A Leonardo Rumbo le gusta trabajar en silencio y pasar desapercibido. “Ese es mi perfil, ese es mi estilo”, dice el gerente deportivo de River Plate, quien tiene 57 años de edad y desde sus 15 años tiene al Saroldi –donde recibió a El Observador– como su casa, en la que se desempeñó como futbolista, hincha, entrenador y en su actual cargo, al que llegó en 2004 bajo la presidencia de Juan José Tudurí.
“En ese momento (cuando comenzó como gerente deportivo) se habían ido Bengoechea y Aguirregaray y me empujaron a dirigir el primer equipo, algo que no quería, porque el proceso que me gustaba era el de formativas”, recuerda. Al tiempo, los dirigentes le ofrecieron el cargo de coordinador y fue entonces cuando tomó el lugar que aún mantiene.
Actualmente, Rumbo es el cerebro detrás del gran momento que vive River, que, con el sacrificio diario de un club en desarrollo logró potenciar en el primer equipo a jugadores formados en su cantera y consiguió buenos rendimientos en los torneos.
El presente de los del Prado no surgió por obra de la casualidad sino que es el resultado de tomar políticas institucionales. Rumbo recuerda que cuando estuvo Juan Ramón Carrasco, River aprovechó a los futbolistas de las categorías 1986 y 1987; luego, cuando dirigieron primero Eduardo Del Capellán y posteriormente Carlos María Morales, River no pudo sacar réditos de las generaciones 1989, 1990 y 1991. “Se perdió toda. No llegaron a plasmar en River y para el mundo del fútbol esos jugadores pasan a ser desconocidos. Algunos pudieron insertarse en otros equipos, pero otros quedaron en el camino”.
Esa situación marcó un punto de quiebre, que Rumbo explicó: “Traté de trasmitir en el club que si trabajamos en un proceso de captación y formación, debemos respetarlo, no apurarlo, para que los jugadores lleguen a Primera”.
El largo camino a Primera
Los entrenadores y captadores en las formativas darseneras tienen definido el biotipo de jugador que buscan y qué el club quiere potenciar, perfil que luego es requerido desde el exterior. “Buscamos jugadores de buen pie, pero hoy día la potencia y la velocidad tienen que existir en el futbolista, por la dinámica con la que se juega”.
Esa larga escalera que sube el futbolista hasta llegar a Primera tiene a diferentes maestros. Los captadores de River son Aníbal Saralegui y Pablo Cuello, que dan paso a Jorge Añón. Luego, es el turno de los técnicos de juveniles, todos con pasado en el Saroldi: Pablo Tiscornia en sub 15, Osvaldo Streccia en sub 16, Andree “Varilla” González en sub 17, Carlos María Morales en sub 19. “En ese proceso, hay exjugadores como Tiscornia que fue zaguero y que tiene algo para transmitirle a los chicos, el mismo caso de los que fueron volantes o delanteros”, explica Rumbo.
El toque final a esos futbolistas se los da Guillermo Almada cuando suben al plantel principal. Almada es el entrenador de Primera desde 2011.
El detalle más importante en la etapa de formación, está en el salto de Tercera a Primera, con todos los riesgos que implica que si se apura un jugador, se pase de horno.
“Muchas veces acá los procesos se tiene que apurar, y eso lo hablamos con Guillermo”, cuenta el gerente deportivo. “Nos pasó, por ejemplo, con Lucas Olaza. Jugamos un torneo preparación en el interior en el que había tenido un muy buen desempeño. Cuando comenzó el torneo de Primera nos tocó debutar con Nacional en el Parque Central y Lucas, en ese partido, todavía estaba haciendo ‘cáscara al palo’, y Guillermo consideró que de repente era muy apresurado empezarlo a largar en ese torneo”. En ese momento, Almada habló con el jugador para explicarle que iba a atravesar una etapa de maduración. A su tiempo, Olaza se consolidó y en el último período de pases fue transferido a Brasil.
En el día a día de Primera se plantea la pulseada de los refuerzos que quiere el DT y los juveniles que intenta promover el club. “El fin de semana la piel que corre al lado de la cancha es la de Almada y uno debe respetarlo. Pero también debemos entender que, para que él cobre su salario, yo el mío, y todos los funcionarios el suyo, se tiene que retroalimentar este sistema y debemos proyectar juveniles”, señaló.
Las ventajas del proceso
Almada lleva tres años en el club, un proceso de largo tiempo poco común en el fútbol uruguayo. Ese trabajo a largo plazo, permite proyectar el equipo del futuro. “Trabajamos con 150 chicos. Cuando empiezan a llegar a Cuarta y Quinta el embudo se empieza a achicar. Dentro de mi esquema mental trato de visualizar a la Primera de River de dentro de tres años con los jugadores que tengo en tres categorías”.
“Ahora la decisión que tomamos con Guillermo fue que teníamos que armar un columna vertebral y a los costados poner juventud y chicos con un potencial que nos nutra tanto deportivamente como económicamente”, señaló, y dejó una reflexión final: “Hoy día estar en River tiene una obligación. (Ver campeón al equipo) Interiormente es el desafío que tengo, que algún técnico y plantel logre ese objetivo, y desde una ubicación silenciosa uno sentirá el placer de haberlo logrado”.
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