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Sacrificio al 100%: el día de un Tero mientras busca llegar al Mundial

Nicolás Klapenbach divide su tiempo entre su trabajo de médico y la capitanía de Los Teros, y resume el esfuerzo del equipo para llegar a Inglaterra 2015
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29 de julio de 2014 a las 19:20

5:30 de la mañana. Mientras Uruguay duerme, Nicolás Klapenbach apaga el despertador. Prepara el mate, desayuna rápido y arranca para el trabajo. Lo mismo hacen muchos de sus compañeros, en un esfuerzo con un punto marcado en el horizonte: clasificar a un Mundial.

Si lo ve en el ómnibus seguramente no lo reconozca, porque es uno más. Tiene 32 años, es médico y hace malabarismos con el tiempo entre sus tres trabajos y la familia que empieza a formar con su esposa tras ser padre en marzo.

Nicolás tiene apenas un año menos que Diego Lugano. Es incomparablemente menos famoso, pero tiene responsabilidades parecidas como líder de grupo. Porque también es co-capitán de una selección de Uruguay. Es más, lidera a un grupo en uno de los pocos deportes colectivos que, junto al fútbol, tienen chances de clasificar a un Mundial de mayores: Los Teros, que el sábado se juegan seguir con vida en la Eliminatoria, cuando enfrenten a Hong Kong 15:45 en el Charrúa.

Como casi todo el plantel de Uruguay, el “Chino” es amateur. Una rareza y un milagro en el deporte internacional de alto nivel. Pero no es excusa: desde hace dos años Los Teros vienen entrenando como profesionales. Doble horario cuatro veces por semana, sin contar las dos semanales con sus clubes, los fines de semana de partidos y los viajes al exterior, que este año ya le significaron a los seleccionados más de un mes de licencias en sus trabajos.

Sacrificios
El lugar común indica que los jugadores de rugby son personas acomodadas, con la vida solucionada, que pueden dedicar tiempo a su hobby. Pero este plantel de Los Teros demuestra como el preconcepto está lejos de la realidad.

“Trabajo como ayudante de cirugía, me levanto 5 y media, desayuno y arranco para el Banco de Prótesis si tengo alguna cirugía. Después tengo práctica desde las 7:30 hasta las 10, y dependiendo del día tengo policlínica hasta las 16:00 o alguna otra cirugía en el Batallón de Infantería y después en Blue Cross. Algunos días termino a las 8 o 9 de la noche”, cuenta a El Observador Klapenbach, que el año pasado terminó la carrera de medicina general y comenzó la especialización en traumatología. El capitán es un ejemplo más: en el plantel hay empleados, profesionales, emprendedores web, preparadores físicos y hasta un funcionario del gobierno de Buenos Aires, que cruza el charco varias veces año para cumplir su sueño: jugar un Mundial.

Nueva era
El rugby uruguayo dio pasos claves en los últimos años. El más importante fue la concesión del Estadio Charrúa, donde instaló su Centro de Alto Rendimiento, que permite que los jugadores tengan centralizado su lugar de entrenamiento, gimnasio, y los consultorios médicos y de fisioterapia. El mes pasado se dio un paso más: un plan de viáticos que permiten compensar económicamente a los jugadores por el tiempo que dejan de dedicar a sus trabajos. La ayuda económica no le cambió la vida a ninguno, pero colabora con pequeñas cosas. Alguno utilizó ese dinero para pagarle a una niñera, y otros para trabajar part time por un par de meses.

Ese plan también posibilitó empezar a entrenar de mañana, de manera de facilitarle la jornada a los jugadores, y también que el cuerpo técnico los pueda aprovechar más. “Llegás descansado, no te agarra de noche con toda la jornada laboral encima. Podes entrenar y analizar videos, hacer prácticas de entre dos y tres horas que de noche es imposible”, cuenta Klapenbach. “El horario complica un poco a la gente que empieza a trabajar temprano, pero hay que hacer esfuerzo de los dos lados para conseguir lo que estamos buscando. La tarea nuestra como jugadores es intentar adaptarse”, agrega el capitán, que en marzo se perdió la revancha de la Eliminatoria ante EEUU, ya que su hija nació entre el partido de ida y el de vuelta.

A pesar de tener 32 años, Klapenbach y muchos compañeros saben que puede ser la última chance. No es casualidad que el promedio de edad de la selección suela ser bajo: dentro del amateurismo, la ventana para hacer este esfuerzo es corta. “Los de mi edad sabemos que es muy difícil plantearse el futuro a largo plazo, porque no vamos a poder hacer este esfuerzo de estar al 100% otros cuatro años. Por eso uno viene pensando tanto en este momento”, cierra el capitán.

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