Fútbol > ENTREVISTA A LUGANO

Lugano medita el retiro: "Que el destino decida"

El excapitán habló de sus últimas días como jugador y tocó todos los temas en una charla íntima con Referí
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23 de diciembre de 2017 a las 05:00

Hasta el máximo, porque se unen muchas cosas, el final de un ciclo en San Pablo y también probablemente en el fútbol. El fútbol fue una etapa en mi vida que me llenó de experiencias y emociones, y recibir tanto cariño y reconocimiento, principalmente interno y espontáneo de toda la gente que rodea el club me marcó. Lo que hicieron los hinchas es público, y también es increíble y emociona, pero el reconocimiento de los compañeros, funcionarios y allegados, por la forma en que se dio, sin mucho show, a uno le hace pensar y emocionarse porque alguna cosa bien habré hecho para recibir ese cariño, especialmente en un país ajeno, tan grande, donde pasaron tantos jugadores y en un deporte tan exitista como el fútbol y en una etapa del club que no es la mejor. Que te reconozcan, quieran y admiren de esa manera, me hizo sentir muy reconfortado y viví semanas emocionantes, que me llenaron el alma.

Diego Lugano llegó hace ocho días a Montevideo para descansar, tras anunciar su retiro de Sao Paulo –en medio de grandes emociones, que lo marcaron– y lo atrapó una vertiginosa agenda que incluyó homenajes, charlas, reuniones y una extensa entrevista con Referí, en la que habló sobre todos los temas.

El final en Sao Paulo marca un momento especial, se acerca la hora del adiós del fútbol. ¿Hasta qué nivel llegan sus emociones?

¿Lloró?

(Enseguida le arranca una risa nerviosa y casi sin pausas, responde) Sí, pero solo y en el cuarto. Mis compañeros armaron un video para la charla del último partido, y no me habían comentado nada. Fue un momento muy especial porque fue interno, solo entre nosotros, y todos me miraban para ver si lloraba. Y les decía: 'No, no voy a llorar, en todo caso lloraré en mi cuarto o en un mes en mi casa, pero nunca me van a ver llorando'. Y no lloré delante de ellos. Soy muy agradecido por lo que el fútbol me hizo vivir y por lo que nos tocó en este último tiempo en Sao Paulo, porque los resultados en el fútbol son aleatorios, porque en el fútbol perdés más de lo que ganás, pero esas sensaciones y el cariño sincero y espontáneo te los llevás para toda la vida.

¿Dónde quedaron esas lágrimas?

En la concentración. Y quedarán en algún otro cuarto de mi casa en Uruguay, o donde vaya a parar.

¿Ya se siente un exfutbolista?

No. Y eso es lo que me llevó a no tomar una decisión todavía. Lo que venga que se vaya dando espontáneamente.

¿Entonces?

Lo concreto es que tengo dos opciones: una, quedarme a trabajar en el club en la parte de la gerencia deportiva, algo que recibo como un reconocimiento muy grande; otra, seguir jugando en algún mercado un poco más lejano, que será otra experiencia, algo que me gusta, igual que a mi familia, porque nos permitirá conocer otras culturas. A los 37 años y una vida deportiva vivida, te mueven las experiencias culturales. Por eso, estoy pensando. No lo tengo decidido y considero que en las próximas semanas tomaré un camino... ¡o el camino me tomará a mí! Creo que va más por ese lado: que algún camino me va a agarrar.

A partir de la seguridad económica que le dio el fútbol, imagino que ya no jugará solo por dinero. ¿Qué le mueve a seguir jugando?

Ni dinero ni muchos desafíos deportivos, porque el último lo tuve en Sao Paulo, que en una etapa complícadísima del club -según la historia, la más difícil por temas políticos y estructurales que Sao Paulo nunca vivió-, ingresó a una crisis profunda, divisiones internas importantes y mi función en esta etapa fue intentar unir ese inmenso barco con un objetivo común. Este año estuvimos cerca del descenso, para que puedas comprender la magnitud de lo que vivimos: Sao Paulo y Flamengo son los dos únicos equipos que en Brasil nunca descendieron y eso es patrimonio de los hinchas. Por esa razón, la presión no fue fácil, y en ese momento complicado, hubo momento de unión de todos, de la hinchada, la dirigencia, la oposición, los jugadores. Fui parte de eso, y en cierta forma fue el último gran desafío que tuve, porque el club se salvó y quedó con una base sólida para el próximo año y una visión definida. Por esa razón, lo que me puede mover ahora es la experiencia de seguir jugando, solo acompañada de experiencias culturales. Pero, también, capaz que en 15 días te digo paré y no pasa nada.

