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Croacia es mucho más que fútbol

La clasificación a cuartos una es cuestión de identidad para una joven y tumultuosa nación
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05 de julio de 2018 a las 08:00
Su recorrido en el Mundial de Rusia-2018 despierta el fervor de Croacia, nuevamente. La selección de fútbol desde hace un cuarto de siglo juega un papel crucial en la afirmación de la identidad nacional de este joven Estado. En caso de victoria el sábado frente al anfitrión Rusia, los croatas volverán a las semifinales de una Copa del Mundo 20 años después de aquella gesta de Francia-1998, en la que acabaron en tercer puesto con una generación dorada liderada por Davor Suker.

Fútbol, política e identidad

Desde la muerte en 1980 de Tito, hombre todopoderoso de Yugoslavia, la federación de pueblos eslavos del sur se desintegra. Los estadios "se convierten en sitios de expresión de oposición al régimen", explica el francés Loïc Tregoures, profesor de ciencias políticas y autor de una tesis sobre "Fútbol, política e identidad" en la ex Yugoslavia.

En Croacia, principalmente, se va al estadio a reivindicar un "nacionalismo croata reprimido". La rivalidad entre el Hajduk Split y el Dínamo Zagreb está a flor de piel, pero frente a los clubes serbios "ellos hacen causa común".

1990: la guerra

El 13 de mayo de 1990, la visita a Zagreb del Estrella Roja de Belgrado genera trastornos. El croata Zvonimir Boban se transforma en héroe nacional al pegar una patada a un policía al intentar ayudar a un hincha que era reprimido.

Ese episodio fue el más célebre, pero hubo otros tantos en ese año precedente al estallido de la guerra de independencia contra las fuerzas serbias (1991-1995, 20.000 muertos).
El bosnio Faruk Hadzibegic, hijo de Sarajevo, quiso creer hasta el final en el proyecto yugoslavo. Pero el 3 de junio, durante el último partido de preparación al Mundial de Italia-1990, el capitán de la selección yugoslava entiende que los silbidos del estadio Maksimir de Zagreb, apuntan a su equipo. En las tribunas se agitan los colores de la visita, Holanda, algo parecidos a los croatas.

A los holandeses les cuesta entender ese aliento que recibían. ¿Qué papel pudo jugar el nacionalista independentista Franjo Tudjman, gran amante del fútbol, elegido tres días antes como presidente de la República croata de Yugoslavia?

El 26 de septiembre, los jugadores del Partizán Belgrado huyen del césped del estadio del Hajduk Split, invadido por hinchas croatas, con la bandera cuadriculada al viento. Ese día caótico terminan quemando la bandera yugoslava.

El 17 de octubre, los croatas logran un golpe político con lo que consideran el primer partido de su selección. "Los croatas le habían mentido a la FIFA, diciendo que era una selección de futbolistas yugoslavos que iban a jugar", recuerda Loïc Tregoures. Pero la camiseta roja y blanca no engaña a nadie: está claro que Croacia vence en Zagreb a Estados Unidos (2-1) y afirma en la práctica su voluntad de abandonar el proyecto deportivo yugoslavo.

Sería falso decir "que la guerra vino de los estadios", relativiza Loïc Tregoures. Esos hechos dicen "que la federación yugoslava llega a su fin", no forzosamente "por la guerra".

Posguerra e identidad

La paz vuelve, la selección afianza la identidad nacional. Y a eso contribuye la participación en la Eurocopa-1996, pero sobre todo en el Mundial de Francia-1998, en el que termina en el último escalón del podio. Para el seleccionador de aquel entonces, Miroslav Ciro Blazevic, cercano al difunto Tudjman, "ninguna nación se identifica tanto con su selección como Croacia". "Nos reencontramos con nosotros mismos a través del fútbol", dice a la AFP. "Juega mi Croacia. Cuando te veo, mi corazón se enciende", cantan los hinchas en las gradas.

Excesos

Los resultados empeoran. Algunos hinchas denuncian el dominio absoluto sobre el fútbol croata de Zdravko Mamic, un hombre de negocios turbios que huye a Bosnia después de su reciente condena a prisión por malversación de fondos.

La situación se normaliza, la guerra de independencia se aleja, y se trabaja para superar las dificultades económicas de Croacia, que luego ingresa a la Unión Europea en 2013. "Los croatas ahora están seguros de sus fronteras, seguros de su fortaleza, ya no es más el país de la época de Tudjman", explica Loïc Tregoures.

En la arena internacional, los hinchas son señalados por sus excesos, como en Francia durante la Eurocopa-2016, o cuando los más ultranacionalistas voluntariamente entonan el saludo pronazi "Za dom spremni". En junio de 2015, hinchas dibujaron una esvástica sobre el césped del estadio de Split antes de un partido contra Italia.

"Todos juntos"

El Mundial ruso despierta el fervor nuevamente. Para el legendario Robert Prosinecki, los croatas aspiran "a la felicidad de estar otra vez juntos, de dejarse llevar por la euforia, de estar unidos". La ocasión está ahí "porque después de 20 años, estamos otra vez entre las mejores selecciones", afirma a la AFP el exinternacional croata.

En Zagreb, el júbilo es el de cualquier capital que celebra el triunfo de su selección. Aunque el domingo, la multitud coreaba el nombre del general Ante Gotovina,
figura central de la guerra de independencia.

El caso del básquetbol

El agosto de 1990 Yugoslavia se consagraba campeón del mundo de básquetbol en Argentina. En el medio del festejo, un croata entraba a la cancha con la bandera de su nación. Vlade Divac, capitán de aquel equipo y serbio, lo vio y le arrancó la bandera y la tiró al piso. Según él, para no mezclar la delicada situación política con el triunfo deportivo. Pero las imágenes trascendieron en casa. Al volver, los croatas lo trataban como un agresor. Su mejor amigo en el plantel, el croata Dazen Petrovic, dejó de hablarle. Enseguida estalló la guerra. Nunca pudieron volver a hablarse, porque Petrovic murió tres años después en un accidente de auto. La anécdota es narrada en el documental Once Brothers (Hermanos y enemigos), que el propio Divac produjo, y que emitió ESPN.

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