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Violencia, espiral sin final

Desde la quinta etapa del Apertura se multiplicaron los incidentes en las canchas, ya que hubo problemas en todas las fechas; incluso con hinchadas que jamás participaban en líos
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15 de noviembre de 2012 a las 20:23

Piedras Blancas. El sol calienta la tarde del domingo. La gente recorre nerviosa las calles de la feria. La parada del ómnibus es un hormiguero. El tránsito es un caos. Allá a lo lejos se divisa el 192. Se sacude. Adentro es un enjambre de hinchas de Peñarol. La puerta de atrás viene abierta. Se detiene. Aparece en escena un muchacho con cara de pocos amigos. Vocifera y por la puerta de adelante suben un joven con su novia. Ambos visten camisetas de Nacional. Llueven insultos. Nadie sabe cómo puede terminar el viaje...

Usted pensará que es la historia de todos los clásicos. No, esta es la historia de todos los domingos en los barrios. Ahí donde la gente no tiene más remedio que tomar el ómnibus para ir al Estadio. Y desde ahí se entra en zona de riesgo. Y no es con una camiseta. Es con todas.

La violencia en el fútbol es un flagelo que parece no tener final. En el Apertura que se está disputando se multiplicaron los hechos. Y la prueba más contundente es que, desde la quinta fecha en adelante, hubo problemas en todas las jornadas. De diferentes magnitudes, es cierto, pero problemas al fin que no hacen otra cosa que correr a las personas normales de los escenarios.

Pero lo peor del caso es que ahora hasta forman parte de estos problemas las hinchadas que jamás se caracterizaron por generar incidentes.

Central Español vivió una serie de inconvenientes en el presente campeonato.

El primero con una apretada a un árbitro en la puerta del Palermo, que fue denunciado.

El segundo fue interno, producto de insultos de los hinchas a los jugadores. Esto determinó la intervención del jugador Rodríguez y del técnico Gayol. Ambos debieron presentarse a declarar debido a que fueron denunciados por agresión.

La lista de los problemas generados desde la quinta fecha en adelante alarma.

Tome nota de los juegos donde hubo incidentes: Danubio-Progreso; Racing-Fénix; Cerro-Nacional; Central Español-Racing; Racing-Cerro; Central Español-Liverpool; Defensor Sporting- Danubio; Wanderers-Juventud; Nacional-River Plate; Fénix-Defensor Sporting; Peñarol-Defensor Sporting; Wanderers-Racing; Peñarol-Nacional. Demasiado.

La gran pregunta que surge es ¿qué se hizo para terminar con esta espiral de violencia que parece no tener fin?

Y la respueta tiene sabor a poco. Hay muchos ejemplos de hinchas que son detenidos y luego quedan liberados debido a que nadie presenta pruebas o son los propios dirigentes los que hacen la gestión para que sean liberados.

Pero esto no es todo. En muchos clubes los dirigentes apañan a los violentos otorgando entradas para que asistan a los partidos en forma gratuita.

En un país tan chico, donde todos se conocen, el ambiente de las tribunas queda reducido a la mínima expresión.

Para ser claros, en un club en desarrollo todos saben quién tiró la piedra el domingo.

Si se publica una foto en el diario, a la mitad los conocen. Entonces, no se explica por qué esta gente, que hace daño, no es radiada de los campos de juego.

En realidad hay razones y argumentos. El miedo es uno de ellos. En muchos clubes se convive con el miedo. Es que, atrás de la denuncia, viene la revancha. Que le pregunten al presidente de Independiente de Argentina, que la viene peleando contra la barra, que ya invadió su oficina para amenazarlo.

El hecho es que nadie está a salvo del problema. En todos los clubes hay un grupito y basta con que a uno se le salte la cadena para generar un problema.

Incidentes hay de todas las escalas. Desde una pelea entre dirigentes e hinchas de Danubio por la contratación de Juan Ramón Carrasco, pasando por la balacera entre hinchas de Racing y Cerro que terminó con un herido, hasta los más recientes. Primero, en el duelo Peñarol-Defensor Sporting, donde volaron butacas, petacas y piedras; luego en Nacional-River Plate, donde jugaron al tiro al blanco con el golero darsenero, y finalmente el clásico, cuando se descubrió un ómnibus donde se transportaban armas.

Esto parece no tener límites. Y cada vez es peor. Es que el campo de batalla se amplía. Lo que empezó con una simple separación de las hinchadas siguió con la tribuna Olímpica para una sola parcialidad. Y ahora hay otros frentes donde atacar. Los barrios y las redes sociales a través de las cuales muchas veces se concretan citas para enfrentarse o donde se jactan de banderas robadas.

Faltan cuatro fechas para el final del Apertura. Desde la quinta en adelante hubo problemas en todas las jornadas. La violencia en el fútbol sigue siendo una espiral sin final.

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