Serena Williams celebra el oro en Wimbledon

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Serena para la historia

Wimbledon le dio a la estadounidense una histórica conquista, porque resolvió la final en 62 minutos y es la segunda tenista que gana los cuatro Grand Slam y el oro olímpico
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04 de agosto de 2012 a las 21:01

El partido deja de ser partido enseguida, cuando en seis movimientos (que incluyeron tres aces, el 15-0, 30-0 y el punto) y en un minuto de acción sobre el verde césped de Wimbledon, Serena Williams sube al marcador el 1-0. Definitivamente la final de singles de tenis femenino de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 iba a marcar un rumbo histórico, ya no solo por la conquista de la estadounidense que pasó a integrar la más selecta nómina de esa disciplina, debido a que una hora después adosaría a los cuatro Grand Slam el oro olímpico, sino porque en un paseo de tenis, con una brillante exposición y un juego demoledor, le ganó a la rusa Maria Sharapova el último partido 6-0, 6-1 en 62 minutos.

Wimbledon, ese que tiene en su galería de los campeones la evolución del ser humano en una década, porque se puede ver ese rostro fresco de Serena con 20 años, cuando fue campeona por primera vez, y el de hace un mes, con 30, cuando lo ganó por quinta ocasión. Y en todas se la ve con un golpe ganador, con la potencia reflejada en cada movimiento, con la fuerza pintada en cada imagen que permiten destacar la magnitud de la tenista estadounidense que llegó a Londres 2012 como cuarta en la clasificación mundial de la WTA.

El partido es un paseo. Como todos los que jugó Williams en el césped sagrado de la cancha principal del impresionante complejo de Wimbledon durante Londres 2012, porque desde primera ronda no perdió un set y en una hora como máximo resolvió todos sus duelos, como si los rivales fueran muñecos y no seres humanos de su misma condición y también aspirantes al oro que con singular orgullo colgó del cuello y mostró a las cuatro tribunas para disfrutar su tarde más soñada.

A los 16 minutos de juego, después de dos dobles faltas de Sharapova en el segundo punto y una en el cuarto, el partido estaba 4-0 y la rusa no sabía cómo detener los bombazos que Serena le tiraba. Definitivamente había comprendido que su destino no podía ofrecerle otro lugar que el segundo del podio.

Serena cerró con un ace el 5-0, a esa altura era el sexto del partido, y le quebró el servicio después que Sharapova tuvo dos veces la opción de ganar un punto. La superioridad física, tenística y anímica de la estadounidense la condujo a cerrar 6-0 en 30 minutos.

La suerte definitivamente estaba echada porque el partido se jugaba al ritmo que quería Serena y Sharapova no podía llevar el juego a puntos largos, en los que sabe hacer la diferencia.

El partido ya era historia, solo restaba saber si la tenista rusa se iba con otro 6-0 o si podía llevarse un punto, entonces el público empezó a vivir sus propias emociones, desde el silbido que bajó desde un sector cuando el viento le levantó la pollera a Serena, o cuando en la penúltima pelota del partido y en ese respetuoso silencio que siempre se impone desde las verdes butacas, gritaron: “María, aún quiero casarme contigo”.

Igualó a Steffi Graf
Al partido le faltaba el punto que gana Sharapova para establecer el 4-1 y el broche de oro para su medalla con un ace a 194 kilómetros por hora, con el que cierra el partido que le permite ingresar a la historia.

Después la estadounidense dio rienda suelta a su celebración. A los saltos y bailando, a pedido del público, festeja en la cancha, saluda a su familia y no puede ocultar su felicidad. Es uno de los días más maravillosos de su vida, diría después en conferencia de prensa, porque igualó un registro histórico, el de Steffi Graf al obtener los cuatro Grand Slams y el oro.

Faltaba más. El blooper de la premiación del tenis femenino, que debería ser ajeno al recinto sagrado que significa Wimbledon, pero que fue testigo de un hecho inédito, cuando en pleno himno de Estados Unidos y cuando se izaban las banderas de las tres medallistas, el viento se llevó la estadounidense. De pronto, lo que hubiera dibujado una sonrisa en cualquier otra circunstancia promovió gestos de preocupación.

Así Serena quedó en la historia y Wimbledon, una vez más, fue silencioso testigo de su hazaña.

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