Martín Cáceres y Carlos Sánchez.<br>
Edinson Cavani busca controlar a Juan Carlos Paredes
Sebastián Coates fue una muralla en el fondo celeste

Fútbol > SELECCIÓN

¿Qué cambió en la celeste?

De la mediocre actuación en la Copa América a este triunfal arranque de Eliminatorias no cambiaron muchos aspectos: sí hubo sutiles diferencias que lograron que la idea del entrenador Óscar Tabárez volviera a imponerse, aun con la ausencia de jugadores claves
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23 de noviembre de 2015 a las 05:00
La adaptación de los nuevos
El Maestro Tabárez lo repitió como un mantra desde que se terminó el Mundial 2014. "Hemos buscado jugadores jóvenes que necesitan su proceso de adaptación". Desde aquellos amistosos ante Japón, Corea, Arabia Saudita y Omán, el DT fue dándole oportunidades a varios jugadores nuevos. Se habían ido Lugano, Forlán, Diego Pérez, Scotti, y era el momento de los De Arrascaeta, Rolan, Velázquez, Jonathan Rodríguez y hasta la primera oportunidad para Carlos Sánchez, que no era una aparición joven pero estaba en un gran momento. Fueron varios partidos para ir ajustando piezas y para que los jóvenes fueran entendiendo el planteo del DT. Tabárez fue moviendo la mitad de la cancha: con Lodeiro de doble cinco, con tres en línea, y dos abiertos, con un volante tapón y cuatro adelante. Aquella ventaja que Uruguay tuvo sobre sus rivales de la región –el conocimiento de los jugadores del sistema, y el conocimiento entre ellos– pasó a ser un problema. El balance de la Copa América del entrenador fue cauto, pero también apuntaba hacia ahí: había que tener paciencia para que todo encajara. Finalmente encontró la fórmula y el equilibrio en el arranque de las Eliminatorias, con una oncena suficientemente versátil para pasar de un 4-5-1 como el que puso ante Ecuador –con Cavani de quinto volante–, a un 4-4-2 como el que puso ante Chile, con Corujo y Arévalo por adentro y Lodeiro y Sánchez más abiertos.

La motivación por la adversidad

Uruguay arrancaba la Eliminatoria en una situación por demás comprometida: sin Suárez ni Cavani, y con un fixture que incluía do partidos en la altura ante Bolivia y Ecuador, y dos partidos contra rivales en ascenso como Chile –el mejor equipo del continente en este momento– y Colombia. La posibilidad de arrancar con menos de 4 puntos en las cuatro primeras fechas y comprometer de movida la clasificación estaba sobre la mesa como algo posible, con el consuelo de recuperar posiciones cuando volvieran Suárez y Cavani.
Para la celeste fue volver un poco a aquellos partidos ante Italia e Inglaterra en el Mundial, luego del debut fallido con derrota ante Costa Rica. Era casi un todo o nada, con una situación por demás comprometida al no tener a sus dos máximas estrellas. Eso, sumado al recuerdo amargo de una Copa América marcada por una mala actuación colectiva y las polémicas con los jueces en el partido con Chile, provocó una rebeldía especial en el equipo, que fue a beber de sus orígenes e identidad. Sin duda, el equipo se cerró sobre sí mismo y, cuando las críticas eran muchas, apeló a su identidad para volver a levantarse.

Volvió la pelota quieta
Si bien nunca se fue –de los últimos 24 goles Uruguay anotó 16 a través de la pelota quieta– la selección de Tabárez anotó seis de sus últimos 9 goles por esa vía. Volvió a ser una pieza clave del planteo de Tabárez desde un punto quizá no tan explotado. La celeste tuvo incluso menos juego ofensivo que siempre, pero aprovechó esas pelotas quietas para adelantarse en bloque, anotar y transformar el partido en el que más le sirve al equipo uruguayo. Godín se transformó en la figura excluyente en ese sentido, abriendo la cuenta ante Colombia y Chile y cerrando el partido frente a Bolivia, con lo que el equipo de Tabárez pudo hacer efectiva esa estrategia y enloquecer a las defensas de los rivales. Otro dato llamativo: de los nueve goles de Uruguay hasta ahora, seis fueron anotados por defensas, y tres por delanteros.
Sumado a la pelota quieta, Uruguay tuvo una efectividad casi total: hasta el 3-0 ante Chile había llegado... ¡3 veces! Y las únicas dos chances que erró lo hizo cuando el partido ya estaba liquidado.

