Las encuestas señalan que el “sí” no alcanza la mayoría y sólo se impondría en dos de las seis provincias que integran el país.

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Los aborígenes de Australia son escépticos ante el referéndum por sus derechos

La consulta promueve el reconocimiento constitucional de las comunidades y la creación de un órgano consultivo independiente para asesorar al Ejecutivo y al Parlamento australianos
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18 de septiembre de 2023 a las 05:00

En Binjari, una pequeña ciudad polvorienta del norte de Australia, los habitantes indígenas tienen pocas esperanzas de que el histórico referéndum del 14 de octubre próximo sobre los derechos de los aborígenes pueda ayudar a su comunidad “olvidada”.

En la consulta convocada a fines de agosto por el primer ministro, Anthony Albanese, los australianos deberán contestar si aprueban modificar la Constitución para reconocer “a las Primeras Naciones Aborígenes” y establecer “La Voz”, un órgano consultivo independiente que les dé participación en los asuntos que les competen.

“Ese día, todos los australianos tendrán una oportunidad única de unir a nuestro país”, dijo Albanese al lanzar al referéndum desde la sureña ciudad de Adelaida, ocasión en la que enfatizó que “el voto por el ‘sí’ es una forma de que todos reconozcamos a los indígenas australianos y su historia en nuestra Constitución”.

Sin embargo, no todos comparten el entusiasmo del jefe de gobierno en un país en el que los aborígenes, que representan el 3,8% de los más de 26 millones de habitantes, fueron víctimas de constante maltrato desde la colonización, además de ser desposeídos de sus tierras y discriminados sistemáticamente por las instituciones, organizaciones y la sociedad en general.

A unos 2.800 kilómetros de la capital, Canberra, Binjari alberga una población pobre de unas 300 personas, casi todos aborígenes, que tienen que hacer frente a bajos ingresos, una altísima tasa de desempleo y condiciones de vida caracterizadas por el hacinamiento.

Los jóvenes de 20 a 30 años viven con los ancianos en casas pequeñas construidas de ladrillo y chapa ondulada.

“Hay mucha tensión”, explica Peggy Slater, de 53 años, que vive en Binjari desde hace una década. “Los niños deambulan toda la noche. Los padres los dejan con otros miembros de la familia y van a la ciudad a beber alcohol, o a jugar a las máquinas de apuestas”, se lamenta.

Mediante la consulta, el gobierno australiano busca crear un organismo integrado por miembros elegidos por las comunidades indígenas cuya función sería asesorar en forma independiente del Ejecutivo y el Parlamento en asuntos vinculados a los pueblos originarios, una forma de darles una mayor participación en la toma de decisiones.

Desde que se anunció el referéndum, miles de personas se manifestaron en todo el país para defender la reforma. En varias grandes ciudades se organizaron marchas por el “sí” y se multiplicaron las voces de especialistas y entidades civiles que consideran que podría remediar las desigualdades a las que se enfrentan los pueblos originarios desde hace varios siglos.

 

“Existimos”

Los estudios demuestran que más de 200 años después de la colonización británica y la posterior persecución de los aborígenes, las poblaciones originarias del vasto territorio australiano son las más propensas a ser pobres, a enfermar o a ser encarceladas. Además de las necesidades materiales, Slater considera que su comunidad “olvidada” necesita urgentemente reconocimiento.

“¡Existimos! ¡No somos sólo una sombra oscura!”, protesta, y confía en que la mayoría votará a favor de la reforma constitucional. “Sería increíble si el ‘sí’ fuera mayoría”, dice Slater, pese a que las últimas encuestas muestran que sólo una parte de los australianos está a favor.

Los partidarios del “no” critican que la reforma fue elaborada por políticos de la ciudad sin conocimiento de las comunidades aborígenes remotas. “No sabemos qué es ni para qué sirve”, comenta Leonie Raymond, residente de Binjari desde hace 25 años.

“En el futuro, deseo que los jóvenes encuentren trabajo en sus propias comunidades. Que no se contenten con pasear sin hacer nada”, dice Raymond, que preside una asociación aborigen de ayuda a los habitantes aborígenes de la zona.

Según una encuesta de la consultora Resolve, publicada a mediados de mes por el diario local Sydney Morning Herald, un 46% de los australianos votaría por el “sí”, frente al 54% que lo haría por el “no”, sin tener en cuenta el porcentaje de indecisos; iniciativa que sólo tiene apoyo mayoritario en los estados de Victoria, el segundo más poblado del país, y en Tasmania.

 

Estar informado

Evonne Booth también se muestra escéptica. “Tenemos la impresión de que no afectará a los indígenas propiamente dichos, sino sólo a los que viven en las ciudades”, se lamenta la mujer, miembro de la agencia encargada de los servicios en Binjari.

En la vecina ciudad de Katherine, Manuel Pamkal, artista y guía en una galería, expresa su preocupación por las condiciones de vida de los pueblos indígenas y la supervivencia de su cultura. “Quiero que alguien venga y me hable, me explique y me diga lo que puede pasar. Antes de votar, primero tengo que saber”, subraya este hombre de 57 años.

Para Richard Fejo, la propuesta de un voto en el Parlamento “es un comienzo, porque lo ocurrido en el pasado no funcionó”, dice este aborigen de la nación Larrakia, de la ciudad de Darwin. Su madre, Nanna Nungala Fejo, formaba parte de la “generación robada”; es decir: de los miles de aborígenes expulsados de sus hogares y colocados en familias de acogida blancas, en el marco de una política oficial que perduró hasta los años 1970.

La mujer tenía cuatro años cuando fue secuestrada y nunca volvió a ver a su madre. Cuando el entonces primer ministro Kevin Rudd pidió disculpas a la “generación robada” en un discurso en 2008, citó justamente la experiencia de Nanna, que murió el año pasado.

Por lo pronto, según los analistas locales, de imponerse el “sí”, el organismo propuesto formará parte de un nuevo capítulo de tres puntos que será incluido en la Constitución, que data de 1901, y que se titulará “Reconciliación con los Pueblos Aborígenes y los isleños del Estrecho de Torres”, territorio insular que separa Australia de la isla de Nueva Guinea y que es habitado desde hace 2.500 años por pueblos originarios que mantuvieron una cultura única.

Según el gobierno, la creación del órgano consultivo “será una forma práctica de que los aborígenes aborden los asuntos que les competen” con el fin de que “puedan lograr que sus hijos estén sanos, que les vaya bien en la escuela, que encuentren un trabajo que les guste, que estén seguros y que lleven una vida plena”, en palabras de Albanese.

“Votar por el ‘no’ cierra las puertas a esta oportunidad de avanzar y significará que nada cambie”, dijo Albanese cuando lanzó el referéndum arropado por los aplausos de unas 400 personas, entre ellos representantes aborígenes presentes en un acto que fue retransmitido por la cadena pública ABC a todo el país.

El referéndum, para prosperar, debe lograr la mayoría entre todos los votos emitidos en la nación, además de conseguir la victoria en cuatro de los seis estados que conforman Australia. Y busca el reconocimiento constitucional de los pueblos aborígenes, algo que forma parte de las promesas de la campaña electoral de Albanese durante los comicios de 2022, en los que se impuso impulsado por una fuerte agenda climática y social.

 

(Con información de AFP)

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