Porras pulió el sacrificio hasta ser creador

"Creo que soy un volante mixto", aclaró a Referí. "Tengo marca y me gusta tener la pelota, lo que no quiere decir que sea bueno con ella. Me gusta tener contacto permanente y que pase por mí".

Para llegar a su actual nivel, modificó su juego de la mano de entrenadores y jugadores. En Juventud tuvo a Julio Ribas de DT y jugó con Césaro, uno de los volantes que lo marcó, al igual que "el Gato" Acosta y Marcelo Larrosa, compañeros en el medio de Alianza, el club del ascenso en el que Porras debutó en Primera en 2002.

A sus 31 años, reconoce que "hasta el momento" su carrera "ha sido muy sacrificada". "En Alianza debuté a los 18 y era un equipo de barrio. Como era de los más chicos tenía que llevar la leña a la caldera para tener agua caliente. Ahí uno valora las cosas que tiene", indicó.

En esa época, vivía en Nuevo París, iba a entrenar en bicicleta y trabajaba en un supermercado. "Jugábamos en la cancha de Salus. Era todo muy duro", recordó. Y todo eso lo lleva a la cancha, donde no da pelota por perdida.

Del fútbol "aguerrido" de Ribas, recaló en el River de Carrasco, uno de los DT que lo pulió. "Me pedía que marcara sin faltas, para evitar las amarillas y que tuviera el pase en mente", contó. Luego, Gustavo Matosas en Danubio lo mantuvo en esa línea. "Me enseñó a tener muchas veces la pelota en poco tiempo". Y en México jugó con el argentino Martín Romagnoli. "De él aprendí mucho, como el pase largo para los delanteros".

En Nacional, además de la marca, es el constructor de juego. Tanto perfeccionó su pie que se paraba junto a Recoba para patear en las faltas. "Siempre se la dejaba, porque sería un desperdicio que él no le pegara", dijo, con humildad, el mejor volante de marca.