Los Teros plantaron un mojón de su historia

Se dijo hasta el cansancio: Los Teros necesitaban ganar este partido ante Canadá. Necesitaban tener un mojón en la historia de este grupo, un nuevo símbolo al cual abrazarse en algunos meses, cuando estén peleando por la clasificación al Mundial. No estaba claro cuál iba a ser la herramienta definitoria, pero seguramente tras la noche del sábado en el Charrúa, haya quedado claro: fue la defensa la bandera a partir de la cual el equipo se creció, confió y terminó cerrando una historia 17-13, la segunda en la historia ante los canadienses tras aquella inolvidable de la eliminatoria 2002.

Los Teros jugaron un enorme partido defensivo. A partir de allí dominaron, y es más: quizás defendieron demasiado y no atacaron cuando debían cerrarlo, por lo que tuvieron que sufrir hasta el final. Pero si hace tiempo que se le reclamaba a este equipo ganar el partido que debía, ése debe ser el balance.

Dominaron en el primero

El arranque del partido mostró algunas pautas claras, demostrativas de que era una final para ambos: bastante uso del pie y una enorme lucha en el breakdown, intentando enlentecer las pelotas rivales. Los dos lo lograron bastante, pero lo de Uruguay fue mejor en ese aspecto -Arata, Cat, Nieto, Freitas se destacaron-, pese a que empezó abajo 0-3.

El equipo de Meneses tenía la pelota pero no lograba quebrar, en parte porque el juego de manos abierto volvió a ser enredado y sin el ritmo necesario para ganar velocidad. Un line y maul que funcionó –cayó la efectividad respecto al partido pasado- generó un penal para el 3-3. Y luego, cuando los espacios no aparecían, fue Leandro Leivas que sacó un conejo de la galera: pateó una pelota casi en el touch, ganó en velocidad al fullback rival y luego cayó sobre la ovalada de espaldas, para apoyar luego y poner el 10-3 a los 20', que siete minutos después se transformó en 17-3 producto de otro line y maul que derivó en try penal.

Uruguay estaba en dominio del partido. Sin riesgo, sin gran volumen de juego, pero con el dominio de sus forwards, un buen uso del pie, y sobre todo una gran defensa que anulaba a Canadá. Sobre el final del primer tiempo la visita logró salir un poco del asedio, pero cometió una enormidad de errores de manejo o de toma de decisiones. El equipo celeste tampoco aprovechó eso; más bien se prestaron la pelota, y así el primer tiempo se fue con un 17-3 que dejaba la sensación de que si Los Teros se serenaban y sabían manejar el partido, lo podían liquidar.

Se quedó en el segundo

Eso no pasó en la segunda parte. A los seis penales cometidos en el primero tiempo –tres en los últimos 10'- se sumaron otros tres de movida, lo que le dio a Canadá la chance de, con muy poco, ubicarse en terreno celeste y conseguir una amarilla para Albanell, y otro penal para acercarse 17-6.

Uruguay no supo leer el partido en ese complemento. Porque no supo salir de su campo: cuando usó las manos fue inocuo, y cuando usó el pie no lo hizo bien, dándole al rival la chance de venirse una y otra vez. Claro, los Canucks siguieron errando en ataque, pero cada vez daban la sensación de ir quebrando un poco más a un Uruguay que sentía el desgaste de defender y defender –¿le suena a las dos primeras fechas?-.

Alguna pesca heroica de Lijstenstein o alguna pelota trabada de Nieto daban la chance de volver a ir a campo rival, pero otra vez, la misma sucesión de pelotas mal jugadas o kicks que volvían. Así y todo Uruguay tuvo una chance de penal a los 55' a través de Cat, pero se le fue ancha.

Fue defender y defender. Canadá marró un penal y una increíble chance de try por knock on en la última jugada. Pero ni eso permitió salir. Con tanta defensa, pero sin ataque, llegó una amarilla mal sacada a Lamanna por tacklear sin los brazos –cuando lo había hecho- y poco después, a los 75' el try canadiense a la salida de un line, para el 17-13.

Entonces, en el final, hubo que defender con las uñas, con las garras y con el alma. Quizás era el destino: que este equipo se tatuara la palabra DEFENSA, como para acordarse siempre de que las dudas defensivas de 2017 pueden convertirse ahora en el exacto opuesto: un equipo que tenga una parte grande de su identidad en la defensa, para afirmarse allí y luego ir a buscar todo lo otro. Como lo fue durante mucho tiempo, y que por momentos parecía quedar de lado mientras el equipo hacía hincapié en mostrar de que podía tener un juego ofensivo.

Y el partido se ganó con defensa, nomás. Y por eso mismo, Los Teros no se olvidarán de esta noche. Ahora habrá que retomar la intensidad de los otros puntos del juego, sobre todo el ataque, y sobre todo ante Chile, para cerrar bien arriba la Américas y mostrar autoridad antes de la Eliminatoria. Y darse cuenta de que el protagonismo no se puede ceder cuando se tiene el dominio.

Para todo eso estará esta semana y todos los meses que vengan. Lo que es claro que en el Campus, Los Teros plantaron un mojón.