Por un misil Peñarol es líder

Viento, lluvia, casi un temporal que no dejaba jugar un partido en las mejores condiciones. Era un encuentro para que lo pudieran definir las individualidades y algo así sucedió.

Cuando más complicado estaba Peñarol –luego de 45 minutos para el olvido en el que no tuvo siquiera una jugada de gol–, llegó un zapatazo de Carlos Núñez cuando comenzó el complemento y allí cambió la historia. Esa historia que lo depositó en la punta del Clausura con un partido de más.

El primer tiempo fue absolutamente todo de Sud América. En la creación y gestación de juego, en la marca y contención, en deshacer lo poco que intentaba mostrar en la cancha Peñarol, un rival diezmado por sus propias falencias técnicas.

El equipo de Fossati no pasaba casi la mitad de la cancha con pelota dominada. Sus laterales volantes no desbordaban, quizás algo del Japo, pero nada más. El peruano Hurtado no solo no atacaba, sino que marcaba muy mal.

Justamente por las puntas fue por donde Sud América logró hacer la diferencia, pero más por el lado del Japo. Zunino llegó un par de veces y, sobre todo, Nicolás Royón fue la gran figura del buzón.

El delantero tuvo tres jugadas de gol en el primer tiempo. La primera a los 6 minutos que fue conjurada por una gran tapada de Castillo. Luego, tras una pisada que le hizo a Macaluso y pateó apenas afuera, y la tercera, con un tiro libre que pasó cerca del travesaño.

Pero la más clara la tuvo Zunino cuando desbordó por derecha y cuando la pelota entraba Valdez –una vez más, el mejor del fondo– le quitó el grito sacándola de cabeza al córner. Todo era de Sud América. Peñarol era un cúmulo de voluntades que pasaban frío en la cancha en una noche gélida.

Jonathan Rodríguez intentó en soledad y Carlos Núñez se mostró muy egoísta con el balón. Así era (y fue) imposible en esos 45’.

Fossati seguramente se fue muy molesto al término de la primera parte y cabe aclarar que el viento no jugó ningún papel porque en realidad, aunque era mucho, se formaban varios remolinos pero no favorecían ni a uno ni a otro equipo.

La única verdad es que Sud América mereció irse en ventaja, pero no se le dio.

Todo lo contrario ocurrió al inicio del complemento. Cuando recién se estaban parando los equipos, sobre los 47 minutos, un misil tierra-aire de Núñez terminó en el ángulo de Irazún. Un verdadero golazo para el 1-0 que daba cierta tranquilidad, sobre todo, porque obligaba a los buzones a abrirse en la cancha y a dejar espacios que podían ser aprovechados por los aurinegros.

Entonces algo empezó a cambiar el partido. Ese gol tuvo un efecto trascendente. Así comenzó a animarse Peñarol, a delinear una estrategia diferente, a demostrar protagonismo –sin ser nada del otro mundo– y llegó con un tiro libre del Japo y con Aguiar desde afuera en pocos minutos.

Fossati le dio cabida a Pacheco y pasó a Zalayeta –quien no había mostrado nada como enlace– como delantero.

El partido siguió por el mismo camino. Pero ninguno de los dos podía mantener el orden ni la pelota, entonces todo se hacía más difícil.

Al final llegó el segundo en una carambola. Zalayeta se la dio a Aguiar, este pateó, pegó en el palo y la cabeza del arquero Irazún la mandó adentro.

Peñarol tuvo su premio por la insistencia y nada más. No le sorbró nada, pero igualmente, la punta no se la quiere prestar a nadie.