Dilma Rousseff inaugurando el tercer estadio para Brasil 2014.

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Un Mundial en dos países

Brasil organizará el Mundial de 2014 en sedes de temperaturas diametralmente opuestas y recorridos que pueden pasar los 6.000 kilómetros solo en la primera fase
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14 de noviembre de 2013 a las 16:13

Durante la última Copa de las Confederaciones, una entrada en el menú de la próxima Copa del Mundo de Brasil, Diego Lugano se quejó de la distancia que había entre el hotel de Recife donde se hospedó la selección uruguaya y el campo de entrenamiento: “Demorar tanto en ir y volver no estaba previsto; honestamente, cansa mucho y es algo que tiene que mejorar, no queremos un hotel cinco estrellas, ni una atención VIP, sino un campo de fútbol para poder entrenar”, dijo el capitán celeste. Debido al tránsito el plantel uruguayo demoraba más de una hora y media para ir a entrenar. Expresó que sus críticas fueron “constructivas” y pensando en el Mundial.

Días atrás, Oliver Bierhoff, manager de la selección de Alemania, expresó que “las distancias y el clima diferente son los principales puntos a tener en cuenta. Las demandas hacia los jugadores van a ser extremas” en Brasil 2014. Agregó que recogió información de técnicos y jugadores después de la Copa Confederaciones y “me asusté un poco”.

Las distancias y los extremos en las temperaturas del territorio brasileño (48 veces más grande que Uruguay) hacen que parezcan dos países en uno. De las 12 sedes que se utilizarán durante el torneo, el trayecto más lejano es de 4.500 kilómetros desde Porto Alegre a Manaos. La temperatura mínima durante junio y julio (los meses del Mundial) en Porto Alegre alcanza a -3 ºC y en Manaos 18 ºC.

Este es un tema que preocupa a los entrenadores, ya que depara complicaciones logísticas para varias selecciones, que deberán viajar hasta unos 6.000 kilómetros para disputar los partidos de la primera fase, dependiendo la llave que le toque en el sorteo, que se realizará el viernes 6 de diciembre en Bahía.

Brasil disputará el 12 de junio de 2014 el partido inaugural en San Pablo por el grupo A, luego en Fortaleza y el tercero en Brasilia. Si finaliza primero en su grupo, solo jugará en el estadio Maracaná de Río de Janeiro en la final, el 13 de julio, con 9.000 kilómetros en avión recorridos en menos de un mes.

Folha de Sao Paulo calculó que si una selección le arrebata a Brasil el primer lugar del grupo A, estará condenada a recorrer 11.571 kilómetros, casi un viaje intercontinental, pero en espacio de un mes, en caso de llegar a la semifinal.

El equipo más beneficiado será quien termine como cabeza de serie en el grupo H, que se concentrará en la región sudeste, con juegos en Belo Horizonte, Río y San Pablo, escapando de las distancias continentales.

No solo eso: también evitará la diferencia de clima en un país que en invierno tendrá frío en Porto Alegre y Curitiba y temperaturas superiores a los 30 grados centígrados en el noreste y en la Amazonia.

Brasil propuso un número inédito de sedes, tres más que en Sudáfrica 2010: la matemática de la FIFA condenó al cabeza de serie del grupo D, que deberá recorrer en avión 6.074 kilómetros para jugar en Fortaleza, San Pablo y regresar a Natal, en el extremo noreste conocido como La Esquina de América.

El grupo D sería el más complicado, seguido por el A, de Brasil, con 5.505 kilómetros para el cabeza de grupo, mientras al margen del H –el menos viajero, con 863 kilómetros– el resto de los grupos oscilan entre 2.000 y 3.000 kilómetros recorridos para los equipos cabeza de serie.

La mitad de las ciudades repetirá del Mundial de 1950: Río de Janeiro, sede de la final en ambas ocasiones, San Paulo, Recife, Porto Alegre, Curitiba y Belo Horizonte. Para las otras seis, será toda una novedad: Brasilia, fundada una década después de aquel Mundial, las norteñas Fortaleza, Natal y Salvador, la amazónica Manaos y la occidental Cuiabá, que obligarán a enormes desplazamientos incluso superiores a los del Mundial de Estados Unidos 1994 y de Sudáfrica 2010.

En su trasiego entre partido y partido, los equipos y seguidores serán testigos de un Brasil heterogéneo y podrán medir las diferencias, tanto culturales como urbanas, que dibujarán el Mundial probablemente más diverso que se recuerde.

Por ejemplo, se podrá comparar la cosmopolita Sao Paulo, la mayor urbe de Sudamérica, cuya área metropolitana suma 20 millones de habitantes, y Cuiabá, una pequeña ciudad rural enclavada en medio de un casi continuo paisaje de haciendas de soja.

Tampoco será para menos el contraste entre las ciudades del sur, con índices de desarrollo humano equivalentes a los de los países europeos, con el empobrecido norte del país.

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