El festejo de Luis Suárez
La selección y de fondo el mosaico
Todos abrazan a De Arrascaeta, autor de un golazo
Luis Suárez y Edinson Cavani
Luis Suárez festeja el gol de De Arrascaeta
Luis Suárez en la lucha por el balón contra dos uzbekos
El abrazo entre Cavani y De Arrascaeta
El festejo de Cavani y Cebolla Rodríguez con Giménez,autor del tercer gol

Rusia 2018 > URUGUAY-UZBEKISTÁN

Crónica de una despedida que alimenta la ilusión

La celeste goleó a un rival menor con destellos de clase y un clima de fiesta
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07 de junio de 2018 a las 23:14
Falta media hora para que empiece el partido y el estadio Centenario está que revienta. La noche es fría, pero una vez más el hincha está. Listo para alentar a Uruguay. Ansioso por brindarle la bienvenida más fantástica que recuerde el Estadio Centenario a una selección nacional.

Los 23 futbolistas de Óscar Tabárez partirán el sábado a la hora 20 rumbo a Rusia y la excusa para que la hinchada le diera el último abrazo y el último aliento es un amistoso contra Uzbekistán, una selección que quedó al borde del repechaje en las Eliminatorias de Asia y que se ubica en el puesto 88 del ranking FIFA.

Más que el aliento y más que el abrazo, el hincha le tiene preparada una sorpresa especial a los jugadores: un mosaico que se despliega segundos antes de la salida a la cancha que decora las cuatro tribunas del Centenario y donde se forma la palabra Uruguay en la Olímpica. Como para que los jugadores se lleven a Rusia esa imagen tatuada en las pupilas.

Es una acción organizada por la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) para la que se utilizaron cerca de 70 mil afiches de color celeste, blanco y negro. Un símbolo de la comunión que existe entre los jugadores y su gente.

Y eso ya se palpa antes de llegar al Centenario. Porque es la cara opuesta a ir a un clásico donde la policía monta operativos que hacen de las afueras del escenario una zona de guerra, donde los insultos cruzan las veredas y donde la hostilidad es el verbo y predicado.

La selección no. Es familia, es un niño de cara pintada, una bandera que une. El cambio cultural.

Y allá empieza el juego. Ultra light. El boceto de lo que Tabárez parará en una semana contra Egipto en Ekaterimburgo. Los conceptos que cuando comienzan las de a peso se revestirán de la intensidad, actitud y determinación necesaria para empezar a alcanzar objetivos grandes. Objetivos mundiales.

Y ahí está el 4-4-2 como sistema madre en esta etapa celeste. Y ahí se pueden ver ideas para tener en cuenta cuando se vengan Egipto, Arabia Saudita y Rusia.

La línea defensiva plantada lejos de Fernando Muslera, los laterales con ambición ofensiva, el doble cinco ofreciéndose para sacar la pelota limpia del fondo, los puntas agresivos a la hora de presionar al rival y punzantes para canalizar las ofensivas. La forma en que la estructura defensiva se recompone cuando Uruguay pierde el balón y el rival pasa rápido al ataque: es un retroceso de los cuatro volantes por detrás de la línea de la pelota.

Pero todo se ve en borrador. Porque no se muerde en la recuperación ni se acelera a fondo. El esfuerzo se regula. Ya lo había pedido Tabárez en conferencia de prensa especialmente a los más jóvenes.

Van ocho minutos y Edinson Cavani se enoja con Akronjon Komilov porque primero lo baja a Luis Suárez y después a él. El arbitro brasileño calma las aguas con una tarjeta amarilla.

Ojo Nahitan Nández: comete dos infracciones por la banda en las que revuelva rivales. Eso es un Mundial es amarilla cantada.

La versión edulcorada del equipo se mantiene. Presiona arriba cuando el rival intenta salir pero no lo asfixia. Suárez, Cavani, Giorgian De Arrascaeta o Nahitan Nandez –según por donde sale el balón– achican los espacios. Rodrigo Bentancur da el paso al frente desde el mediocampo. Matías Vecino resguarda el equilibrio del equipo.

Uzbekistán se aplica a su fórmula. No revienta la pelota e intenta imprimirle velocidad por afuera a su tenencia.

En los primeros 15' logra pasar de defensa a ataque con sensación de riesgo con un desborde por la banda izquierda ganándole la espalda a Maxi Pereira.

Pero Fernando Muslera corta el centro yendo al piso y se gana la primera ovación de la noche.

Desde la Colombes surge el primer "soy celeste" al que le sigue un tímido "es para Chile que lo mira por TV" que no encuentra eco en las demás tribunas.

Es cierto, el aliento de la nueva hinchada uruguaya será genuino, espontáneo y exento de violencia, pero no genera ese efecto vendaval que meta al visitante contra su área. Además, eso tampoco se necesita en una noche como estas donde la esencia es estar para decirle adiós a los jugadores.

Pero algo hay que hacer para romper el frío. Darle verticalidad al juego. Recuperar arriba y agarrar a la defensa rival a contrapié. Primero lo intenta Cavani pero el pase a Suárez es demasiado largo. Luego el salteño recupera. Parece falta pero como ya había discutido con el juez, el brasileño deja jugar. Cavani queda solo. Elude al golero y tira un centro. Suárez se la sirve a De Arrascaeta y el chiquito la clava en un ángulo.

Cunde el desconcierto en la visita. La salida se torna errática y el equipo queda recluido en su propio campo. A la merced de Suárez y Cavani.

Pero recién en el complemento llegan los goles. Vecino pisa el área y genera penal por mano. Suárez vuelve a facturar. Es bueno. Hacía un partido que no marcaba con la celeste (la final de la China Cup con Gales) y para su voracidad a prueba de amistosos es saludable.

Lucas Torreira entra muy bien y dinamiza el juego. Tabárez saca los debidos apuntes.

Después llega un córner. Figurita repetida. Gol de Josema Giménez de cabeza. ¿La clave? La ejecución de Carlos Sánchez, ese especialista que pasó de titular al banco por el momento de Nández y que lleva a Suárez a servir los tiros libres y a De Arrascaeta los córners.

Uruguay se va con una goleada a Rusia. Con un abrazo de su gente que abrigó la noche. Y un mágico regalo para recordar en cada pelota dividida del Mundial.

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