La presión, más arriba en la cancha
El planteo de Uruguay no fue radicalmente diferente a lo que había sido en la Copa América, cuando las cosas no le habían salido. Eso es: darle la pelota al rival, algo que fue en incremento según el poderío ofensivo del de enfrente, y presionarlo para recuperar, pasar rápido y lastimar de contragolpe. Si ante Bolivia la posesión fue de 33%, ante Chile fue de 29%, apenas por encima de aquel 23% de la Copa América. Sin embargo, hubo una diferencia sutil pero clave: el lugar donde comenzó la presión.
En la Copa América, por virtud de los rivales, Uruguay estableció su presión muy atrás ante Argentina y Chile, casi siempre sobre su área. Así, la celeste no controló el trámite del partido, y corrió detrás de lo que el rival proponía y ponía en práctica. En estas fechas de Eliminatorias –sobre todo en los últimos dos partidos– el cambio fue importante: Uruguay siguió esperando a sus rivales (contra Colombia la posesión fue de 40% y contra Ecuador de 33%), pero estableciendo la presión apenas el rival cruzaba la mitad de la cancha. De esa manera, aunque no tuvo más posesión y usó la pelota quieta como principal herramienta ofensiva –no el contragolpe, que casi no salió porque no mejoró el acierto en los pases–, pudo controlar el ritmo y la forma en que se jugó. Ante Chile eso fue evidente, y los trasandinos se frustraron por esa victoria uruguaya en la estrategia.

Recuperó la solidez atrás
A Uruguay no le llegan mucho, ni siquiera en los peores momentos de los últimos meses, como en la Copa América. Sin embargo, comparado con aquel torneo, mejoró sensiblemente su trabajo defensivo. No solo porque apenas recibió dos goles en lo que va de la Eliminatoria –ante Ecuador, en el partido donde el rendimiento defensivo más se desflecó con errores puntuales de atención–, sino porque ese dominio de los partidos desde su idea y su planteo le permitió reducir prácticamente a cero las llegadas de los rivales. Chile le llegó con peligro en dos ocasiones, la más clara un rebote que dio la defensa uruguaya y que llevó a un desborde y que Vidal anticipara a Coates. Pero en el resto, la defensa uruguaya se supo cerrar como para casi no pasar sobresaltos en su propia área.
Pero el trabajo defensivo no dependió solo de los cuatro de atrás: los volantes y hasta los delanteros colaboraron de buena forma a cortar las virtudes del rival. Si bien siempre es un tema polémico poner a los delanteros como volantes de marca, esta vez le salió: Cavani lo hizo ante Ecuador y Rolan lo hizo ante Chile.

Tata, Coates y los ingresos que responden
Luego que la mayoría de los jugadores no pasara la prueba individual durante la Copa América, la situación varió de forma importante en las Eliminatoria. Y algunos jugadores, que no venían con tanta actividad o siendo parte del equipo de forma permanente, se terminaron de afirmar.
Álvaro "Tata" González fue uno de los casos más llamativos: rueda de auxilio permanente y hasta titular en algunos partidos del Mundial, se volvió indiscutido durante la Copa América, y en el arranque de la Eliminatoria solo ratificó ese buen momento. Tuvo un muy buen rendimiento ante Ecuador, oficiando de volante tapón detrás de una línea de cuatro mediocampistas, hasta que se terminó fundiendo, jugó demasiados minutos y se lesionó.
El caso de Sebastián Coates también ratificó la importancia de tener jugadores afuera, prontos para entrar. Le había pasado en la Copa América cuando Godín estuvo suspendido ante Paraguay por una doble amarilla. Ahora fue una lesión de José María Giménez, que le dio al lungo defensa la chance de entrar de titular. Y otra vez respondió a la altura: cerró su sector, dio permanente sensación de seguridad y hasta se animó a proyectarse.
Esos rendimientos, sumados a los de Carlos Sánchez o Maxi Pereira en el segundo partido, redondearon la idea que, también en el plano individual, Uruguay pegó un salto de calidad respecto a la Copa América.

Así y todo... el margen es pequeño
Todo lo anterior parece un cuento de hadas: Uruguay mejoró todo lo que había fallado en la Copa América y, con el regreso de Luis Suárez, debería tener un pasaje plácido por la Eliminatoria.
Pero eso no es así. A pesar de todas las piezas que se ajustaron, Uruguay no ha mostrado un nivel futbolístico que le permita quedarse tranquilo. Las grandes diferencias de score ante Colombia y Chile están basadas fundamentalmente en la efectividad de pelota quieta. Esa misma efectividad tiene un efecto secundario negativo: ¿Qué hubiese pasado de no acertar esos envíos, algo que estadísticamente puede pasar en cualquier momento?
La vuelta de Suárez sin duda ayudará a crecer en volumen ofensivo, aunque más no sea para darle la pelota y que se revuelva arriba. Pero la clave estará en lo que pasará cuando Uruguay no domine el ritmo y la propuesta táctica de los partidos como ha ocurrido hasta ahora. La celeste ha estado al límite y ha respondido bien, aunque le ha faltado sorpresa y variantes en caso de que una tarde no le funcione el plan A de la defensa y la presión.

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