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The Cure en una noche amplificada y masiva

El frío y el tamaño del estadio de River no le hizo bien a los éxitos íntimos de los británicos que igual conmovieron
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15 de abril de 2013 a las 18:05

Hubo que esperar 26 años para poder ver a The Cure en la región luego de los desmanes ocurridos en aquella, su primera visita. Incontables generaciones de Darks, Indies y Listillos invadieron el estadio de River Plate para festejar el pop por momentos ominoso, por momentos festivo, pero siempre intenso, profundo y hasta vigente en lo experimental de la banda de Robert Smith junto su fiel ladero Simon Gallup. Unos 40 mil feligreses que ya cambiaron sus remeras negras y borecegos de cuero con punta metálica por remeras, camisas de colores, trabajos estables y buenos alimentos conmemoraron emocionados una misa de 40 canciones de la banda que popularizó el pop gótico con ribetes oscuros y que, por qué no, influenció en mayor o menor medida con su sonido y estética a bandas como Soda Stereo, Sumo y Buenos Mucachos, entre otros.

El marco
Ya el marco de un estadio de fútbol como el de River Plate para ver una banda de pop sensible que no se caracteriza por su histrionismo ni abunda en demagogias ni gestos grandilocuentes era a priori desalentador. A esto se sumó un sonido errático e inestable del que solo pudieron disfrutar (por momentos) los afortunados y valientes que estaban en el campo, cerca del escenario. Peor suerte corrieron los plateístas y asistentes ubicados en las tribunas populares, que debieron soportar un sonido empastado, bajo de volumen y con muchos rebotes de notas.

Y entonces, a todo eso se sumó el frío, que parecía venir del norte con Robert Smith e invadió la ciudad como empecinado en recordar que The Cure se escucha a esas temperaturas, en noches cerradas y oscuras. Se vio gente desesperada buscando un lugar decente donde refugiarse del frío y donde a la vez el audio le dejara, por lo menos por un rato, rememorar aquellos años en que las perlas pop que salían ahora deformes de los parlantes lo llenaran de recuerdos. Convertido The Cure en un evento de consumo masivo, difícil pensar en una peor presentación del producto.

El concierto
Pero también tocó The Cure, entregando lo prometido: hits inoxidables, alternativos, épicos y oscuros con largas experimentaciones sonoras. Una catarata de buena música en un a especie de playlist en vivo de factura impecable, que se hubiese lucido mejor en un teatro o, al menos, en un estadio cerrado. Una suerte de primera parte de una hora comenzó con Plainsong del emblemático disco Disintegration y en el que mediaron con amabilidad gemas como Lullaby y Lovesong para luego cerrar con los éxitos In Between Days y Just Like Heaven. Lo que vino luego fue más de una hora con lo más intenso de la banda, en el marco una lista de temas no apta para neofitos: los que conocían a The Cure solo por sus hits radiales o de discoteca no tuvieron más remedio que resignarse a esperar helados o huir desesperados, como ocurrió con la mayoría de los plateístas y plateístas vip cuando el concierto promediaba las dos horas. Fue una pena porque en ese punto la banda se lució con interpretaciones impecables de joyas como Want, Fascination Street, One Hundred Years y Wrong Number para hacer el falso final del concierto con Disintegration, nada menos.

Luego de unos falsos bises con las intensas The Kiss, If Only We Could Sleep Tonight y Fight llegó un tercer acto con los bises festivos que todos esperaban: The Caterpillar, Close to Me, Hot Hot Hot!, Let’s Go to Bed, Why Can’t I be you?, para cerrar con Boys Don’t Cry, 10.15 Saturday night y Killing an arab. Una aplanadora que ataca en forma directa las emociones de varias generaciones de seres sensibles.

Un genio distinto
Párrafo aparte y final merece la interpretación impecable de Robert Smith, tan excelso guitarrista como removedor cantante. Más introspectivo que frío, en más de tres horas de concierto no se notó ni un rastro de cansancio en su voz o desidia en su ejecución. Es la confirmación de que su nivel es el de un músico en el que los pasos de los años se notan solo en las fotos. A punto de cumplir 54 años, su voz conserva todos los matices de su juventud.

Y todo eso hubiera sido dos o tres veces mejor si The Cure hubiera sonado en un teatro, con el público abrigado y listo para el otoño, esa estación que trae el frío que sintoniza tan bien con estos eternos éxitos.

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