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"Un Cristóforo sale campeón"

Federico, que se hizo golero de casualidad, la pelea sin representante en Progreso; Sebastián, que fue llevado por su hermano a Peñarol, está al día y es representado por Casal
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06 de marzo de 2013 a las 17:55

El día y la noche conviven en una misma casa. Uno regresa con comentarios de que ingresa a la concentración y lo esperan con la indumentaria adecuada. Tiene no menos de tres pares de botines. El otro le comenta que se cambia en un vestuario de medidas reducidas chocando codo a codo con un compañero. Con suerte contará con dos pares de zapatos.

Uno habla de que percibe religiosamente los salarios y, para el caso de que llueva, entrenará con total normalidad porque el club dispone de varias canchas. Su hermano responde diciendo que la pelea mes a mes por el sueldo y si llueve le puede tocar entrenar, como ya sucedió, en un estacionamiento, porque el club no tiene cancha disponible.

Para el caso de que hablen de una posible transferencia: uno es representado por Francisco Casal; el otro no tiene un empresario que maneje su carrera futbolística.

Los Cristóforo. Una vida dedicada al fútbol que se inició por el mismo camino y que hoy recorren por veredas diferentes. Uno en la inmensidad de Peñarol, el otro en la humildad de Progreso. El día y la noche conviven en la misma casa.

Los hermanos dieron sus primeros pasos en el fútbol en el club Santa Rosa de Shangrilá. Federico marcó la cancha jugando como volante y Sebastián siguió el mismo camino.

“Mamá iba a todos lados con nosotros en el baby fútbol. Federico se hizo golero y por ahora parece que embocó. Antes jugaba en el medio. Tenía un poco de las dos, marcaba y jugaba bien. Acá me dice que él era mejor (sonríe Sebastián mientras su hermano grita de fondo) Pero el arco era lo que le gustaba”, reveló el volante de Peñarol a El Observador.

A lo que Federico responde: “Soy golero de casualidad. Resulta que un día el golero se cambió de liceo y no había quien atajara, por lo que me ofrecí y me puse el buzo. Como me gustó no abandoné más el puesto. Me inicié en la séptima de River donde jugué medio año y después me fui a jugar un año al fútbol sala hasta que apareció Peñarol donde estuve siete años hasta que me fui a Huracán (Paso de la Arena)”.

La historia marca un quiebre cuando el mayor de los Cristóforo llevó a su hermano Sebastián a entrenar en el club.

“Yo estaba en casa y empezaban las prácticas de aspirantes de Peñarol y fui un lunes con Federico al Parque Roosevelt, a las canchas de la Liga Universitaria para probarme y quedé enseguida”, recuerda Sebastián. El golero Federico lo reafirma: “A Seba lo llevé a la séptima de Peñarol cuando el técnico era Fabián Coito, que ya lo conocía de la selección de baby fútbol”.

Desde aquel entonces los fines de semana comenzaron a ser futboleros a pleno. Los sábados jugaba el mayor y los domingos de mañana el menor. Y allá marchaban todos a la cancha que tocara.

Hasta que Federico decidió probar suerte en Huracán. Y le terminaron complicando la vida a la mamá. “Ah, se le complica cuando jugamos el mismo día porque tiene que decidir a cual de los dos va a ver. Generalmente opta de acuerdo a la importancia del partido”, contó Federico.

Las diferencias

Convivir en el mismo hogar les permite a los hermanos futbolistas compartir las vivencias y experiencias diarias. A Sebastián no le falta nada en Peñarol. Federico la debe pelear en Progreso.
“Hay diferencias en todo lo que tiene que ver con la repercusión y por supuesto que tienen otras comodidades y elementos para entrenar. En los salarios hay diferencias muy grandes. Nosotros la estamos luchando. Los compañeros me dijeron que si llueve se entrena en un estacionamiento, pero a mi no me sorprende nada porque vengo de Huracán”, expresó el golero.
“Los problemas económicos que pueden padecer ellos en Progreso forman parte del mundo del fútbol. Forma parte del hambre del jugador porque va en uno si falta o no falta. Pero Federico ya pasó por Huracán y salió adelante”, comentó Sebastián.

Por razones de edad, se llevan cuatro años, nunca jugaron juntos, salvo en algún fútbol 5 donde el mayor en algún entrevero “tuvo que sacar la cara por mí”, reconoció Sebastián.

Con las comidas hay régimen especial. Por un lado la comida de los hermanos profesionales, y por otro la de la mamá.

“En casa cuando los dos ganamos no pasa nada, pero si uno pierde el ambiente ya no es el mismo. Hay que saber respetar el silencio del que pierde”, reveló Sebastián, el volante de Peñarol.

Pero el presente no brinda espacio para los silencios. Hoy son más las alegrías que las tristezas. Es que Progreso es líder sorpresivo del Clausura y Peñarol pelea a dos frentes y se aleja en la tabla Anual. Hay algo que tienen claro: “Un Cristóforo sale campeón. Tenemos dos chances”.

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