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Tiemblen, la bestia está suelta

Luego de la inédita sanción impuesta por FIFA, Luis Suárez regresó a la celeste y dejó en claro que sanó sus heridas y vuelve a meter miedo
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26 de marzo de 2016 a las 01:02
Enviado a Recife, Brasil

Luis toleró lo que ningún futbolista en el mundo. Fue humillado al ser sacado del Mundial de Brasil como si fuera un terrorista. Le impidieron tener contacto con sus compañeros como un enfermo que puede contagiar a los demás.

Los señores de traje y corbata de la FIFA, que metieron la mano en la caja fuerte y se quedaron con dinero que no les correspondía, sonrieron creyendo haber "matado" al mañero Suárez.

Los uruguayos se imaginaron a don Joseph Blatter tomando whisky y fumando un habano con una sonrisa dibujada en el rostro.

Pero jamás soñaron los personajes de la FIFA que Luis, herido en su sentimiento, lastimado en lo más profundo de su alma, esperaba su momento.

Fue un año y nueve meses de profundo dolor. De lágrimas en los ojos. De refugio familiar. Y de pequeñas alegrías brindadas por el club donde siempre soñó jugar. Pero al hombre le faltaba algo para tener la felicidad completa.

Marzo de 2016 quedará para siempre grabado en su memoria. Lloró emocionado ante cámaras en un programa de televisión. Sintió de cerca el cariño de la gente cuando volvió a Uruguay. Y aún quedan cosas por vivir. Su vuelta al Centenario será inolvidable.

Pero claro, hasta ahora, todo era mediático y de palabra. Faltaban los hechos. Demostrar en la cancha que aún sentía lo mismo por la camiseta de su país.

La parada para volver no era sencilla. Brasil en su casa. Con todo lo que ello implica. Antes de empezar recibió la noticia de que sería el capitán del equipo. Un premio, un reconocimiento, una caricia al alma.

Pero su inmensa alegría se empezó a derrumbar a los 40 segundos cuando Brasil se puso en ventaja. Y 25 minutos después pensó que viviría una pesadilla similar a aquella de Barranquilla del pasado proceso donde no fue por estar suspendido.

Pero bastó que Luis comenzara a tomar contacto con la pelota para empezar a generar una corriente que solo el salteño es capaz de generar. Amenazó a los 11 minutos luego de un centro de Sánchez que por poco no alcanzó a conectar.

Sobre la media hora, después del descuento, se animó a probar por arriba del golero adelantado.

Luis se empezó a soltar con el paso de los minutos. Sobre la hora del primer tiempo apareció el jugador en todo su esplendor.

Tomó una pelota por el callejón central y metió un pase de gol a Sánchez.

Uruguay se fue al descanso con la clara sensación de que estaba en el partido.

Y Luis le terminó de devolver la ilusión al equipo de Tabárez. Apenas transcurrían dos minutos de la parte complementaria cuando fue por una pelota metida en profundidad por Palito Pereira.

Cuerpo a cuerpo fue David Luiz, pero Suárez es su pesadilla. Metió el físico, aguantó al defensa, y le pegó cruzado para decretar el empate de la celeste.

¡Vivo! Pareció gritar Luis en lo alocado de su festejo del gol con recuerdo para Walter Ferreira como lo había prometido.

¡Vive! Pareció gritar todo un país que desde 2014 está embanderado con un jugador como jamás ocurrió en el país.

A partir de ese momento el juego se hizo de ida y vuelta. A matar o morir. Y Luis fue protagonista, con su estilo. Libre, claro, como siempre. Pero maduro para darse cuenta de que ya no puede cometer determinados excesos.

Que su estrella es mundial y todo lo que haga será seguido con ojos clínicos. A los 55 recibió amarilla por dejar una pierna arriba.

Con el empate, Uruguay modificó su esquema. Se refugió un poco más en el fondo y dejó a Luis allá arriba como un puñal.

Y Brasil lo empezó a padecer y David Luiz, un zaguero que no brinda garantías, lo volvió a sufrir. A esta altura mira una foto de Suárez y no duerme.

Y Suárez se sintió como pez en el agua. Ese es el juego que más siente. El cuerpo a cuerpo, la pelea, acomodarse, sacar faltas y tener la visión necesaria para meter pelotas de gol.

Una de ellas fue a falta de siete minutos. Luis recibió por izquierda y dejó a Stuani de cara al gol.

El tiempo se fue consumiendo. Pero, como con Luis no hay paz ni descanso, a cinco de terminar David Luiz le regaló una pelota, se fue sobre el arco y su remate lo salvó el golero en una acción que podía haber significado una victoria histórica. Volvió Luis. Atrás quedó la sanción más dura de la historia. El mundo tiembla, la bestia vuelve a estar suelta. l

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