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La despedida celeste fue una fiesta

Miles de personas como nunca había sucedido, fueron a saludar la partida uruguaya hacia Rusia
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10 de junio de 2018 a las 05:00

Marcos Lacaze
Especial para Referí


Sin duda no fue una despedida más, fue la más grande y emocionante, de todas. La gente empezó a llegar de todas partes. Una hora y media antes de pactado el arribo de los jugadores, el aeropuerto empezó a albergar a los hinchas celestes. Barras de amigos y amigas, adolescentes con las tablas de dibujo, el fanático empilchado con distintos tonos de celeste, pero por sobre todas las cosas, familias; muchas familias, llenaron el predio de la sala vip, que se encontraba excelentemente organizada por un vallado que formaba una especie de círculo para dividir, por un lado a un puñado de periodistas y por otro, la multitud de fanáticos esperando que llegara su ilusión.

De a poco también se empezó a llenar el balcón del sector de "arribos" desde donde el paisaje era realmente emocionante. La comunión de centenas y centenas de uruguayos, ilusionados como nunca, transmitía una sensación en el cuerpo, inexplicable. "Esta comunión con la gente empezó en un partido contra Colombia", dijo Tabárez hace poco en una conferencia. Y así es. Hay una energía de ida y vuelta entre los hinchas de este proceso y los jugadores, que nunca antes se había instalado.

Como no podía ser de otra manera, la banda sonora del encuentro fue una cuerda de tambores, que reunía entre tocadores, una mama vieja, bailarines y acompañantes, una conjunción inter generacional hermosa de observar. La gente no paraba de disfrutar. Bailaban, cantaban y se reían. No había nadie sin alegría.

A la hora 19:15 estaba pactada la llegada del ómnibus que trasladaría a la delegación, a la terminal aérea. Tres minutos más tarde de lo anunciado, se empezó a arrimar el bus y los hinchas comenzaron a acomodarse. Muchos aprontaron sus celulares y lo colocaron lo más alto posible, con sus manos.

Los gritos, de tonos agudos, empezaron a sonar cada vez más fuerte. Las banderas comenzaron a flamear. Los niños se subían rápidamente a "caballito" de sus padres. Los padres subían a los niños rápidamente a "caballito" a sus hijos. El vehículo estacionó y los tambores empezaron a tocar cada vez más fuerte. Los cuerpos vibraban en la escena.

Nadie hacía caso omiso a sus sentimientos. Los jugadores comenzaron a descender y los alaridos fueron ensordecedores, pero fascinantes. Godín puso los pies en tierra firme y dio la señal. Los jugadores se dieron vuelta y saludaron, como no se podía dejar de esperar. Roberto, que llegó desde San Ramón, no paraba de alentar, pidiéndoles la copa. Lucas Torreira se llevó el momento grabado en su móvil, y agradeció en las redes.

A los jugadores se los veía muy felices. "No me acuerdo una despedida que haya sido tan grande y tan eufórica como esta, con tanta ilusión y tanta expectativa. Emociona", dijo el capitán ante los medios de comunicación. Matías Vecino también contó lo que le pasaba por dentro: "Se siente el cariño de la gente, mucha energía positiva". El público seguía alentando. María enseñó un retrato del Maestro, Vale se envolvía con su bandera del Cebolla, exhibía una figurita de Cavani, Milagros intentaba pararse en los hombros de su padre para poder ver mejor, Santiago lloraba de emoción y Luis Suárez, con una sonrisa de oreja a oreja, saludaba y agradecía sin parar.

El cariño fue recíproco, él fue el más ovacionado. Tiene un plus, un "qué se yo", no solo futbolístico, sino algo que le produce al uruguayo un sentimiento muy especial. Cuando el último integrante de la delegación ingresó a la vip, la gente generó un desorden muy ordenado.

Algunos se marcharon del lugar, pero muchos salieron como si fuese un éxodo para la parte interior del aeropuerto, crearon una cola para subir por las escaleras mecánicas y siguieron camino a la terraza. De a poco, todos comenzaron a agolparse contra los ventanales para poder observar el avión que iba a partir rumbo a Nizhny Novgorod.

Los guardias de la central aérea comenzaron a tener los primeros inconvenientes. Los niños, que ganaban en cantidad, se pusieron en la piel de Cesáreo Berisso y se subieron a una réplica de tamaño real de uno de los aviones que se exhiben, en honor al pionero de la aviación uruguaya. ¡Como para no hacerlo! La construcción de esos grandes pájaros, de madera, telas y cuerdas, es una obra de arte.

El micro que arrimó a los jugadores hasta el Cristal Skye apareció en escena, lo que provocó un nuevo festejo. La emoción no cesaba. Héctor, que fue desde el Cerro, llamó a un amigo para contarle que estaba despidiendo a la celeste y se llevó la sorpresa de que lo habían visto en la tele.

De a poco arrancaron a escucharse tímido cánticos desordenados. Algunos cantaban el clásico "soy celeste", otros gritaban con agresividad por Uruguay y un cuarteto de mujeres se animó a entonar las primeras estrofas del himno. Las expresiones eran diversas, pero todas desde el agradecimiento. Luego de pasados algunos minutos, la nave de compañía brasileña, que albergaba 88 pasajeros, arrancó a moverse de a poco.

Desde ahí hasta el despegue, fue todo un delirio de emociones. Una generosidad inmensa del pueblo charrúa que le volcó toda su energía a los jugadores que nos van a representar en el Mundial, como para que las 19 horas de viaje fueran un abrir y cerrar de ojos. Ahí todos marcharon, algunos para Rusia y otros para sus casas. Todos felices, sonrientes, emocionados y con una ilusión jamás antes generada.

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