¿Físicamente está para seguir jugando?

Me siento impecable. El último año y medio entrené todos los días, jugué. Para mí, que estuve seis meses parado después del Mundial de Brasil 2014, es una alegría inmensa. Y al sentirme bien, al terminar jugando en una liga brasileña y en un equipo como Sao Paulo, tal vez tengo un poco de miedo decir: 'Paro acá. Por qué paro, si puedo seguir un poco más'. Hoy tengo un poco de cuidado al tomar esa decisión porque, una vez que la adopte, no hay vuelta atrás. Entonces estoy dejando pasar las semanas para que el destino decida.

¿No hay vuelta atrás? Porque muchos volvieron después del retiro.

Consulté a muchos coaching deportivos, y todos me dicen lo mismo: que los deportistas de nivel, de todos los deportes, que dejan de jugar estando con salud o con dudas, todos vuelven. A los tres o cuatro meses sienten el vacío y deciden volver y, obviamente, ya no es la mejor decisión. Por eso, esa precaución y ese miedo me tienen un poco atado a tomar la determinación. Así que vamos a dejar pasar el tiempo, aclarar las ideas y si yo no tomo un camino, que el camino me tome a mí. Y cuando eso suceda, una etapa terminó y empezará otra, como todo en la vida.

Usted ha subrayado que de Sao Paulo se fue con la tranquilidad de que dejó algo; de la selección igual, pero, por ejemplo en Plaza Colonia, ¿qué dejó el día que se fue?

Seguramente quedó la imagen de aquel gurí que fue con un hambre de gloria y que solo veía aquello como una oportunidad. Que no encontraba todos los defectos y dificultades que podría haber, que hoy que vuelvo de afuera son indisimulables. Quedó una relación muy intensa hasta el día de hoy, porque cuando los gestos son nobles y naturales, perduran en el tiempo. Fue gente de Colonia a ver mi último partido en San Pablo, como fueron a ver el Mundial, la Copa América. ¿Qué quedó? Una relación muy fuerte. No sé si habrá pasado en otro momento que un club juegue con la imagen de un jugador en la camiseta, pero pasó este año en Plaza y conmigo, y eso muestra la relación intensa que quedó.

¿En qué le marcó el fútbol turco? ¿Fue el que lo hizo madurar?

Allí viví uno de los mejores cinco años de mi vida, en el aspecto familiar y deportivo. En la cancha logré mi máximo nivel, porque estuve en mi mejor etapa, de los 25 años a los 30; fuimos campeones, ganamos clásicos, hice más de 30 goles en cinco temporadas, en Champions hicimos una campaña histórica, mantuve el mejor nivel en mi carrera deportiva. Sumado a la vida en la ciudad, en esa cultura muy diferente que me hizo crecer muchísimo como persona y como ser humano, y también a mi familia. Fue una experiencia increíble, intensa. Tengo mil anécdotas, y nunca voy a entender la intensidad y pasión con la que viven el fútbol. Siempre digo que la pasión con la que viven no refleja el espacio en el orden mundial y europeo que tiene el fútbol turco. La liga interna es como un mundo aparte, que compite en Europa, pero la prioridad es ganarse entre ellos ahí adentro. Tienen una estructura tremenda en los estadios, los hinchas son fanáticos de verdad, son leales. Está prohibido entrar al estadio y no tener la camiseta oficial del club, ¡la oficial! La que se vende en la tienda del club, y que deja los ingresos para la institución. Si hay alguien que entra con una camiseta trucha lo linchan. Y como esa, hay mil anécdotas.

Pero debe haber una que pueda contar ahora.

