Como dijo el Chino Recoba, Walter no diferenciaba por apellidos o fama, simplemente ayudaba a todos. Su lugar de trabajo siempre fue un refugio de historias de vida. Una especie de confesionario donde los jugadores le contaban cosas que ni los técnicos sabían. Se las llevó para siempre. Walter no era mediático. Su perfil bajo lo llevaba a huir de las entrevistas. Atendió a Diego Maradona y al extenista John McEnroe. Fue amigo del mejor jugador del Mundial de 2010, Diego Forlán, pero nada lo cambió.
"No estudié, pero la psicología es la vida. Y vos tratás con muchachos jóvenes a los que le das consejos, porque el fútbol te da mucho en poco tiempo y hay que saber manejarse. Lo primero que les digo es que se compren un techo, después el auto. Pero es bravo bancar la exposición pública", le dijo a Referi en una de sus pocas apariciones públicas.
Walter Ferreira reunió miles de historias. Estas son algunas de las anécdotas del exquinesiólogo de la selección.
La fama de Walter Ferreira trascendió fronteras. Su labor era tal que muchos jugadores no se dejaban operar sin consultar antes a Walter. Por eso no llamó la atención que, a lo largo de tantos años de carrera, se diera el lujo de atender a personajes como Diego Armando Maradona y el extenista John McEnroe cuando estuvieron en Montevideo. Pero no fue todo. Muchos uruguayos se lo llevaron al exterior. Daniel Fonseca se lo llevó un mes a la Juventus de Italia y Javier Chevantón a Sevilla. Cuando Hugo De León, a quien Walter admiraba, fue a Morelia, no lo dudó, se llevó al quinesiólogo.
El momento más recordado por los uruguayos fue cuando Suárez marcó los goles ante Inglaterra en el último Mundial y corrió a abrazar a Walter Ferreira. El salteño contó: "Lloré mucho con él, porque fue un momento duro, complicado por todo lo que él vivió también (su enfermedad), por lo que me ayudó, por todo el sacrificio que hizo para acompañarme en todo momento y ni que hablar que mi mujer y mis hijos, que están para arriba y para abajo conmigo, se lo agradecen. Esas son cosas que no se olvidan".
"El momento más increíble lo viví en la selección, en las Eliminatorias, en Ecuador. Le dije al Canario García que, como capitán, tenía que hablar antes de entrar a la cancha. Y los juntó a todos en el túnel y arrancó: "Vamos a ganar porque estos no existen. Vamos Uruguay.... Empezó a llorar y entró llorando a la cancha".
A través de Leonardo Salvarrey se vinculó a Carrasco Lawn Tennis. Allí escribió algunos de sus mejores momentos en la Copa Davis. Pero no fue todo. Conoció a la familia Forlán y prácticamente vio nacer a Diego que lo recuerda siempre de buen humor. "A Walter lo conocí porque él iba a Carrasco Lawn Tennis, trabajaba ahí y tenía relación con mi padre. Lo increíble es que nunca está de malhumor", reveló Forlán a Referi. El delantero, cuando fue elegido como mejor jugador del Mundial de 2010, le regaló una réplica del Balón de Oro.
Walter Ferreira se confesó admirador del espíritu de los jugadores uruguayos. Hugo De León, el Vasco Ostolaza, Revelez –es un monstruo- Yubert Lemos, el Negro Méndez, Paolo Montero, Tío Sánchez, Darío Rodríguez, Varela, Regueiro, Canario García, Chengue Morales y muchos más. Esos son tipos que te dejan enseñanzas solo con la mirada", le dijo a El Observador.
Sebastián Coates recordó las charlas con Ferreira: "A Walter yo lo tengo en Nacional y ahora me toca en la selección y es un fenómeno, siempre ayuda a todos los jugadores, no importa el escudo que tengan. Es una gran persona. Es de aconsejar, más que nada en la sub 17 cuando teníamos más contacto y formaban parte de las charlas, te aconseja porque tiene muchos años de fútbol", reveló el defensa antes de viajar al Mundial.
Curiosamente en 1996, en el debut del Chino Recoba en Nacional, Walter terminó como entrenador. ¿Qué pasó? Expulsaron al técnico Miguel Puppo y a su colaborador Alberto Santelli. Y Walter terminó a los gritos con los jugadores.
En nota de julio de 2009 narró a El Observador el que fue su peor momento. Corría el año 1999 cuando el médico de Nacional, Javier Panario, llegó a la sanidad de Los Céspedes. Walter estaba atendiendo a Gustavo Varela. El médico estaba cansado, y Ferreira le dijo que se sentara en la camilla. Pero el hombre se desmayó. Panario sufrió un infarto. Walter intentó reanimarlo pero el médico murió en sus manos. "Lo más difícil fue avisarle a la familia", contó Ferreira. Tomé el teléfono y llamé a la casa. Dije que llamaba de Los Céspedes y pregunté con quien hablaba, me respondieron con la empleada, entonces le dije que necesitaba ubicar a alguien de la familia que no fuera su señora, porque falleció Javier. Y me dicen del otro lado: 'habla la señora'. Se me cayó todo, pero ella me dijo: 'Él murió donde más quería".
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