Sin felicidad completa

Escenario ideal. El Centenario pintado de amarillo y negro. El regreso del símbolo del club Antonio Pacheco. El rival con el que se tenía la sangre en el ojo por ser el único que lo venció en el Apertura. Todos los jugadores a la orden del técnico Jorge Da Silva. Mire como serán las cosas que hasta los jugadores de Fénix se asociaron al momento y aportaron una pancarta recibiendo a Pacheco.

Inicio ideal. Como era previsible Peñarol salió a buscar. Enseguida marcó la cancha. El arma sería Estoyanoff. Primera corrida a los seis minutos, centro atrás, y toque de calidad de Grosssmüller a contrapierna de Mejía que logró salvar con el pie.

Pero al escenario se le cayó el telón. En el primer ataque de Fénix la estantería se vino abajo. Y la fiesta cambió de clima. Ortiz tocó a García que lanzó el centro para la palomita de Novick que marcó el tanto de apertura a los nueve.

Y Peñarol empezó a remar. El tema es que chocó contra su propia inoperancia. Padeció los viejos problemas de generación de juego. Grossmüller silbado e impreciso, Zambrana desaparecido, Zalayeta y Olivera aislados. Quedaba solo alguna corrida de Estoyanoff pero sus centros morían en las manos de Mejía.

Ante los problemas que evidencia su rival, Fénix se refugió en su zona y contó con un par de situaciones para marcar el segundo. Es que la defensa aurinegra mostró desinteligencias hasta en el pequeño detalle de pasarle corta la pelota atrás a Bologna para que restara con el pie.

Pero mire como son las cosas. Una simple interpretación es capaz de cambiar el trámite de un partido. A diez del final del primer tiempo Estoyanoff volvió a desbordar, tiró el centro y la pelota pegó en el codo de Rojo. Falce interpretó penal. A primera vista no fue. Con el detalle de la TV queda a libre interpretación. La ley es el juez y cobró. Rojo expulsado porque ya tenía una amarilla. Sin embargo, el enorme Mejía no se comió ningún amague de Olivera y se quedó con el penal.

Antes del descanso Da Silva llamó a Aguirregaray. Claro síntoma de que terminaba el partido para Grossmüller. Así ocurrió de cara al inicio del complemento, donde también mandó a Carlos Núñez a la cancha.

Al minuto Mejía salvó ante Zalayeta y Peñarol lo empujó a Fénix contra su arco. La gente empezó a presionar. Aguirregaray tomó la conducción futbolística del equipo y el trámite cambió completamente. Fénix, ahora con Juan Álvez de lateral y Rafa García de zaguero, defendía como podía. En el ambiente flotaba la sensación de que sería una cuestión de tiempo. Y fue a los 10 cuando se rompió el cerco defensivo de Capurro.

Peleó Zalayeta, defendió Mejía y el rebote lo tomó Olivera que definió de espaldas al arco para empatar.

Otra vez escenario ideal. Peñarol fue una tromba. Cabezazo de Zalayeta y notable atajada de Mejía. Regresa el ídolo Pacheco, la gente se levanta, el equipo se motiva. Va una y otra vez sin medir consecuencias. Como el error de Macaluso que casi le cuesta el partido cuando le regaló la pelota a Papa que no supo resolver el mano a mano con Bologna. Pero no hubo caso, el aurinegro chocó siempre contra Mejía. La felicidad no fue completa.