¿Una? Bien. Cuento una, que define cómo viven el fútbol y cómo les marcó. El año que me fui a París coincidió con un año en donde el presidente del club fue acusado de arreglar partidos por escuchas telefónicas. Era una pelea política con quien en aquel entonces ya era presidente del país. Lo cierto es que Fenerbahce, según la liga turca, por suspensión caía a Segunda división. La hinchada encontró injusta la decisión que por actitud de una persona, del presidente, todo un club pague las consecuencias. Entonces un día empezaron las manifestaciones y el primer día unas 500 mil o 600 mil personas cortaron los puentes que unen Europa y Asia, con lo que generaron caos en la ciudad. La Federación, nada. A los pocos días, otra manifestación, esta vez un millón de personas generaron caos en la ciudad. La Federación se mantuvo firme con que el club debía jugar en Segunda porque tenía que pagar lo que hizo el presidente. Como esa estrategia no alcanzó, los hinchas iniciaron una campaña para empezar a boicotear todos los productos oficiales de la liga turca. Fenerbahce tiene 30 millones de hinchas y Galatasaray 25 millones. Se preguntaron los hinchas, qué empresas respaldaban económicamente la liga turca y se encontraron con que uno era la televisión, entonces promovieron que todos los hinchas que tuviera el cable oficial de la liga lo iban a cortar. Empezaron, y en 15 días se borraron un millón de abonados, dos millones. Después fueron por los espónsores. En ese momento la telefónica era Vodafone, y todos los hinchas se empezaron a borrar, y así se bajaron un millón. Lo mismo con la bebida turca. Inevitablemente, antes de comenzar la temporada posterior, la federación turca hizo una conferencia de prensa y expresó que visto los acontecimientos y que no había pruebas contundentes contra el presidente decidieron que la sanción no sería bajar a Segunda sino quitarle dos puntos para la siguiente temporada. Esa fue una muestra clarísima de que el hincha es el que manda en el fútbol y que es el consumidor el que decide. No somos los jugadores, los dirigentes ni los clubes, es el consumidor. Y segundo: la lealtad y la inteligencia, porque hay que hacer valer que somos grandes y que somos 30 millones y que se rebelan así. Es una anécdota que muestra lo que es la pasión, la lealtad, la fuerza del hincha, que no pasa por ir a romper todo sino que la fuerza está por otro lado.

¿Aprendió a hablar turco?

Nunca. Increíblemente fui capitán del equipo, tenía muchas reuniones con dirigentes y siempre con traductor mediante. Ellos se esforzaban por entender mi portuñol y mi peor inglés, lo que refleja que son receptivos y que yo tuve una actitud que no fue la adecuada. ¿Sabés por qué nunca aprendí? Porque cuando llegué me sorprendió la cantidad de prensa que había, el asedio de la gente, me abordaban en todos los lugares. Tal vez se puede comparar con lo que sucede con Napoli, porque no existe otro lugar en el mundo en el que el jugador de fútbol tenga tanto estatus dentro de la sociedad. Al lugar que vas, sos reconocido y querido, o rechazado si te va mal. Tenés todos los privilegios, pero también te quita mucha vida, porque no podés ir al parque con tus hijos, al cine, a la escuela. No podés estar en el aeropuerto, entonces, una autodefensa que encontré es no entender nada. Y me funcionó porque viví tranquilo. Hice lo mejor que debía deportivamente y no me involucré en muchas cosas porque la barrera del idioma me lo prohibía. Considero que fue una estrategia que deportiva y familiarmente me salió bien. Hoy miro para atrás y digo qué oportunidad perdí de llegar al país y aprovechar mucho mejor esa llegada con toda esa gente.

¿Está a tiempo de aprender?

No, no. Qué voy a estar a tiempo. ¡Es más difícil!

¿Siempre mostró esa imagen de duro en todos lados?

