Santiago Martínez, mejor volante de marca de fútbol x 100, en el Parque Viera.

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Santiago Martínez corre detrás del sueño

Vivió cerca de Los Céspedes pero nunca fue a probarse a Nacional; a los 16 años se enamoró de Wanderers y hoy se transformó en el pac-man bohemio
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21 de enero de 2017 a las 05:00
La de Santiago Martínez es una historia de lugares comunes y algunas particularidades. Era un niño cuando sus padres debieron hacer las valijas para dejar su Salto natal para buscar trabajo en Montevideo y con dos niños a cuestas pelearla en diferentes puntos de la capital uruguaya.

Santiago era pequeño, con sueños de futbolista, cuando sus padres se mudaban de un lado al otro buscando lo mejor para la familia. Así cambiaron Salto por Las Piedras y luego barrio Reus, hasta que se asentaron en La Gruta de Lourdes.

"Nací en Salto, me vine muy chico, mis padres trabajan en Montevideo y me venía con mi hermana. Vivimos en Las Piedras, en barrio Reus, en República, mi mamá pudo comprarse su casita en Los Céspedes, cerca de la Gruta de Lourdes y yo ahora vivo en el Prado con mi señora y con mi nene", dice Santiago Martínez en el Parque Viera, su casa con arcos y tribunas.

El mejor volante de marca en la encuesta Fútbol x 100, que el lunes debuta en la Libertadores con Wanderers ante Universitario de Sucre, bromea en la sesión de fotos y pide un retoque para un labio partido. "Hicimos un amistoso contra Nacional, (Rafael) García abrió los brazos en una jugada y me partió la boca", dice.


Una mancha más al tigre, otra herida de guerra del pac-man bohemio, que arranca aplausos por su entrega y despliegue en un equipo que siempre privilegió el buen juego.

Hasta ahí es una historia normal. Hijo de un matrimonio de laburantes que corre detrás del sueño de todo niño uruguayo: ser futbolista.

Pero hay una particularidad que rompe los ojos: "Viví cerca de Los Céspedes, siempre anduve por el barrio y todos mis amigos iban a probarse pero yo nunca fui, nunca me tiró el corazón para el lado de Nacional. Hice séptima y sexta en Rentistas y a mitad del año de Quinta hablé con Eduardo Millán y me vine a Wanderers".
A partir de ahí comenzó una historia de amor con el bohemio, que pudo cristalizar cuando Salvador Capitano lo subió a Primera división en 2009.

"A los 16 años llegue a Wanderers gracias a Eduardo Millán y a Ángel Varela, que era el entrenador. A partir de esa edad me enrolé a este equipo tan hermoso que me dio la posibilidad de vivir cosas muy lindas y alguna de las otras también, pero siempre saco lo positivo", agrega Martínez.

Apenas llegó al club, un compañero le abrió las puertas de par en par. Crecieron juntos, debutaron en Primera y hoy son rivales en una zona del campo donde se choca más de lo que se juega: "Ni bien llegué a Wanderers, Guzmán Pereira fue el primero en abrirme los brazos, nos hicimos amigos y tenemos una relación muy buena. Actualmente no tenemos tanto contacto porque estamos en equipos distintos y cada uno anda en sus cosas pero me pone muy contento ver hasta donde llegó y todo lo que logró. Eso también me motiva a mí a seguir metiéndole para encontrarnos en algún otro equipo más adelante".

De Capitano aprendió cosas, pero recién pudo debutar en 2010, con Daniel Carreño al mando del primer equipo de Wanderers.

Luego fue dirigido por Alfredo Arias y por Gastón Machado, tres entrenadores que se aferran como pocos el ADN del club, con un paladar fino y que respetan la identidad de un equipo que siempre apuesta a ser protagonista: "Me tocó trabajar con tres entrenadores que intentan jugar en todas las canchas, a ser protagonistas y a jugar la pelota a ras del suelo. Con la llegada de Jorge Giordano intentamos no cambiar mucho, él dijo que lo que estaba bien no lo quería tocar, pero por ahí tomamos otros recaudos defensivos a la hora de la intensidad de la presión".

En el medio estuvo algunos meses en Argentina, donde viajó para reforzar a un equipo de Primera división: "Tuve la posibilidad de irme a jugar a Quilmes y tener la opción de conocer otro fútbol y otro país, por más que es cerca, te abre la cabeza y es muy positivo. Hay una diferencia grande entre el fútbol local y los otros mercados. Por dinámicas, entrenamientos y cuidado personal aprendí mucho de esa experiencia".

Como ocurre en todo plantel joven, los referentes no se hacen por trayectoria sino por experiencia y él asume ese rol: "Tal vez me toca ser referente por mi experiencia en el club. Con Adrián (Colombino) y Matías (Santos) nos toca hacer el equilibrio adentro y afuera de la cancha".

Padre de un niño de un año y dos meses, Martínez sabe que a sus 25 años tiene mucha carrera por delante pero su meta está a la vuelta de la esquina: "Tengo un sueño solo que es salir campeón uruguayo con Wanderers. Es mi meta a corto plazo y después todo lo que venga será positivo".

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