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Suárez, la prensa inglesa y un primer ministro deslenguado

La saga del delantero trasciende lo deportivo, pero no por lo que creen en Inglaterra
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25 de agosto de 2013 a las 22:38

La hipocresía, sabido es, cotiza alto entre los ingleses; sobre todo en esa vergüenza del periodismo mundial, ese compendio diario de miserias humanas que son los llamados British tabloids, la prensa sensacionalista, que a menudo también destila a discreción su más inveterada xenofobia.

Vitriólicos, nacionalistas y existencialmente manijeros, los tabloides ingleses han vuelto a la carga este verano boreal contra Luis Suárez (su villano preferido), convirtiendo su posible salida del Liverpool en lo que ellos mismos han denominado “la saga del verano”, con la que lucran en abundancia. Rumores, chismes y elucubraciones varias: que si Suárez no se ha disculpado con el Liverpool, que si usó el cariño de los hinchas para zanjar el agravio causado por su osadía de querer dejar el club… En fin, la lista de dislates de estos campeones de la moral británica es larga.

Poco antes ya habían tapizado el Reino Unido con todo tipo de diatribas hacia el crack uruguayo, cuando este mordió durante un partido al defensa del Chelsea Branislav Ivanovic en el brazo. “Hannibal the Cannibal”, “Drácula”, “vampiro”, fueron algunas de las lindezas que se le prodigaron entonces a Suárez en las páginas de los tabloides. O como tituló el Daily Mirror, en un rapto de cinematografía de terror, “Suárez, el gran masticador”.

Pero, como se sabe en Londres, la política a veces también se hace eco de los populares tabloides, sobre todo si el primer ministro se llama David Cameron. Desde fines de abril y hasta fines de mayo, el premier británico aprovechó la indignación sobre el episodio de Suárez con Ivanovic para anotarse algunos puntos, y no escatimó duros epítetos contra el uruguayo. De entrada dijo que Suárez era el ejemplo “más abominable” para su hijo de 7 años, a quien le gusta el fútbol.

Pero la cosa no paró ahí. Luego Cameron dijo directamente que la Asociación de Fútbol inglesa (FA) debía “tener en cuenta”, a la hora de aplicar la sanción al uruguayo, “que los jugadores de fútbol son considerados modelos de comportamiento” por la sociedad. Y más tarde, en un arrebato presumiblemente monárquico, mandó a su vocero oficial a decir públicamente que la asociación debía aplicar a Suárez “una condena ejemplarizante”.

La FA castigó al uruguayo con una sanción de 10 partidos, lo cual resulta inobjetable dada la gravedad de la falta, que en ningún caso puede ser justificable. Pero el entrenador del Liverpool, Brendan Rodgers, criticó la inopinada intervención del primer ministro en el asunto, y dijo que con ello había perjudicado al jugador en la sanción. Cosa que tampoco parece discutible.

Sin embargo, Cameron, lejos de retractarse, respondió que no se estaba subiendo al carro de la indignación contra Suárez, sino que hablaba como padre. El problema es que se trata de un padre que, justo, da la casualidad que es el primer mandatario del país. Vaya pequeño detalle.

Y siguió con la cantinela del padre preocupado y opinando sobre las sanciones disciplinarias en el fútbol y que estas “deben ser severas cuando alguien se comporta como Suárez”, mostrando su tozudez y su escasa cintura política para enmendar errores.

Ver al primer ministro británico sumado a la indignación de los tabloides y atizando el fuego contra un jugador de fútbol, generando polémica a su alrededor y haciendo leña del árbol caído, daba un poco de vergüenza ajena.

En realidad la saga de Suárez ha trascendido lo deportivo desde que el jugador uruguayo pisó suelo británico. Desde que llegó a Liverpool, los tabloides se ensañaron con él. Primero, condenándolo por la mano que puso en la línea de gol en el partido de cuartos de final contra Ghana en Sudáfrica 2010. Eso que el Daily Mail ha dicho “indignó a todo un continente”. Le faltó decir que también había indignado a los ingleses que –raramente imparciales en esto del fútbol– ese día hinchaban por Ghana.

“HE CHEATED! (¡hizo trampa!)”, gritan en las redes sociales inglesas y en los comentarios de los portales a la hora de listar la suma de episodios de Suárez que más les indignan. Y son legión los que llevan su ira a la propia página de Facebook del futbolista, con insultos de todo tenor.

Y sí, hizo trampa. Por ello fue expulsado y debidamente penalizado. ¿Pero qué tal el clavado que se tiró el jugador de Ghana y que provocó el tiro libre que terminó en las manos de Suárez? ¿Acaso eso no es hacer trampa también? Sin embargo, no merece mención alguna en la larga retahíla de berrinches ingleses.

Luego, claro, vino el tristemente célebre altercado racista con el internacional francés Patrice Evra, lo que en su momento le valió a Suárez el linchamiento público de los tabloides y que hoy aparece segundo –cuando no, primero– en las listas de agravios que redactan los indignados ingleses contra el uruguayo.

Sea como fuere, no se trata de justificar el comportamiento ni el temperamento de Suárez, que ciertamente el jugador necesita controlar. Pero por su bien y el de sus hinchas, debe marcharse de Inglaterra lo antes posible.

De todos modos, mientras tanto, no es poco lo que los ingleses todavía pueden aprender de Luisito Suárez. Su historia trasciende sí lo deportivo, pero no por lo que creen los tabloides británicos y el primer ministro Cameron, sino por otras razones. Suárez trasciende lo deportivo porque su historia encarna eso mismo que tanto han admirado las culturas anglosajonas desde siempre: el selfmade man, el triunfo del esfuerzo individual, el del joven que de los potreros de Salto se ganó un lugar entre los cracks del fútbol de todos los tiempos; el que hoy es uno de los mejores delanteros de la Premier League y que en Holanda llegó a igualar las marcas de verdaderos fenómenos de la historia del fútbol, como Johan Cruyff, Marco van Basten y Dennis Bergkamp. El Suárez que junto a Forlán, Pérez y Cavani se atrevió a devolverle a Uruguay una gloria remota e impensada en un Mundial de fútbol moderno. Todo eso se lo ha ganado con su propio esfuerzo, talento y mentalidad ganadora.

Por lo demás, a diferencia de otras estrellas del fútbol que han sido y son polémicas, Suárez no lo es por incidentes que protagonice fuera de la cancha, sino por los excesos que su propio espíritu competitivo lo lleva a cometer dentro de ella. En su vida privada es un hombre de familia, felizmente casado y enamorado de su pequeña hija. Un tipo humilde y sencillo, “un buen tipo”, al decir de todos sus compañeros de equipo.

Así pues, puede estar tranquilo el señor primer ministro que el crack uruguayo es un buen ejemplo para su hijo. De lo que no estoy tan seguro es si Cameron es un buen ejemplo para su hijo.

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