Tite nítido, en la imagen de la goleada ante Argentina; el equipo de Bauza fue una sombra

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Tite-Bauza, la anarquía y el juego de los opuestos

Los dos asumieron en la misma fecha pero su carácter, formación, propuesta y manejo hundieron a Argentina y catapultaron a Brasil
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30 de marzo de 2017 a las 05:00
Las Eliminatorias Sudamericanas son el certamen más complicado para cualquier entrenador, por la diferentes complejidades que plantea a nivel de clima, distancias, rivales y porque al extenderse durante años los ciclos de rendimientos colectivos o individuales sufren variaciones.

Es por eso que los entrenadores se enfrentan al dilema de tener la posibilidad de elegir a los mejores de cada país pero tener poco tiempo de trabajo en cancha para plasmar la idea.

Cuando se dirigen potencias como Argentina o Brasil las capacidades o incapacidades salen a flote más rápido de lo que se cree.

Es el caso de Tite y Bauza, quienes asumieron en la misma fecha de Eliminatorias y al cabo de ocho jornadas la realidad los encuentra en polos opuestos a nivel de rendimiento y de resultados.

La crisis de Argentina

Un equipo que fue finalista de las últimas dos Copa América, que tiene al mejor jugador del mundo y una variedad de futbolistas de elite no puede penar por un quinto puesto, salvo que la anarquía haya consumido las estructuras de la AFA, que la muerte de Julio Grondona –o su eventual encarcelamiento pos FIFAGate de no haber fallecido– trajera aparejada escenas dantescas como un empate en AFA con 75 votos y un resultado de 38-38 o que la desorganización se traslade al campo.

Luego de la renuncia de Gerardo Martino la AFA designó a Bauza por descarte como resultado de un casting que tuvo mucho más de show televisivo que de búsqueda de perfiles y tras las negativas de Jorge Sampaoli, Diego Simeone y Marcelo Bielsa.

Bauza Argentina
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Bauza, un fundamentalista del equilibrio táctico en desmedro de la libertad de los talentosos, llegó con cartel de DT rígido, disciplinado y resultadista. Sus dos Copas Libertadores en Liga de Quito y San Lorenzo lo avalaban.

Sin embargo en ocho fechas no se vio ninguno de sus atributos y Argentina se volvió un equipo anunciado, repetitivo y vulnerable, castigo supremo para un resultadista desnudo ante el público por la falta de resultados.

En el manejo de un vestuario lleno de egos, Bauza asumió la estrategia mediática de buscar un enemigo en una prensa argentina sedienta de sangre para alimentar el show y ponerse como blanco de todas las críticas para quitarle presión a los jugadores. Ese intento torpe fue la gota que colmó la paciencia de Messi y compañía.

El renacer de Brasil

En un Brasil igual de convulsionado políticamente, con José María María Marín preso, un Mundial nefasto que terminó de eyectar a Luiz Felipe Scolari y dos Copa América vergonzosas que dejó a Dunga sin trabajo, Tite llegó al cargo con el pergamino de haber obtenido la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes de 2012 con Corinthians. Luego de un año sabático, donde se dedicó a viajar y entrevistarse con entrenadores de clubes más encumbrados como el italiano Carlo Ancelotti en su etapa en Real Madrid, volvió a Corinthians para seguir cosechando títulos antes de su llegada a una selección que venía en picada.

Luego de un año sabático, donde se dedicó a entrevistarse con entrenadores de clubes más encumbrados como el italiano Carlo Ancelotti en su etapa en Real Madrid, volvió a Corinthians antes de su llegada a una selección que venía en picada.

Lo primero que hizo Tite, a diferencia de Bauza, fue limpiar el plantel y apostar a la consolidación de Allison, Marquinhos, Miranda, Casemiro, Paulinho, Willian, Coutinho, Firmino y Gabriel Jesús, que entendieron a la perfección el rol de acompañar a Neymar y potenciarse colectivamente a través de la construcción de una idea, algo opuesto a lo que ocurre en Argentina, cuando los compañeros de Messi le dan la pelota para librarse de todos los demonios.

Brasil modificó el contenido para luego cambiar de envase y mostrarse como un equipo renovado en sus intenciones, cambió fricción e intensidad por posesión y profundidad y se apegó a una identidad que parecía perdida.
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Sin maniobras mediáticas ni ponerse gente en contra, Tite entendió que Brasil debía hacerse respetar a través del juego asociado y transformó a una selección dormida en el equipo más temible del continente.

¿Cómo lo hizo? Construyendo liderazgos, potenciando valores existentes, borrando rasgos tóxicos de los procesos anteriores y dándole prioridad siempre a la pelota que, en definitiva, decide casi siempre la suerte de los hombres.

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