo: vendía ropa usada en la feria, trabajaba también en una tienda, pero nunca dejó de preocuparse por lo que hacía su hijo dentro del fútbol.

Una vez fue hasta el Complejo de Alto Rendimiento de Peñarol a hablar con los entrenadores. Es que el Pajarito se iba llorando de las prácticas y no quería volver. Su madre quería saber qué pasaba.

Entonces en Peñarol se reunieron con ella. "Señora, lo estamos poniendo de 5 para que aprenda a marcar. A él no le gusta mucho, pero tiene que hacerlo. ¿Sabe por qué? Porque si aprende e marcar, va a valer US$ 10 millones dentro de un tiempo", le contestaron. Entonces no volvió a irse más y trató de ajustarse a lo que le pedían.

"Yo pico y no me la da; ahora que corra él", protestaba el Pajarito cuando aún su voz no se había desarrollado y era muy aflautada. Eso también se lo hicieron ver y comenzó a jugar más en equipo.

"Prefiero no hablar porque hoy es su momento y es único. Que disfrute, que se ría como lo vimos reír que fue maravilloso verlo como padres. Hoy (el miércoles) fui a la iglesia y le agradecí mucho a Dios lo que nos está pasando. Él se merece todo. Es un ser excepcional y Dios lo bendijo con esas piernitas", indicó su mamá a Referí desde La Coruña.

Entre el PlayStation y todo el fútbol que ve por televisión, desde niño se conoce a todos los jugadores de los principales equipos de Europa y Argentina. Tiene una memoria prodigiosa para eso.

A principios de 2015, le habían visto tan buen nivel que se fue a entrenar a Arsenal de Inglaterra. Durante el Sudamericano sub 17 de Paraguay, además de Arsenal, Real Madrid se interesó por él. Era un niño, pero ya se notaba la diferencia que hacía en la cancha. Llegó a Uruguay deslumbrado con lo que vivió en Londres y tenía ganas de volver. Pero no lo hizo.

Ese 2015 fue pletórico para él porque comenzó a entrenar con el primer equipo de Peñarol con el que luego sería campeón uruguayo. Bengoechea lo hizo debutar en la primera fecha del Apertura el 16 de agosto en un 3-0 ante Cerro, luego de que Carlos Sánchez, el gerente deportivo, lo recomendara. Después llegó el Polilla Da Silva y lograron el título de campeones uruguayos.

Fue el pase más caro en la historia de los aurinegros ya que Real Madrid terminó pagando € 5 millones, pero como no tenía aún 18 años se quedó en los mirasoles un tiempo más.

"Le pone mucha pasión y compromiso a su profesión. Está en el primer nivel y es uno de mil de los que llegan a esa elite. Además, es uruguayo y tenemos que disfrutarlo y que él también disfrute", explicó Garay.

Hoy vive con su madre y su pareja Julieta en España. Ella es la hija de Juliano Rivera, campeón sudamericano con Uruguay en básquetbol en 1995. En La Coruña pero piensa hacer historia para volver a Real Madrid y seguir perfeccionado su talento.

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