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Donald Trump: solo pero con poder

Casi aislado, el presidente estadounidense parece más cómodo sin alianzas políticas ni internacionales mientras su base de votantes está intacta
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11 de noviembre de 2017 a las 05:00
Confíe en su instinto". "Confíe en usted mismo". "Hay tantas historias de gente que se ha visto diezmada por confiar en los demás". "No tengo lo que se dice un mejor amigo". "Hay que mantener la guardia alta, al 100%".

Todas estas son frases que pertenecen al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Las historias sobre su soledad, un aspecto no demasiado profundizado de su biografía, resuenan hoy más que nunca ante la evidencia de que su primer año en el poder ha estado marcado por una única constante: su presencia al frente de la Casa Blanca.

En menos de un año de gestión, Donald Trump ha hecho ir y venir asistentes de alto perfil, ayudantes de bajo perfil, socios y consejeros.

Del mismo modo, abogó por romper pactos de entendimiento con otros países y alianzas regionales, insistió en poner un muro entre su territorio y uno de los dos vecinos con los que su país tiene frontera e incluso hasta dividió al Partido Republicano, lo cual no es poca cosa: se trata de una de las entidades políticas que, como pocas, sabe barrer para adentro y tejer sinergias a la hora de hacer causa común en determinados asuntos, sin importar las diferencias de criterio.

Un inventario de las divisiones y acciones unilaterales de Trump en sus primeros 10 meses de mandato permite tener un panorama claro de una carrera prácticamente en solitario, donde sus escuderos más fieles siguen estando en la familia, y cualquier otro cargo siempre está a punto de caer.

Casa tomada

A las puertas del 2018, año de elecciones legislativas en Estados Unidos, Trump gobierna sin alianzas.

Si en los propios inicios de su mandato comenzaban a caer algunos de sus laderos más fieles –como el general retirado Michael Flynn, enredado en la "trama rusa"–, más adelante fueron quedando por el camino otros con los que compartió frente, como el jefe de gabinete Reince Priebus o el controvertido Steve Bannon, asesor especial del presidente y representante de la "derecha alternativa" de fuste nacionalista.

Más allá de que la influencia de Bannon parece seguir allí, lo cierto es que ya no camina por los pasillos de la Casa Blanca.

Otros asesores de peso de Trump, como el secretario del Tesoro Steve Mnuchin, el nuevo jefe de gabinete John Kelly o el secretario de Estado, Rex Tillerson, hoy tampoco parecen demasiado cercanos a Trump.

Ya sea por distancia autoasumida –Kelly dirige la interna de la Casa Blanca con disciplina militar desde los anteriores escándalos, que tenían como cara visible a Sean Spicer– tanto personal como ideológica (Mnuchin y Tillerson son criticados por el presidente con frecuencia vía Twitter e incluso no suelen respaldar sus dichos en conversaciones con la prensa), la distancia es fría.

A veces las tensiones incluso escalan: Tillerson ni siquiera desmintió el haber llamado "estúpido" al presidente durante una reunión de gabinete, algo que fue informado por medios como CNN o Politico.

Trump propuso durante una entrevista televisiva una comparación de coeficientes intelectuales para ver quién es más inteligente.

En la Casa Blanca sí hay dos jugadores de peso que, ahora, parecen tener el terreno listo para ejercer más influencia: Ivanka Trump y Jared Kushner.

Trump sigue teniendo confianza en su hija y su yerno, respetando otro de sus viejos preceptos: los únicos amigos están en la familia.

Tanto Kushner como Ivanka estuvieron de algún modo codo a codo con Bannon, pero luego se desarrolló una lucha interna: el nacionalismo económico que Bannon proponía no era, entre otras cosas, del agrado del joven matrimonio cercano al presidente.

Tras las manifestaciones racistas de la "derecha alternativa", el mandamás del sitio Breitbart perdió terreno y oficina.

Bannon se fue de la Casa Blanca diciendo "la presidencia de Trump como la conocemos ha terminado", asegurándose así la representación de la base de votantes más fiel del presidente: la de los radicales.

Ivanka Trump y Kushner, por su parte, fueron calificados por Bannon de demócratas en las sombras, dos figuras que intentarán centrar a Trump todo lo posible y alejarlo de las posturas radicales.

Otras figuras que aún siguen cercanas al presidente, aunque más no sea en apariencia, son las de Kellyanne Conway, aunque es más una vocera presidencial no oficial que alguien con injerencia real en la toma de decisiones.

Spicer y Priebus, condenados al ostracismo, se han dedicado a capitalizar el prestigio de haber sido parte de la Casa Blanca, aún patente en ciertos sectores de la élite conservadora y nada menos que la Universidad de Harvard, lo cual generó bastante indignación por parte de la oposición a Trump.

Un bloque partido

A esto hay que sumar un elemento más: Trump no logra cohesión en el Partido Republicano. No lo logró con sus reiterados intentos por reemplazar la reforma de la salud pública de Barack Obama, ni siquiera dentro de la mayoría republicana.

