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¿Por qué desde 1998 Nacional cortó el dominio de Peñarol?

Los tricolores torcieron el curso de la historia con paz institucional, liderazgo político y la construcción de identidad ganadora
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17 de diciembre de 2016 a las 05:00
Noviembre de 1997. Peñarol vivía aquellos tiempos de bonanza que promovían su segundo e histórico quinquenio. Paternidad frente a Nacional, reinado en el fútbol local y control en todos los estamentos a partir de un liderazgo histórico promovido fuera de la cancha por José Pedro Damiani, que manejaba con precisión de cirujano y alma de baqueano todos los temas del folclórico Campeonato Uruguayo, respaldado por un plantel de futbolistas ganadores que había reunido con gran sabiduría y contactos durante un lustro.

Nacional, sumido en la peor crisis de su historia, blanco de burlas permanentes, con tres Campeonatos Uruguayos en un ciclo de 20 años y ese registro inolvidable de su histórico rival que se transformaba en el dedo en la llaga de un presente que lo condenaba. En ese contexto el futuro ofrecía un escenario perverso para el tricolor, y al aurinegro le regalaba en el imaginario colectivo extender la gloria, incluso cuando ganar el quinto Uruguayo consecutivo se había transformado en una tarea casi titánica, con aquella remontada de los dirigidos por Gregorio Pérez en los últimos ocho partidos y las disputas políticas que marcaron el año 1997, en pulseada en la que venció el peso de los aurinegros. El tiempo luego confirmaría que sería la última gran batalla conquistada por un Peñarol que dominó durante cinco décadas en los escritorios y en las canchas, logrando más títulos que los tricolores durante 50 años.

En silencio, con el dolor a flor de piel, un giro político le brindó a Nacional una movida inesperada: 20 campeonatos después ya no solo invertiría las realidades deportivas, sino que le permitiría a los tricolores recorrer el mejor ciclo y arrastraría a Peñarol por el lodo, como nunca le había sucedido.

La jugada maestra de los tricolores encontró en aquella lista, bajo el lema "Generaciones para ganar", la experiencia de Dante Iocco, el recorrido político de Óscar Magurno y la juventud de un Eduardo Ache que ya asomaba como líder de ese movimiento político tricolor, que quería cambiar el mapa del fútbol.

Peñarol, que arrastraba sus conflictos con los periodistas, que vivía con admiración la capacidad de liderazgo del histórico José Pedro Damiani, que había revertido en cinco años (1993-1997) una situación deportiva y económica adversa, no comprendió los peligros a los que se enfrentaba.

Fue con la fórmula de Peñarol como Nacional comenzó a construir su ciclo más exitoso a partir de tres movidas legendarias: 1) una gran inversión para conformar un plantel de peso, que encomendaron a Hugo De León y Esteban Gesto en 1998; 2) la capacidad de Dante Iocco para zurcir y para empezar a brindar espacios a Ache para asumir el rol protagónico que tiempo después alcanzaría; 3) un liderazgo político en la AUF a partir del ingreso de Magurno al Ejecutivo.

Entonces ya no solamente cortó el sexenio, sino que empezó a emparejar las fuerzas a nivel deportivo y particularmente en el terreno político, en un rubro que es determinante en el fútbol local, donde comenzó a tallar la figura de Hernán Navascués. Y lo terminó de torcer a partir de 2000, con pequeñas batallas legales que fueron minando el camino de Peñarol y debilitándolo al extremo de naufragar una y otra vez en pedidos de renuncia del Ejecutivo de turno. Actualmente Wilmar Valdez preside la AUF sin el apoyo de Peñarol. En otra época del fútbol uruguayo hubiera sido impensado. Desde la habilitación de Hugo De León (para dirigir dentro de la cancha entre 1998 y 2001), los tres puntos que Juventud le ganó a Peñarol en la cancha, que perdió en la AUF y que "desaparecieron" porque no se le asignaron a los aurinegros en 2001, la habilitación provisoria de Sebastián Abreu que jugó solamente siete partidos en 2002 y el polémico Nacional-Villa Española de 2008, que tras una larga disputa política luego de ser suspendido, resolvieron que debía jugarse, ganó Nacional y fue decisivo para lograr el título, son solo cuatro ejemplos del nuevo escenario que se estableció.

