El tackle salvador de Moroni a  Rees-Zammit

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El rugby captó la imaginación del mundo este fin de semana: ¿pero qué pasará luego?

Millones de personas hablaron de rugby este fin de semana, vieron rugby, lo comentaron, compartieron postales del deporte en redes sociales. Hay futuro. Pero ese futuro avanza hacia un destino incierto
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17 de octubre de 2023 a las 14:20

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En tiempos en que el rugby mundial se desespera por encontrar más ingresos y formatos de competencias que cautiven a nuevas audiencias, el fin de semana regaló algunos de los mejores partidos que se tengan memoria. Especialmente dos: Nueva Zelanda-Irlanda y Francia-Sudáfrica mostraron el modo en el que el rugby puede captar la imaginación del público que no suele seguirlo, e imágenes icónicas que quedarán en la memoria de la gente: las 36 fases de Irlanda ante los All Blacks, la patada bloqueada de Cheslin Kolbe a Thomas Ramos, incluso el tackle salvador de Matías Moroni en la victoria de Los Pumas ante Gales…
 
Millones de personas hablaron de rugby este fin de semana, vieron rugby, lo comentaron, compartieron postales del deporte en redes sociales. Hay futuro. Pero ese futuro avanza hacia un destino incierto: como escribí en esta nota, el 24 de octubre el Consejo Mundial de World Rugby votará algunos cambios de fondo, por un lado subir el Mundial de 20 a 24 equipos; por el otro, crear un nuevo torneo entre mundiales, que lejos de permitir más competencia entre los dos escalones, la achicará.

Desde los ojos de un observador desapasionado, la primera fase del torneo tuvo muchos momentos olvidables. Por más que desde esta parte del mundo hagamos mucho esfuerzo por explicar las diferencias estructurales entre Uruguay y Nueva Zelanda, ver un 73-0, o un 84-0 como el de Escocia a Rumania, o un 96-17 como el de los All Blacks a Italia, no son espectáculos agradables de ver, y mucho menos marketineros. La pregunta es simple: ¿la solución es que los grandes solo jueguen entre ellos o dar más competencia a los países del segundo escalón, al menos con los de más abajo?

El rugby mundial puede decidir darle prioridad casi total a este tipo de partidos, y esperar repetir a lo largo de cuatro años la atención global que captó este fin de semana. Pero no parece ser la mejor receta. Porque si algo han enseñado otros deportes como el fútbol es tener una gran cantidad de invitados a la mesa que puedan llegar a cuartos de final o hasta ganar el torneo. ¿Lleva tiempo? Sí, claro. ¿Se puede? También, lo mostraron Georgia, Fiji, Samoa, Portugal o Uruguay. Y de hecho, ese es el discurso de World Rugby. Pero los hechos están yendo en la dirección contraria, porque las potencias están priorizando su necesidad inmediata de caja.

La influencia británica

En el fondo, el rugby tiene una profunda influencia británica, generalmente recelosa de abrir las puertas. Lo hizo cuando los clubes del norte industrial inglés pretendieron empezar a pagarle a sus jugadores, porque eran obreros que no podían destinar horas a su hobby. Así nació el rugby league, la modalidad hermana que quedó enana comparada con el rugby union. Pero lo mismo ocurrió cuando los británicos se negaron por años a permitirle el ingreso a Francia al entonces Cuatro Naciones, o cuando batallaron contra la creación de un Mundial, que recién vio la luz en 1987. O contra profesionalismo, que recién nació (legalmente) en 1995. No es muy diferente a la historia del fútbol, que en sus primeros años tuvo una fuerte impronta británica (que se refleja hasta hoy en puntos como que las reglas del deporte las define el International Board, integrado por la FIFA y las federaciones británicas), pero que logró universalizarse mucho más temprano. Quizás, si el rugby lo huibiese logrado antes, hoy competiría mucho más en popularidad mundial con la redonda.

Y esa influencia británica sigue hasta hoy. Por ejemplo, en el hecho de que el nuevo calendario global tenga como uno de los ejes centrales la gira de los British & Irish Lions, el combinado de las islas, que cada cuatro años hace giras por Nueva Zelanda, Australia o Sudáfrica. Es un enorme negocio, que permite vender derechos de televisión, pasajes y estadías casi al nivel de un mundial. Y que bloquea dos meses del calendario global, lo mismo que dura el Mundial, para ese objetivo. Incluso el nuevo calendario global está atravesado por los Lions.

El presidente de la Federación francesa lo dijo en términos tremendamente crudos la semana pasada en una entrevista con L’Equipe, donde además de dejar clarísimo que el Seis Naciones no se tocará en el futuro, también reconoció que las ganancias del Mundial no irán a otra cosa que a llenar la falta de caja de las potencias. 

“¡Todas las federaciones supuestamente ricas se encuentran en dificultades financieras! todos, incluida Francia, aunque nos afecte de forma más moderada. El “premio gordo servirá principalmente para tapar los agujeros de las grandes federaciones. Entonces no quedará mucho para el desarrollo del rugby”.

Esa frase se apoya en un hecho: en cuatro años World Rugby invirtió 4.3 millones en el Super Rugby Américas, la primera competencia profesional de equipos. Al mismo tiempo, World Rugby le dio a Rugby Australia un préstamos de 25 millones para tapar agujeros financieros. El prespuesto anual de la URU es de 4 millones.

¿Qué queda para los que no reciben esos beneficios? Irse del sistema no es viable: una competencia paralela no podría crear ni cerca de lo los ingresos o la fortaleza deportiva. Y en el fondo, tampoco le molestaría demasiado a las potencias. ¿Cambiar las estructuras desde adentro? Parece difícil: el norte estuvo a puntos de perder el poder por primera vez en la historia en las elecciones de 2020 a manos del argentino Agustín Pichot, que lideraba una alianza que tenía a las potencias del sur de su lado, pero la pandemia cambió todo, y Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda, necesitados de dólares, abrazaron el nuevo plan de competencias.

“De un lado estamos los payasos y del otro los dueños del circo”, dijo Pablo Lemoine luego de la derrota 71-0 de Chile ante Inglaterra. Para Uruguay, en este post Mundial, queda trazar un plan que permita, antes que pensar en los Tier 1, colocarse definitivamente entre los países top del tier 2, algo que aún no logró. Deberá poder ganar o jugar de igual a igual con Italia, Fiji, Japón, Georgia o Samoa, y después sí golpear las puertas de los Tier 1. Mientras tanto queda adaptarse a ese mundo, buscando el mayor avance posible, y esperar a que el mapa cambie un poco.

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