Con todo para legislar, la administración Trump sigue casi en punto muerto, más allá de sus órdenes ejecutivas, las cuales no necesitan de apoyo en el Congreso.

A pesar de haber criticado a Barack Obama por esto, Trump firmó más de esas que ningún otro presidente americano desde Franklin D. Roosevelt (1933-1945).

Pero el escenario republicano no es favorable para Trump, que ya tuvo rispideces con los dos pesos pesados del partido al mando del Congreso: Mitch McConnell y Paul Ryan.

Pero, además, criticó y defenestró a líderes republicanos, como Jeff Flake, el senador de Arizona que ya anunció, en un encendido discurso, que no se presentaría a la reelección debido a los cambios que Trump impulsó dentro de la ideología del partido.

Flake, quien se unió de algún modo a otros republicanos de fuste, como Bob Corker y John McCain, en una suerte de frente de resistencia interno, dijo hace algunas semanas que la presidencia de Trump "amenaza a la democracia" y que por eso decidió retirarse de la actividad política.

Un factor extra de alienación fue la predisposición de Trump a negociar con el Partido Demócrata, al invitar a Nancy Pelosi y Chuck Schumer, entre otros líderes, a discutir posibles acuerdos en temas como inmigración, que, a pesar de no haberse ratificado, todavía están sobre la mesa.

Otras voces republicanas tradicionales también se tiraron contra el presidente, entre ellos los presidentes Bush, padre e hijo, el excandidato y líder en Ohio, John Kasich, y varios líderes de comités republicanos.

"La guerra civil republicana es real", dice el Washington Examiner, uno de los medios conservadores con mejor reputación en Estados Unidos. Pero, según ese medio, Trump la está ganando en el terreno en el que hay que ganarla: los votantes.

La base está intacta

Está por verse si el problema de la desunión de Trump con su partido afecta más al presidente que a la fuerza política.

Más allá de las encuestas, que sitúan a Trump en los niveles más bajos de aprobación y que aún continúan en descenso (están alrededor del 40% actualmente), su base de votantes, posiblemente la misma que el año pasado le hizo ganar la Presidencia gracias al sistema colegiado (en el voto global quedó 3 millones de sufragios por debajo de Hillary Clinton), sigue intacta, según sondeos y reportes.

"Algunos de los miembros del Congreso que han decidido pelear con el presidente lo han hecho alrededor de temas que no son realmente aquellos que interesan a nuestros votantes", explicó al Examiner el representante Steve Stivers, de Ohio, también flamante jefe del Comité del Congreso Nacional Republicano, el brazo de campaña de la fuerza política.

Más allá de sus palabras contra Trump, en Arizona la oposición de Flake a Trump no cuajó, y por esto debió renunciar a la campaña. En el país, los niveles de aprobación republicano a Trump están entre el 80% y el 90%.

"Donde la oposición republicana a Trump ve a un provocador político peligroso", la base republicana ve a un luchador que está defendiéndolos a ellos y a sus valores, contra la opresión cultural de las elites liberales en Nueva York y Hollywood y contra un establishment político que tuerce las reglas solo para ellos", explica el Washington Examiner.

"Los políticos que están sintonizando con el mercado están recibiendo votos. Hasta que el mercado cambie, podemos esperar las mismas conductas y los mismos ganadores", concluye el estratega republicano Bruce Haynes.

Derrotas que encienden una señal de alarma

El presidente Donald Trump sufrió el martes pasado una triple derrota con las victorias demócratas en las elecciones de gobernadores en dos estados y una gran ciudad, que resaltan su impopularidad en el primer aniversario de su elección.

Los resultados muestran el repudio general de lo que los críticos denominan la política divisoria de Trump, a la vez que constituyen una prueba sobre la influencia presidencial de cara a las próximas batallas electorales.

"Recuperamos el país de manos de Donald Trump, elección a elección", declaró el nuevo presidente del Partido demócrata, Tom Pérez.

La derrota más fuerte fue la de Virginia, donde el vicegobernador demócrata Ralph Northam barrió a su rival republicano Ed Gillespie por un inesperado margen de nueve puntos.

En Nueva Jersey, el demócrata Phil Murphy también obtuvo la victoria con unos 13 puntos porcentuales sobre su rival, lo que puso fin al mandato del gobernador republicano Chris Christie.

En tanto, en Nueva York, el alcalde Bill de Blasio obtuvo la reelección sin inconvenientes.

Ochenta por ciento

Es el nivel de conformidad con el presidente Donald Trump que manifiestan los votantes del
Partido Republicano en el país.

Cuarenta por ciento

Es el nivel de aprobación de la gestión del mandatario republicano, que continúa en descenso, de acuerdo a las últimas encuestas divulgadas en el país.

Sesenta y cinco

De los ciudadanos consultados para un sondeo publicado por The Washington Post y ABC News, considera que Trump hizo "poco o nada" en lo que lleva en el cargo.

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