No, no, no. Esa imagen mía es la que doy o di en todos los lugares, porque cuando entro a la cancha soy competitivo y me transformo en algunas actitudes o rasgos faciales, pero esa barrera rápidamente la derribo en todos los lugares a los que voy. Por suerte me han querido más por cariño que por respeto y miedo. Y eso es lo que me deja feliz. No me gustaría solo que me tuvieran respeto, sino cierto cariño, porque sino como persona no le llegaste a nadie. Mi ideal de vida, como deportista siempre fue esa: llegar a las personas, y en eso se basó siempre mi experiencia y mi liderazgo. Es por la empatía que generé en los lugares que me fue muy bien y en los que no me fue bien, también a nivel personal viví experiencias similares, como en Francia, donde creo que fue el vestuario en el que tuve más influencia que en todos los demás, con un vestuario nuevo y un proyecto nuevo.

¿Ingresa a un vestuario pensando en ser líder?

No, nunca. Porque el liderazgo no se impone, se conquista. Tengo una actitud proactiva con todos mis compañeros, me encanta interactuar, ir al mundo de cada uno. ¡No sabés lo que es un vestuario en Brasil ahora! Porque tenés a los evangélicos que se acuestan a las 10 de la noche y van a rezar; los que vienen de la favelas con experiencias traumáticas; los guachos de 17 años que firman un contrato con una cláusula de 50 millones de euros y casi no saben leer; los jugadores experientes que vienen de Europa millonarios. Es muy interesante vincularse con cada uno de ellos y con esos mundos, y ser partícipe de eso. Me gusta y eso es lo que genera tal vez una confianza diferente, que después sumado a tu esfuerzo, profesionalismo, nivel deportivo, genera que puedas ser referencia en los grupos.

¿Qué le dice a ese botija de 17 años que firma una cláusula millonaria?

Hasta ahora estaba oculto, pero tengo una lista de mandamientos que tienen que seguir los 'guachos' que suben. Algunos de esos mandamientos no se pueden decir. Pero incluye temas de cuidados con los empresarios, con las relaciones conyugales, con los temas fiscales, bancarios. Sugerencias que son casi que obligaciones. Uno de los grandes déficits que existe en el fútbol es que los clubes deportivos preparan a un jugador sobre táctica y técnica pero no para la vida. Por ahí los más experientes, que erramos muchas veces, podemos transmitir nuestras experiencias. Esto mismo también lo hice y lo estoy haciendo en Uruguay, cuando Fabián Coito me invita a charlar con los sub 20 y sub 17. Con ellos encaramos la vida afuera de la cancha, que es en la que más dificultades tenemos los jugadores, porque no hay otro ambiente como el fútbol en el que un 'guacho' de 18 años pase de de un día para el otro, de cero a ser multimillonario, multiconocido, reverenciado. No existe. ¿Cómo contenés eso? Y en Brasil, por ser un mercado mayor, todo eso se potencia. Hay un gurí en Brasil, Brener, de 17 años, que firmó una cláusula de 50 millones de euros, pero que salió de allá, de Mato Grosso, es un gurí que sabe muchísimo de fútbol, pero nunca lo estimularon entender con qué se va a encontrar en la vida, y ahí es donde aparecen los aprovechadores, que en el fútbol está lleno porque no hay nada más fácil que el fútbol para ir y subyugar dinero, porque no hay nada más fácil que el jugador de fútbol para llegar cerca de él, convencerlo, manipularlo y perjudicarlo. Hay muchos casos, más en Brasil. Esa es un poco la función que hacemos los grandes y que la gurisada la reconoce.


Cuando tenía 17 años no valía 50 millones de euros...

... estaba en Libertad de Canelones. Con 17, y con 18 también, pero éramos campeones departamentales y jugábamos por la recaudación, porque en el interior era así: si andabas bien y la gente pagaba entrada, se repartía los ingresos de venta de entradas. Fútbol amateur.

¿Le pasó que otros quisieron hacer dinero con su carrera?

Mi caso fue diferente porque subí tan lentamente escalón por escalón, que vas abriendo la cabeza de a poco. Tuve la suerte que me encontré en el camino con gente seria. En mi caso, con Juan Figer, que me llevó a Brasil y tuvo todo bastante claro. El fútbol es negocio y todos quieren hacer negocio con vos, y está bien que sea así, pero hubo una época en la que se abusaba mucho del jugador. Era los tiempos en los que le decían al futbolista: 'Vos dedicate a jugar'. Eso se lo tengo prohibido a los brasileños, cuando venga alguien y te diga: 'Vos dedicate a jugar', echalo porque ese seguro te quiere robar, está en la tapa del libro. Eso, afortunadamente está cambiando. También está cambiando en Uruguay, el jugador está más proactivo, se quiere informar. Y debe ser así. Estoy cansado de ver muchachos de los que se aprovecharon por su falta de bondad o de su momento deportivo, y cuando quedan en una situación embromada no llega nadie a ayudar. Así es el fútbol y también así es la vida. Por eso esa es un poco la función que tengo con la gurisada, que me lo agradece, aunque el entorno de ellos no les gusta.

