En estas tierras, donde nos suelen invadir con una batería de cosas argentinas, se suele adorar todo lo que provenga del exterior.
Desde las comedias hasta los que bailan por el sueño y se pelean ante cámaras forman parte de un pésimo show televisivo proveniente de Argentina.
Y es tan grande la influencia que acá imitan. Los formatos de muchos programas de televisión son una mera copia.
Entonces no es de extrañar que, durante un buen tiempo, los padres compraron a sus niños las camisetas de los ídolos inalcanzables. Esos que miran los fines de semana por televisión
Así, la 10 de Lionel Messi pasó a ser de las más vendidas. Y se fue perdiendo lentamente el sabor de lo nuestro.
Bajo esas perspectivas, la tarea de volver a tener una identificación con algún jugador del paisito llevaría su tiempo.
Hasta que apareció el villano de la película. Ese que por su forma de ser seduce particularmente a los uruguayos, nacidos y criados para vencer siempre al poderoso.
Luis Alberto Suárez fue el protagonista de empezar a modificar hábitos y costumbres de los uruguayos que, de mirar los fines de semana a Messi, pasaron a despertar los sábados de mañana para ver al nuevo héroe en la Premier.
En el medio se produjeron hechos que identificaron aún más a los uruguayos con Suárez: la pelea con Evra, la lucha contra el imperio futbolístico inglés que lo condenó y las condenas públicas a las que lo sometieron por simular faltas sin tener la más mínima idea de que esto es fútbol y se juega con la picardía a flor de piel.
Definitivamente hay que rendirse ante las evidencias. Uruguay está ante un señor jugador de fútbol, con mayúscula y con todas las letras.
Y llegó el momento de que los aficionados, tan acostumbrados a lo de afuera, rindan culto a un muchacho nacido en Salto.
Suárez es la envidia de cualquier país.
Pocas selecciones tienen en sus equipos jugadores que tengan la enorme virtud de saber aguantar con el cuerpo la embestida del rival. Que tengan la inteligencia para saber el momento en el cual tirarse, y ser vivo al extremo para fabricar una falta.
No arrugar jamás. Un plus que no todos los atacantes tienen. A este le pegan y va, y va, y va. No hay con que darle. Los zagueros que lo enfrentan viven un martirio jugando contra un tipo que los choca y los tira.
Y por último su instinto depredador. Para Suárez parece no existir los límites. Cuando está en la zona caliente, donde a muchos les tiembla el pulso, ahí es un animal.
Anoche el salteño terminó como el máximo goleador de las Eliminatorias con 11 conquistas. Un logro pocas veces conquistado por un futbolista uruguayo.
Además, quedó a tres tantos de pasar a ser el mejor artillero de la historia de las eliminatorias sudamericanas, marca que está en poder del argentino Hernán Crespo con 19 goles.
Se terminó de despegar como el máximo goleador de la selección nacional y pasó a ser una verdadera amenaza para Diego Forlán que luce la grifa de ser el futbolista con más partidos con la celeste.
El ingobernable de Luis se encargó de volver a poner las cosas en su lugar.
Es cierto que el bombardeo televisivo es constante y que aumentó con las nuevas tendencias de comunicación.
Pero después de mucho tiempo, los niños de este país vuelven a lucir dos camisetas, la celeste y la roja de Liverpool, con un mismo apellido: Suárez.
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