Alfonsina con Fandango, encanto total

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Un milagro llamado Alfonsina

De niña perdió una mano en un incendio y se recuperó soñando con montar caballos por Uruguay, una ilusión que cumplirá en Londres 2012
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30 de septiembre de 2011 a las 22:45

Cuando sea grande voy a ser jineta de caballos”, le decía Alfonsina al doctor. “Y voy a representar a Uruguay”. Con cinco años, la niña despertaba de la pesadilla de un accidente en el que perdió una mano, para empezar a soñar. Hoy, 21 años después, el milagro de la vida resplandece en su sonrisa, en el poder de su voluntad. Y también en sus ilusiones deportivas: competir en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012.

Alfonsina Maldonado vino al mundo el 9 de diciembre de 1984. Cuando tenía seis meses y dormía en una casa de amigos, una vela provocó un incendio en el cuarto y las llamas invadieron su cuna.

Estuvo 32 días en coma. Un año y medio aislada en una burbuja. Otros cinco recuperándose en el Centro Nacional de Quemados. Sufrió la amputación de su mano izquierda y se sometió a muchas cirugías para recuperarse. El trato con el doctor Marcos Arcos era el siguiente: él tenía que recitarle el nombre de sus caballos y ella se dejaba curar. No estaba permitido el olvido.

Porque en la memoria de Alfonsina el primer recuerdo son los caballos. En el paraje Costa de Arias, ubicado en el departamento de Florida, nació su pasión por los equinos.

“Iba a la escuela rural a caballo”, contó a El Observador desde España, donde reside hace seis años. Y empezaba a sonreír.

Pero entonces llegaron los años adolescentes. “Ahí es cuando todo el mundo te mira; es una etapa más cruel donde se dicen cosas que duelen y recién ahora cuando te cruzás de grande te piden perdón”, afirmó la amazona, “porque se dice así y no jineta como decía yo de chiquita”. Fue una etapa dura de su vida. Pero que terminó de consolidar una de esas personalidades atrapantes y ejemplares.

“El accidente fue una desgracia que formó mi personalidad. Todo me cuesta el doble o el triple. Pero el ‘no puedo’ no existe. Asumí que esa parte de mi cuerpo ya no va a estar más y que tengo que aprender a hacer las cosas así porque de esta forma va a ser el resto de mi vida”, contó.

Crecer en España
Cuando tenía 20 años, Alfonsina decidió crecer. Dejar a su familia y amigos atrás. Llorar todo un viaje con tal de darle forma a su sueño de competir por Uruguay.

“En Europa el nivel hípico es increíble. Yo monté toda la vida, aprendí en los principales centros de equitación de Uruguay pero cuando llegué acá y vi a los jinetes de Europa quedé alucinada”, expresó.

Su destino fue España. Desde hace poco más de dos años empezó a trabajar en una finca donde se crían caballos españoles, ubicada en Gerona, 20 kilómetros al norte de Barcelona. Alfonsina no cuenta con recursos como para comprarse un caballo de competición, cuyo costo oscila entre los 50 mil y los 90 mil euros.

Por eso, hizo con el dueño de la finca, el siguiente trato: ella trabaja en la crianza de los animales y a cambio él le presta un caballo para entrenar y competir: Fandango. “Roberto Mestre (el dueño) me tiene como la hija mayor porque además de trabajar ayudo con la cocina, voy a buscar a sus dos hijos al colegio y los ayudo con los deberes”.

Alfonsina retornó a España tras pasar unos días por Uruguay: “Ahora ya no lloro todo el viaje, sino un poco al irme y otro poco al llegar”, confesó. Hace poco recibió el mail de Juan, un uruguayo amigo que vive en Londres, que conoció a través de Facebook y que siempre comenta sus fotos.

“Leyó una nota mía en el blog de Uruguayolímpico y me felicitó porque siempre me elogiaba las posturas en los ejercicios pero nunca había notado que me faltaba una mano y recién se enteró a través de la publicación”, contó emocionada.Eso revela la esencia de Alfonsina. Un ser con luz propia que proyecta lo mejor de sí al mundo exterior para que los demás perciban de ella lo que es. Y no lo que le falta.

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