¿Lo hacen sentir el malo en todo esto?

No me siento 'el malo', porque estoy convencido de que si tengo cierta influencia debo utilizarla para cosas buenas. A veces debés asumir ese rol y, en este medio, puede significar perjudicar a alguien, pero siempre haciendo las cosas bien. Nada me hace sentir mejor que hacer algo por los demás. ¿De qué vale tener cierto estatus, ver que están mal las cosas y por comodidad mirar para el costado sin ayudar a los demás? Eso no me dejaría dormir y sería la tortura más grande. Que me vean como malo no me preocupa, me deja tranquilo porque hago lo que entiendo está bien y utilizo mi figura para tener influencia sobre lo que entiendo que es justo. En Uruguay estoy haciendo algo mayor que en Brasil. Por lo que te dije antes, porque si ves algo que está mal y no tomás partido, sos cómplice. No podés ser neutro en algo que no está bien: tomás partido o sos cómplice.

¿Le gustaría estar en Uruguay para hincarle más el diente?

No es necesario, porque hoy con las comunicaciones, los contactos, amigos y confianza, no es tan necesario. Ya rompimos la carrera más importante que era la de la comunicación, que la gente supiera de qué se trataba. Lo que planteamos, lo que queremos, lo que no queremos, que se debatiese, que muchos dijeran: estás equivocado; pero que hubiera debate y eso ya es logró. A partir de allí solamente van a surgir cosas buenas.

¿Y a partir de ahora qué pueden lograr en el fútbol uruguayo con la generación de futbolistas de la selección que integró?

Lo que se ve, que día a día se puede mejorar en temas estructurales, en las relaciones profesionales. En asesoramientos de alto nivel. Lo importante es asesorarnos e informarnos para que nuestro fútbol crezca, cada uno en su área, sumando en una mentalidad altruista para que el bien general permanezca.

Pero ahí quedó definitivamente presentado como el malo de la película.

Ese es el rol que asumimos conscientemente. De qué sirve nuestro prestigio si no asumimos ese riesgo o ese rol, con la convicción y tranquilidad que sabíamos que mes a mes la realidad nos iba a dar la razón, porque siempre las cosas bien hechas y por el bien general al final acaban triunfando. Alguien debía ser un poco ese malo o esa persona entrometida y debíamos ser nosotros, nuestra generación de jugadores para dejar algo de verdad, porque los resultados son muy efímeros que depende solo de la pelota; el resto sí depende de otras cosas.

En algún momento intentaron plantear el conflicto en el fútbol uruguayo como una situación personal suya contra alguien, en su momento con Saravia. ¿Lo vivió como algo personal?

No, nunca. Porque jamás viste ni vas ver una declaración mía contra alguien. Es algo tan amplio lo que visualizamos y que se está cumpliendo, que poco nos afectaba, poco nos importaba, por algo todos los que están cerca del fútbol nos siguen. Faltaba alguien que a partir de plantarse firme rompiera algunas cadenas y círculos viciosos y, sobre todo, plantear el debate público sobre cómo funciona, si está bien así, si se podría hacer mejor. Eso es lo que queríamos. Y se logró. Lo hicimos sin ofender a nadie. En estos cuatro o cinco años del conflicto, no ofendimos a nadie, y tampoco tememos. Mantuvimos una línea de convicción, de querer hacer lo mejor y de firmeza, porque si no sos firme no conseguís nada.

¿Cómo maneja el poder? Porque es muy difícil tener en sus manos el poder para resolver todo. En algún momento se cuestiona las decisiones.

