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Volver a la realidad

El confort en la tabla de las Eliminatorias y el invicto en el Centenario se terminaron con la magia de Neymar y la goleada de Brasil
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24 de marzo de 2017 a las 00:30

La desilusión del hincha del final subraya la imagen que marca la silueta del Uruguay de anoche. La de Maxi Pereira corriendo toda la noche atrás de Neymar. La de esos batalladores mediocampistas desbordados por el juego de sus rivales. La de un equipo que durante el primer tiempo no fue la expresión anímica de tantas noches en la que el espectador sintió orgullo por los celestes. La de la rebeldía tardía, que llegó a los 51' obligado por el segundo tanto de Paulinho y que se presentó más como una invitación a la goleada de Brasil que al empate de Uruguay, incluso cuando los dirigidos por Tabárez pusieron en aprietos a los visitantes durante unos minutos. La de un Godín que ya no lució como tantas veces promoviendo la reacción de los suyos con esas patriadas que identifican lo más puro del fútbol uruguayo.

La noche fue mala para Uruguay. Sería una exageración de definirla como terrible, porque al pasar el partido por un análisis más profundo hay que concluir que la realidad futbolística de Brasil, las limitaciones con las que jugó Uruguay por la suspensión de Luis Suárez, minimizan los efectos de una derrota 4-1 (que se ve patético), de otra caída ante Brasil y de un descenso (aunque sigue siendo segundo) en la tabla de posiciones.

Las 60.000 almas que le dieron un marco espectacular al Estadio Centenario, que invitaba a los futbolistas a regalar a esa gente un triunfo histórico, confiaban, como en el Mundial de 2014 ante Colombia y como tantas veces que, sin Suárez, Uruguay sería capaz de lograr otro milagro.

El espejo de la realidad devolvió otra imagen y un resultado que fue exagerado para el trámite del partido, pero acorde a la propuesta que planteó Tabárez para intentar dar vuelta el partido.

Esta vez no hubo fórmula capaz de frenar a los rivales que saben con la pelota en los pies. Esta vez no funcionó aquello de tratar de controlar y sufrir todo el partido para rescatar un empate o conseguir convertir un gol cargado de suerte, con una patriada individual o con un cabezazo de los defensas. Esta vez ganó Brasil, perdió Uruguay y se acabó el confort.

El gol de la ilusión



La primera imagen de lo que sería capaz de desplegar Brasil, la brindó a los cinco minutos el equipo de Tite. Maxi Pereira salió a buscar a Neymar en la cancha del rival, el de Barcelona lo desairó con esos firuletes que suele desarrollar con precisión de relojero y con el vértigo de un velocista, y el lateral lo corrió por 60 metros. Dejó solito a Philippe Coutinho, que puso una pelota que cruzó toda el área: Sebastián Coates falló en el despeje, Roberto Firmino se comió el amague, Diego Godín la vio pasar y Uruguay se salvó de milagro. Así, Brasil se presentó en el Estadio Centenario.

Sin embargo, dos minutos después, un centro sin mayor peligro de Arévalo Ríos se transformó en la jugada de atque perfecta por un error de Marcelo, que bajó la pelota de pecho, mal, la dejó corta y obligó a Alisson a cometer infracción a Edinson Cavani cuando endemoniado pisaba el área en busca de transformarse en el héroe. Un minuto después, a los 7', el de PSG transformó el penal en gol y dibujó en el marcador el sueño de un pueblo que creyó que en los milagros de la celeste y en la capacidad del equipo de Tabárez de escribir las historias más increíbles en el fútbol.

Aquella imagen de la perfección rápidamente se transformó en la de la frustración cuando Carlos Sánchez, se equivocó, entregó una pelota para atrás, corta, y Paulinho, que avanzó varios metros sin ninguna referencia de Arévalo Ríos, conectó un zapatazo que se coló en el ángulo y estableció el 1-1.

Hasta ese momento, Uruguay se había plantado en la cancha con una actitud defensiva, como suele hacerlo, pero con Cavani y Diego Rolan en ataque. Pese a que el de Bordeaux hacía el desgaste para atacar y defender, su tarea pasaba más por buscar el arco rival y controlar la labor de creación de Casemiro, ese jugador que se transforma en el generador del fútbol de su equipo desde la zona media. A partir del empate, el 4-4-2, se transformó en 4-5-1, con Rolan, Sánchez, Arévalo Ríos, Vecino y Cebolla, y con Cavani jugando como solitario delantero y, por su condición natural de sacrificado obrero al servicio de la celeste, también bajaba a defender.

Definitivamente Uruguay había asumido el compromiso de custodiar el arco de Martín Silva, pero sin la actitud que requería la situación. No existía el despliegue de otras noches.

De todas formas, con la pelota en los pies de los brasileños, que en el primer tiempo reflejó un contundente 70-30 de posesión para los visitantes, Uruguay no tenía aspiraciones ofensivas pero manejaba una situación que pasaba a ser crítica cuando Neymar se encendía. Maxi Pereira fue amonestado y en cada acción se destacaba aún más la estancia que tenía el jugador de Barcelona para hacer lo que mejor sabe a las espaldas de Rolan y de frente a un lateral derecho que sabía que tenía todas las de perder.

El segundo tiempo mantuvo la misma tónica. Silva salvó un tiro libre de Neymar, y luego un remate de Roberto Firmino, pero en el rebote apareció otra vez Paulinho para poner el 2-1.

Una invitación a la... goleada


Con la necesidad de salir a dar vuelta el partido, Tabárez tomó la acertada decisión de mandar a Cristhian Stuani por Rolan. Era el cambio que imponía la situación. La celeste sacó a relucir la rebeldía que suele caracterizarle y llevó el partido a la cancha de Brasil. Dos tiros libres fueron las mejores situaciones para los celestes, pero el visitante encontró el mejor escenario para desarrollar la versión perfecta de su fútbol. Uruguay atacaba, los auriverdes defendían bien posicionados en su cancha y contragolpeaban con la velocidad y habilidad de Neymar, particularmente, y en cada contragolpe se encendía el tercer gol, que llegó a través de Neymar, y el cuarto, en los descuentos de Paulinho.

Fue así que a su ritmo, Brasil terminó goleando 4-1, le dio a Uruguay un baño de realidad y le plantea la necesidad de salir a buscar el martes en Lima al menos un punto para reforzar sus aspiraciones de seguir recorriendo el clasificatorio para llegar a Rusia 2018 sin sobresaltos.

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