Deschamps en la conferencia previa al partido ante Uruguay

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Deschamps, el técnico pragmático

Campeón del mundo como jugador, le sacó lujo y le agregó orden a la selección francesa, pero sobre todo disciplinó un vestuario acostumbrado a las peleas
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06 de julio de 2018 a las 05:00
Felipe Fernández
Twitter.com/felgolero
Deschamps es fiable. Eso en el mundo del fútbol es algo muy difícil de encontrar. Quizá sea su sangre vasca, o su experiencia en Italia, lo cierto es que Didier acumula muchos más éxitos de los que uno recuerda. Dice el periodista francés Thibaud Leplat: "Deschamps no es fotogénico. Pero desde hace veinte años aparece en todas las fotos", y no exagera.

Deschamps fue el capitán del último equipo francés en ganar una Champions, el Olympique de Marsella de la temporada 92/93. Volvería a ganar la máxima competición europea como jugador de la Juve en el 95/96, y fue el volante central de la intercontinental de aquel año contra River Plate que también la ganó. Sobre el final de su carrera le quedaba tiempo para una hazaña más, ser parte del plantel del Valencia finalista de la Champions 00/01, ya sin tantos minutos como antes.

A la selección llegó en 1989, con Francia ya sin chances de llegar al mundial de 1990. Era la generación post Platini, un grupo de jugadores que no fue tampoco al mundial 1994. Con esa pesada carga asumió el capitanato en el año 1996 y salió en la foto levantando la copa en el mundial del 98 y la Euro 2000.

Su fiabilidad no se perdió cuando decidió convertirse en entrenador. Comenzó dirigiendo al Mónaco, y lo llevó a la final de la Champions en tu tercera temporada al cargo. Perdió con el Porto de Mourinho. Tenía 36 años cuando la Juve le encargó la tarea de devolver al equipo a la Serie A luego de haber descendido por el escándalo de soborno a los árbitros. Y Deschamps cumplió, salió campeón y se fue a otro de sus equipos como jugador, el Olympique de Marsella. Lo sacó campeón de Francia y en 2012 le llegó la chance de dirigir la selección, con una tarea que involucraba asuntos más allá del fútbol. Debía recomponer un vestuario luego del papelón de Sudáfrica 2010 primero, y la era Laurent Blanc después.

Como entrenador de la selección debutó en un amistoso contra Uruguay, fue un 15 de agosto del 2012 y fue un 0-0 casi premonitorio. Porque Deschamps es el entrenador francés más italiano de todos. Volvería a enfrentar a Uruguay casi un año después, con victoria para la celeste con gol de Luis Suárez. En ambos partidos formó con un 4-2-3-1, formación que mantuvo hasta encontrar tres volantes centrales que le convencieran. En Brasil 2014 fueron Pogba-Cabaye-Matuidi, en la Euro 2016, donde fue subcampeón eran Pogba-Matuidi-Sissoko, y en Rusia Kanté-Pogba-Matuidi.

Donde no ha encontrado la estabilidad que le dan los volantes es en la defensa. Principalmente en los laterales, ya que Varane y Umtiti han jugado bastante, aunque no tantas veces juntos, sino acompañado uno u otro por Koscielny, descartado de la lista mundialista por lesión. Lucas Hernández y Benjamin Pavard fueron los laterales elegidos por Deschamps para este mundial: Hernández llegó con solo cinco partidos como internacional y Pavard con seis.

A pesar de lograr resultados, el juego francés no acumuló muchos elogios. Su principal detractor fue y es Eric Cantona, principalmente por cambiar de un juego ofensivo, de acumulación de delanteros, a uno donde dominan los encargados de la sala de máquinas. Al comienzo Cantona encontraba eco en el público y el periodismo, pero con el paso del tiempo la era Deschamps fue conquistando a los escépticos, aunque es justo decir, más por su disciplinamiento, por el orden que instauró en el vestuario que por su juego.

El entrenador francés lo ha dicho en más de una ocasión: "La principal regla es que los jugadores den todo por el equipo. Algunos de los jugadores están acostumbrados a recibir más de lo que brindan, y están jugando por Francia, eso es un privilegio y hay muchos que esperan lo mejor de ellos". Los jugadores destacan dos aspectos principalmente: credibilidad y legitimidad. Deschamps se transformó en un dominador de egos, y terminó por priorizar el equipo por sobre las individualidades.

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