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Se termina una película de terror

Ni el propio Hitchcock hubiera imaginado una trama con tantas idas y vueltas para dirigir un guion
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05 de diciembre de 2016 a las 05:00

Ni el más pesimista de los pesimistas hincha de Peñarol podía imaginarse hace algunos meses que se vendría este desastre. Que el equipo campeón se iba a arrastrar en la cancha, que iba a carecer de identidad, que tendría una crisis de confianza, que en un partido prácticamente no se patearía al arco.

Claro que muchas cosas han pasado en estos días que también pueden haber golpeado anímicamente aún más a un plantel que viene cascoteado.

Desde perder el clásico sin jugarlo al procesamiento con prisión de cinco cabecillas de la barra brava.

Pero desde el punto de vista profesional, Peñarol no fue un equipo que le cayera bien esa palabra ante River Plate. Al contrario, por momentos pareció amateur.

Obviamente que leído así golpea. ¿¡Cómo no va a golpear si se trata de Peñarol!?

Pocas veces la crisis institucional y deportiva quedó tan clarita como en este último partido. River no fue una aplanadora, pero jugó mucho mejor. Peñarol le hizo todo demasiado fácil desde el principio.

Este equipo debe replantearse muchas cosas –empezando por sus dirigentes que deberán nombrar a un nuevo técnico y traer a otros futbolistas–. "¿Más de los 11 que trajeron para este torneo que podía haber sido el bicampeonato?", se puede preguntar alguno. Sin dudas. Con esos 11, la cosa no funcionó y de esos 11, solo algunos mostraron algo de su nivel. Pero algo, ¿eh?

Peñarol va directo a una reconstrucción que cambie esta cara sin ambición, sin actitud en un semestre que todos quieren que termine ya.

Todavía queda un partido más ante Defensor Sporting la semana que viene en el Campeón del Siglo que se determinará esta semana que seguramente sea a puertas cerradas por lo ocurrido en el clásico.

Pero esta semana que comienza también se espera una sanción ejemplarizante por los hechos de violencia acaecidos previo al clásico de la semana anterior que terminó sin jugarse. Le pueden quitar más puntos.

Son todos palos, todas pálidas para un equipo que en eso nada tiene que ver.

Pero en la cancha sí. Ahí, donde tienen que responder los futbolistas, no lo hacen, no responden, la cabeza da órdenes que las piernas –o las manos, como ocurrió en el primer gol de River que se le escapó insólitamente a Gastón Guruceaga– no acatan.

El técnico Fernando Curutchet también tiene su cuota de responsabilidad ya que no logró plasmar su idea tradicional y, al menos esta vez, se equivocó con las variantes.

Peñarol prácticamente no pateó al arco en todo el encuentro y sobre el final le pitaron un penal inexistente de Ricardo Lima sobre Diego Rossi.

Hubo momentos en los que parecía que el equipo de Curutchet estaba jugando un amistoso o una práctica.

La defensa continúa en un bajísimo nivel y Guruceaga esta vez no ayudó para nada. Desde allí se parte.

Luego se vio nuevamente a Nahitan Nandez –por tercer partido consecutivo– siendo no solo el que más quería, sino el que tocaba y esperaba la devolución, llegaba en profundidad y hasta intentaba patear al arco. Jugó prácticamente solo porque, a diferencia de encuentros anteriores, en esta ocasión no apareció en buen nivel Nicolás Albarracín.

"Es doloroso vivir este momento. Estamos en Peñarol, no podemos perder. Nos vamos tristes porque además cometimos errores que no podemos cometer. El partido lo perdimos nosotros", explicó el propio Albarracín tras una nueva derrota. Más claro, imposible.

La desorientación en la cancha ya no es nueva. El desorden, tampoco. La falta de personalidad es algo que alarma. Los muchachos de Curutchet parecían tener la moral por el piso. Y de ahí los errores que llevaron a perder tres puntos más.

Sí, otras tres unidades quedaron por el camino y de 42 en juego, Peñarol obtuvo solamente 15, es decir, el 35,7%, lo que significa nada en un equipo grande.

Parece un libro de Stephen King o una película de terror de Alfred Hitchcock, pero no, es algo real, palpable, que se ve todos los fines de semana.

Por suerte para los jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, socios e hinchas de Peñarol, solo queda un capítulo de ese libro o la última toma de esa película. Será el fin de semana venidero ante Defensor Sporting y luego se podrá tratar de borrar de un plumazo este semestre siniestro que nadie esperaba en el club.

River desnudó falencias que no son nuevas en este equipo que busca cambiar la pisada.

Cuando Peñarol se quedó con 10 hombres –perdía 2-0– por una falta de Alex Silva, el partido ya estaba terminado, no daba para más. Sin embargo, el rival trató de aplastarlo.

Curutchet le dio ingreso al paraguayo Gabriel Ávalos a quien no solo casi nunca le llegó la pelota, sino que tampoco mostró atributos de un buen delantero en los pocos encuentros que disputó con esta camiseta.

El que sí trató de cambiar algo fue Hernán Novick quien en los 15 minutos que disputó buscó paredes, e intentó despertar a sus compañeros de un sopor gigantesco.

De a poco se va terminando la película de terror. Hay que reconstruir un equipo que anímicamente está golpeado, que futbolísticamente tiene unos bajones enormes y que seguramente tendrá un nuevo técnico para la temporada venidera. Leonardo Ramos sigue tenido el número 1 para el presidente Juan Pedro Damiani. Sea él u otro, lo que queda muy claro es que tendrá que trabajar a fondo para cambiar esta mentalidad y esta realidad.

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