En el terreno deportivo construyó su propia identidad a partir del proyecto de Daniel Enríquez en juveniles. Tras ganar cinco títulos en ocho años (1998-2005) generó los espacios para que empezaran a surgir los productos genuinos y reforzó la apuesta deportiva. Vendió a precios históricos (Coates a Liverpool en US$ 11 millones en 2011, después de malvender a Suárez a Groninghen en US$ 900 mil por el 90% en 2006) y generó la aureola de fábrica de juveniles, escuela de campeones y modelo de gestión.

Paralelamente, Peñarol comenzó a sucumbir porque no supo entender el final del ciclo de Damiani como presidente ni desprenderse a tiempo, en esos últimos años de decadencia física propia de la longevidad. Llegaron malas decisiones institucionales, pérdida de peso político y desconocimiento de las nuevas reglamentaciones, que no le permitieron vender a sus figuras jóvenes como Bizera, Cebolla Rodríguez y Bueno. Ese capítulo, además, marcó el enfrentamiento del titular del club con Francisco Casal –quien manejaba a los mejores jugadores del medio–. Damiani murió en 2007 y su hijo Juan Pedro decidió asumir la conducción a través de la creación de un cargo (Coordinador Institucional) para seguir al frente del club. A partir de 2009 fue electo presidente.

En ese 2009, Nacional le había sacado una década de ventaja de crecimiento, maduración y consolidación de un proyecto institucional que tuvo a Ache en primera fila y que contó con actores de lujo en diferentes etapas a nivel político y deportivo.

Desde 2008, Juan Pedro Damiani había comenzado a profesionalizar la gestión. Designó gerentes para empezar a manejar el club como una empresa, contrató a Víctor Púa (idóneo en tema de juveniles), inauguró el Centro de Alto Rendimiento para las formativas, pero falló en aspectos estratégicos en lo estrictamente futbolístico: malas decisiones del presidente con el primer equipo, echar a un entrenador por teléfono, a otro después de un clásico de verano y promover la inestabilidad en los DT que llegaban al club. Al mismo tiempo, una interna política feroz hacía que ese gigante Peñarol se autoflagelara.

Años después, entre 2015 y 2016, Peñarol inauguró su estadio y contrató al mejor jugador del Mundial de 2010. Reforzó su equipo con decenas de jugadores en cada período de pases, pero siempre terminó en un clima insostenible. No hubo entrenador campeón que se quedara y la última inquietante señal la dio Diego Forlán, que llegó a disfrutar en Peñarol y se terminó alejando, tras salir campeón y antes de finalizar su contrato.

Diciembre de 2016. Dos decenas de Campeonatos Uruguayos después de aquel 1998, Nacional y Peñarol invirtieron roles. El tricolor ganó once y los aurinegros cinco. Los albos establecieron un reinado, pero aprendieron la lección más importante, que el éxito no es eterno y las decisiones de hoy cimientan el futuro.

Los presidentes desde 1998

Dante Iocco: Asumió en el momento más crítico del club y lo encarrilló con dos títulos del Uruguayo en tres años.

Eduardo Ache: Presidente en tres períodos. Fue líder de la revolución tricolor a nivel político. Ganó cinco Uruguayos.

José L. Rodríguez: Asumió en diciembre de 2015 Atraviesa una compleja situación económica. Ganó un Uruguayo.

José Pedro Damiani: Asumió como presidente en 1993. Revirtió una adversa situación económica y deportiva. Consiguió el Quinquenio (1993-1997). Entre 1998 y 2007, cuando falleció, Peñarol ganó dos Campeonatos Uruguayos.

Juan Pedro Damiani: Profesionalizó la gestión y le dio al club un manejo de empresa, pero falló en decisiones claves con los entrenadores. Ganó tres títulos en nueve años.

El proyecto de juveniles

Opina: Daniel Enríquez
Nacional realizó a partir de 1999 un gran trabajo en juveniles que se reflejó a la larga en Primera división, porque le permitió recurrir a su cantera sin tener que salir a comprar desesperadamente y a no malvender. Al mismo tiempo se formó una identidad, tenía sus propios jugadores que habían crecido en su fábrica. Uno de los grandes aciertos fue haber elegido referentes históricos del club con un perfil para dirigir y formar a jugadores jóvenes. Así fue posible que se cimentaran los éxitos durante un largo período.

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