¡Qué buena pregunta esa! ¡Qué buena pregunta...! En Brasil y acá, en Uruguay, te dicen: te das cuenta lo que sos para nosotros, y lo que significa tu palabra. No sé si me doy cuenta, pero sí sé que tengo mucha responsabilidad y eso me lo cuestiono mucho. Si digo algo, me tengo que informar 100 veces que esté bien lo que digo y con gente 100 veces más capacitada que yo. Eso es en todo sentido. Puedo decir que todo lo que hago es con naturalidad y espontaneidad y saciando una necesidad que tengo de intentar, a través de mi figura, hacer lo que entiendo que está bien. En San Pablo no podría quedarme en la mía y no aceptar volver en un momento complicado del club, o enfrentarme a la hinchada si está equivocada. Lo mismo en Uruguay. No me arrepiento de hacer el peor partido de mi vida o 10 goles en contra, pero me dejaría muy vacío no tomar actitud pudiéndolo hacer en cosas específicas.


En ese contexto, ¿no le da miedo ser injusto en algún momento?

Sí, sí, ¡sí! Eso sí me lo cuestioné. Inclusive, en Brasil, tuve una discusión con el presidente en Brasil y me dijo: el problema es que tú sos muy radical y te creés que sos el único que tiene la verdad. Después de eso estuvimos unos meses sin hablarnos. Poco después vino un periodista y me dijo lo mismo. ¡Upa! Luego un hincha. ¡Upa! Entonces no será que en algo tienen razón. Me lo empecé a cuestionar, mis actitudes, lo que digo, lo que hago y capaz que a veces soy injusto, porque no soy el dueño de la verdad ni mucho menos. Eso sí, siempre intento no ser injusto.

¿Cómo se proyecta a los 60 años?

De aquí a 30 años... lo único que quiero es poder mirar para atrás y estar tranquilo. Hice todo lo que debía hacer o por lo menos intenté todo lo que pensaba, que cuando pude hacerlo y tuve la influencia para lograrlo lo hice. Que fui leal, honesto, que trabajé y que lo que conseguí fue con el sudor de la frente. Así me gustaría verme para atrás.

¿Puede ser complicado pelearse con Lugano?

No, porque no soy rencoroso para nada. Y si no hay mala fe, sé entender siempre a la otra parte, porque me pongo en el lugar del otro. Tal vez sea esa mi característica de pensar por qué hará eso el otro y por qué no. Siempre trato de entender a las demás personas.

¿Después del fútbol sería entrenador, gerente deportivo, dirigente de un club?

Hoy no me veo con paciencia para ser entrenador. Como empresario no me desempeñaría porque es un ambiente complicado, jodido, además de ser un ambiente sucio, tengo mucho miedo de la responsabilidad de que gurises y familias dependan de mí. Le tengo terror a eso, de tener que andar mintiendo y estimulando a 'guachos' de 15 o 16 años, porque no dormiría nunca más. Lo más próximo que me encuentro en el fútbol es con esta propuesta de Sao Paulo, para trabajar en la gerencia deportiva, pero también tengo muchas dudas acerca de que esté preparado y eso me frena un poco en este momento de aceptar porque tienen una expectativa muy grande sobre mi figura, y arranco de cero.

¿Hizo algún curso?

Tengo uno de gestión, en la Universidad de San Pablo y otro en la de Barcelona, por Internet, también el curso de haber sido 10 años capitán de la selección, tantos años en el fútbol, y estos conflictos de los últimos años, que no se estudia en ningún lado. Pero el tema en esta actividad es que arrancás de cero en otra área donde visualizás todo de una manera diferente y tengo dudas que esté preparado para comenzar ahora.

¿Sería dirigente de un club?

Hoy no me veo. Tampoco lo veo como mala palabra.

¿Saldría del fútbol para dedicarse a otros negocios?

Tengo emprendimientos personales a los que debería dedicarle más tiempo de lo que le dedico. Eso debería hacerlo. Ya es una exigencia familiar. Cuando deje el fútbol tendré más tiempo, si no me meto en cosas que te lleven más dedicación como esto que estamos hablando en la gerencia deportiva. Vamos a dejar que el camino me agarre, porque yo no sé qué camino agarrar.

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