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Una recorrida por el US Open, el Grand Slam sexy

El Observador recorrió por una semana el torneo más seductor del mundo tenis, donde todo está pensado en función del espectáculo
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02 de septiembre de 2014 a las 20:34

Disney. A quien lo haya visitado, el gigantesco complejo de diversiones de Orlando se le vendrá a la cabeza casi al instante al llegar al centro Billie Jean King de Tenis en Flushing Meadows, donde se disputa el US Open. Como al sur de EEUU, en Nueva York miles pasan el día -o las dos semanas- en el centro, y compran una entrada que les habilita a entrar a las diferentes atracciones. Familias enteras se aprontan y mapa en mano recorren cada estadio, mientras otros apuntan a una en particular para casi no moverse. La mayoría mira 15 minutos de tenis hasta que termina un set, y arranca para otro. Un poco de tenis por acá, otro por allá, una compra, una comida, para irse al final del día cargados de bolsas, y de tenis.

Es el Gran Slam más sexy. Porque si Australia tiene lo exótico, si Roland Garros tiene el glamour, si Wimbledon tiene la tradición, el US Open tiene todo lo que puede pedir el siglo XXI: diversión, adrenalina, tecnología y cada instante pensado desde el show.

Como todo lo yanqui, el US Open está hecho para disfrutar. Desde los avisos de la línea 7 de subte -el método más fácil para desplazarse-, que se toma en Times Square y deja a los hinchas en la puerta. Allí los esperan voluntarios que ofrecen la guía del torneo, o un centro de reventa oficial para evitar el mercado ilegal.

El US Open es tenis, pero es mucho más, como un enorme shopping donde se puede comprar todo el merchandising imaginable, o espectáculos a cada paso: de repente, en el medio de la tarde se monta un escenario donde aparece el legendario Nick Bolettieri, dueño de la academia de tenis más grande de EEUU, que agarra el micrófono y explica los fundamentos del tenis actual. O es el día del veterano, en el que reluce el orgullo nacional.

Hablando de patriotismo, el US Open es un milagro de supervivencia, porque ha superado la crisis del tenis estadounidense. En este torneo apenas dos tenistas (John Isner y Sam Querrey) superaron la segunda fase, algo que solo había ocurrido una vez en 15 años. Lejos están las épocas de McEnroe, Connors, Chang, Agassi, Sampras o Roddick, que llenaban estadios. Dinero hay, pero los diamantes no aparecen. Algunos, como el productor de ESPN que organiza la recorrida para los periodistas, explican en que los súper atletas universitarios apuestan a deportes que les aseguran millones relativamente rápido, y no a la sacrificada carrera de tenista, en la que sólo los top 20 ganan dinero como para vivir sin sobresaltos luego del retiro.

El US Open también es ruido. Ese ruido, que en el resto del tenis es un insulto a la concentración, convive con los jugadores. En el estadio principal Arthur Ashe el murmullo es permanente, y el juez solo pide silencio cuando los hinchas gritan en medio de los puntos. En el match Sharapova-Lisicki todos los gritos apuntan a la belleza de la rusa. “Maria te amo”, grita un hincha tres veces, y el juez de silla responde: “Creo que ya entendió el mensaje”.

El ruido también es mayor aún en las canchas chicas, donde la gente pasa caminando por el costado. El sábado en cancha 11 juega Martina Hingis, y todos los que pasan voltean la cabeza sorprendidos y se quedan un rato a ver a la exniña prodigio, que con 19 años ganó cinco Grand Slam, que se retiró a los 22 agobiada por lesiones, y tocó fondo en 2007 por un positivo de cocaína.

Las estrellas saben que la empatía con la gente es clave, y piensan cada paso. Desde la visita a los shows de TV de Jimmy Kimmel o Jimmy Fallon, a sus declaraciones: Tras ganarle a Lisicki, a Sharapova le preguntan como será su rutina de descanso esa noche, y la rusa se gana la ovación: “Espero que me hagan algunos masajes.. y que alguien me abrace”. Sin llegar a eso, tras ganarle a Querrey, Djokovic pide una ovación a los cinco hinchas que desde la última fila de asientos lo alentaron: “Reconózcanle el mérito, cantaron todo el partido!”.

Nole es el rey del show. Ya lo había hecho en el Masters de Londres, cuando invitó con torta de chocolate a los periodistas. Y tras ganarle a Querrey va hasta la conferencia, responde las pregunta de rutina, y cuando el empleado de la organización anuncia el “no more questions”, el serbio sorprende invitando al frente a una niña de 9 años, hija de un amigo y que cantó en su reciente boda. “Quiero que le hagan preguntas. Pronto será una estrella, toca el piano y canta”, cuenta el serbio en un escenario insólito, con apenas 15 periodistas como testigos, ya que la mayoría está cubriendo otros partidos. Son los efectos colaterales de la avalancha de tenis, que llevó a que Thomas Berdych llegara a su conferencia de prensa y se encontrara con que no había periodistas esperándolo.

En definitiva, el centro del US Open no son tanto los tenistas. Es el show, que tiene vida propia.

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