Si perdía se iba solo, si empataba lo cesaban y si ganaba, pero no convencía, posiblemente también. Después de una semana agitada por un clásico –amistoso– perdido y una goleada –con suplentes– sufrida,
Leonardo Ramos tenía 90 minutos para convencer a la dirigencia de
Peñarol de seguir siendo el entrenador del equipo. Y lo logró.
El aurinegro goleó 4-0 a El Tanque Sisley y arrancó con buen pie el Torneo Clausura.
Como para despejar los fantasmas de una pretemporada sin goles y sin volumen de juego.
El Tanque Sisley fue un rival hecho a la medida de la recuperación aurinegra. Por sus propias limitaciones pero también por la postura que asumió en la cancha: refugiarse durante 90 minutos.
Con tan poco, le alcanzó para plantearle a Peñarol dificultades en los 45' iniciales.
Primero porque el aurinegro fue prolijo con la pelota, pero no profundo como para generar espacios ante las dos líneas de cuatro que recostó El Tanque sobre su campo. Y después porque al aurinegro le costó retroceder rápido de defensa a ataque y con la velocidad de transición de Lucas Tamareo y la habilidad de Enzo Herrera, el equipo del Tola Antúnez puso en jaque la ventaja rápida que el aurinegro sacó a los 7' a través de un penal del Cebolla Rodríguez.
Un remate de afuera del área de Ademar Martínez y un cabezazo del argentino Alexis Ramos obligaron a Kevin Dawson a realizar un par de atajadas fundamentales en el primer tiempo.
La tempranera ventaja que sacó Peñarol fue clave para que el factor nervios no repercutiera en el ánimo de un equipo que llegaba cascoteado.
Peñarol tuvo una franquicia que no supo explotar: libertad absoluta para que Guzmán Pereira y Walter Gargano sacaran la pelota limpia del fondo e iniciaran los ataques a voluntad.
También tuvo buenas intenciones en el 4-2-3-1 que plantó el entrenador.
Movilidad constante de Maxi Rodríguez para buscar espacios a espaldas del doble 5 rival (Martínez-López). Juego asociado propuesto por el argentino junto al Cebolla y Mathías Corujo. Criteriosas subidas de Lucas Hernández por izquierda (no así de Guillermo Varela por derecha). Un 9 grandote, Lucas Viatri, que en vez de ir al choque a cometer faltas innecesarias, las generó a favor y descargó con criterio con buen pivoteo.
El problema fue que esas intenciones no estuvieron acompañadas de la intensidad necesaria que el equipo necesitaba. Por eso, más allá del gol de penal, el equipo no generó ninguna otra ocasión de riesgo.
Todo cambió en el segundo tiempo. El equipo apretó la marcha y aumentó el ritmo. Y los que cambiaron su postura fueron los dos volantes centrales. De ser organizadores y pasadores, ambos entraron decididos a dar un paso al frente y llegar al área rival para activar el factor sorpresa.
Así se soltó Guzmán Pereira a los 54' y generó espacios por izquierda que le permitieron a Hernández sacar un centro limpio. La peinó Viatri –marcado por el 1,97 m de Santiago Fosgt– y Maxi Rodríguez selló su primer gol con el carbonero.
Se vació El Tanque. El equipo agazapado a la espera del error rival o el espacio nacido fruto de una situación de desesperación, no tenía argumentos para salir a buscar el partido.
Ramos, consciente de que la victoria estaba asegurada, fue por más. Como un deudor que agarra un pesito de más y corre al banco a tapar los agujeros de sus deudas. Mandó al Lolo Estoyanoff en lugar del lateral Varela y pasó a Corujo a la defensa.
Una gran triangulación ofensiva por izquierda, con Gargano lanzado decididamente al ataque, terminó en una asistencia del Mota que el Cebolla empujó para el 3 a 0.
Después fue tiempo para el ingreso de Diego Rossi. Más velocidad para afrontar la recta final del juego donde El Tanque, más por amor propio que por convicción, se adelantó en procura de un gol que decorara el desenlace final.
Pesó más el espacio para el juego rápido de Rossi y del Lolo, quien tras gran pase del primero, le puso el moño a la goleada.
¿Es medida El Tanque para determinar si Peñarol está recuperado? No. Pero sí alcanza para que el crédito de Ramos se extienda. Por lo menos una semana más.