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Soñar con un Centenario mundialista

Dos arquitectos uruguayos proyectaron la remodelación del estadio para adecuarlo a las normas de FIFA
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12 de julio de 2013 a las 18:53

El sueño uruguayo es volver a ser campeones mundiales. Es un sueño imposible, algo que solo algún periodista deportivo muy pintoresco se atreve a admitir, pero que en alguna parte del alma, todos los que crecieron por estos lares tienen. No está claro si los ingleses sueñan con volver a reinar en los siete mares o si los franceses suspiran al soñar con que su idioma vuelve a ser el de los elegantes del mundo o si los turcos añoran un futuro imperial, pero los uruguayos sufren cada vez que su selección de fútbol queda afuera de un mundial porque lo ven como una oportunidad perdida de recuperar el cetro.

Hace unos años surgió la idea, basada en la experiencia de Corea y Japón 2002, de que Argentina y Uruguay organizaran un Mundial en 2030 conmemorando el centenario del primer mundial de fútbol, disputado en Uruguay.

Es una idea loca, pero la semana pasada fue reconfirmada por el presidente de la Asociación Argentina de Fútbol, Julio Grondona. Está claro que el sueño de organizarlo está encadenado con el otro, el de ganarlo.

En 2009, dos estudiantes avanzados de arquitectura buscaban un proyecto para presentar como trabajo final de la carrera y se les ocurrió remodelar el Estadio Centenario para adecuarlo a los estándares FIFA. Es un tercer eslabón en esa cadena de sueños. Ellos son Mariana Antía y Alejandro Pagano. Trabajaron tres años en el proyecto y se recibieron con esa carpeta.

La idea surgió cuando llegó a Montevideo un arquitecto español amigo de Antía. Uno de los lugares que visitó fue el Estadio Centenario. El europeo era capaz de imaginar la monumentalidad y modernismo de esa estructura construida en 1930, pero el estado de deterioro y la obsolescencia eran evidentes: “Te das cuenta de que las instalaciones no tienen el nivel requerido. Tiene cosas que ya no son así” dicen Antía y Pagano, quienes decidieron atreverse a cambiar esa realidad, al menos en el papel, y a recibirse de arquitectos con ese proyecto.

Ambos arquitectos son hinchas de Peñarol, pero la suya es una afición moderada. De hecho, admiten un mayor fervor por la camiseta celeste que por la aurinegra. Durante el mundial de Sudáfrica, el proyecto estaba en pleno desarrollo y ellos miraban cada partido de Uruguay con la esperanza de seguir adelante y también con la mirada puesta en cada detalle: la relación entre las gradas y la cancha, la salida de los jugadores, la luz, la sombra, los palcos. También miraban esos programas periféricos al mundial y entonces veían las salas de prensa y los vestuarios y otras inslatalaciones. Miraban todo, querían que “su” estadio se clasificara a un mundial: estaban jugando sus propias eliminatorias.

La carpeta fue presentada en 2012. El tutor fue el arquitecto Luis Bogliaccini y el trabajo contó con la asistencia técnica del equipo docente del Taller Danza, de la Facultad de Arquitectura.

Bicentenario

El Estadio, como se lo conoce en Montevideo, perderá una serie de peculiaridades si algún día se hace realidad el proyecto de Artía y Pagano. En primer lugar aparece el techo, que cubrirá el 85% de las 63 mil localidades. El proyecto mantiene la estructura de cuatro tribunas y techo en cada una de ellas. En el caso de la Olímpica, se respeta la Torre de los Homenajes y su espacio de influencia, tal como se ve en la foto.

En segundo lugar desaparecen los taludes. “Mirar un partido a través de un tejido de alambre es muy folclórico”, reconoce Pagano, pero no se corresponde con los requisitos modernos. Las plateas América y Olímpica, con sus butacas de hormigón, también se van. Ambas cosas tienen que ver con uno de los ejes centrales de la remodelación: la relación del público con la cancha.

También desaparece el túnel. Los jugadores de ambos equipos salen juntos a la cancha, como se ve en televisión, con la toma famosa del juez agarrando la pelota de un pedestal y entrando al césped junto con los jugadores.

Otro que se va es el foso. La separación entre el público y la cancha será nula, como en tantos estadios del mundo.

Eso plantearía una serie de problemas de seguridad, algo de lo cual los arquitectos no quieren ni hablar. Entienden que en caso de hinchadas visitantes o partidos de alto riesgo “se pueden tomar medidas especiales”, con vallados divisorios en las tribunas, pero en el proyecto resuelven problemas técnicos, no culturales. “Una de las vías de escape, en caso de necesidad de una evacuación rápida, es la cancha”, ejemplifican, como para que quede claro que la concepción es moderna, y supone estar inserta en un entorno civilizado.

Hablando de la cancha, hay otro aspecto folclórico en lo que hoy son las plateas América y Olímpica: se ve muy poco. Para resolverlo, Antía y Pagano idearon bajar el nivel de la cancha tres metros.

América VIP

Son cosas que, con las variantes de cada caso, se han hecho. El trabajo de Antía y de Pagano se basó en las especificaciones de FIFA, que edita y reedita un libro muy completo al respecto.

Entre las necesidades de un estadio moderno figura la comodidad de las delegaciones deportivas, de la prensa y de las autoridades y personalidades invitadas. También es muy importante que el flujo de estas distintas categorías de participantes del espectáculo sea fluido.

Para eso se prevé una intervención radical en la tribuna América. En primer lugar se demolerán las consturcciones no originales (todo el tercer anillo) y se edificará una ampliación desde el suelo hasta la misma altura que las demás tribunas.

La América albergará las salas de prensa y los sectores en tribuna para la prensa (se eliminan las cabinas, otro concepto folclórico). También aparecerán los palcos privados para empresas, con su zona particular detrás, algo que es esencial para la viabilidad económica de una construcción tan costosa.

Habrá un gran estacionamiento techado en la zona de lo que hoy es un descampado donde se dan clases de manejo, frente a la América. Por ese subsuelo también entrarán los buses de las delegaciones.

Antía y Pagano explica que su trabajo fue académico y no se tuvo en cuenta el tema presupuesto. Trabajos similares, para el mundial de Brasil, se evalúan en unos US$ 300 millones.

Los arquitectos le mostraron la carpeta a su colega de CAFO, Juan Deal, quien la revisó con entusiasmo y agradeció el gesto, que es todo lo que podía hacer.

Sin embargo, 2030 está a la vuelta de la esquina y hay algo que empieza a estar cada vez más claro: la gloria no puede esperar.

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