Peñarol vuelve con un nudo en la garganta

El hincha de Peñarol se había ilusionado, porque a esta altura de una temporada muy difícil la mínima señal engaña y el gran triunfo del domingo ante Wanderers aún daba vuelta en las retinas,y la visita a Arsenal podía ser una buena ocasión para comenzar a recorrer un camino diferente. Despojado de sufrimientos y de esas penas que marcaron cada presencia de los aurinegros desde que arrancó la temporada 2013-2014. Parecía lógico: Arsenal está 18° entre 20 en el Final argentino, con dos triunfos en siete partidos, y sin nombres ni funcionamientos que pudieran impresionar. Incluso, porque era el rival directo para pelear el segundo lugar en el grupo 8 para clasificar a la tercera ronda de la Copa Bridgestone Libertadores. Sin embargo, alcanzaron cuatro minutos de fútbol en el estadio Julio Grondona, que Campestrini sacara desde su arco, Bizera no pudiera despejar el balón, que Castillo diera rebote tras un grueso error y Furch estableciera el 1-0. Se acabó el partido, por más que luego Peñarol intentó llegar al triunfo. Y ya no solo se acabó el partido sino que también las ilusiones de Peñarol, que matemáticamente tiene chances de avanzar, pero futbolísticamente parece haber quedado eliminado.

Lo más increíble de ese primer tiempo es que Peñarol no fue una máquina; si no el hincha no estaría sufriendo excesivamente por el rendimiento del equipo dirigido por Fossati, pero intentó desarrollar de mitad de cancha para adelante una buena propuesta, con futbolistas con buen pie que quisieron llevar al arco de los argentinos acciones de riesgos que permitieran empatar. Lo buscó por las bandas, por los dos lados, con las subidas de los carrileros Emiliano Albín y Jorge “Japo” Rodríguez, que se transformaron en dos generadores de juego y en socios de Luis Aguiar, que pretendió ser el asistente de Marcelo Zalayeta y Javier Tolero. Sin embargo, los intentos se fueron perdiendo, primero en la mano de un defensa cuando a los 17 minutos desvió un cabezazo de Albín, que el árbitro debió sancionar con penal, y luego, cuando el mismo Albín lanzó un centro que se cerró, pegó en el travesaño y salió.

Arsenal ofreció muy poco. Apenas ese increíble gol que recibió Peñarol, que al final valió tres puntos.

Peñarol se plantó con un 3-4-1-2, como suele hacerlo este equipo de Fossati, y mantuvo siempre, pese a los cambios, su defensa con tres hombres. Empezó con Bizera como libre, Valdez por derecha y Darío Rodríguez por izquierda. Con la salida de Bizera lesionado a los 4 minutos, Darío pasó de libre y Jonathan Sandoval como stopper por derecha.

De mitad de cancha para adelante, el aurinegro colocó a un volante de contención y después a futbolistas con buen pie (Aguiar, Japo Rodríguez, Hurtado), y tuvo la pelota, pero no supo hacer funcionar correctamente esos circuitos de fútbol que comenzaban a actuar pero se apagaban apenas pisaban el área.

Con el 0-1 que presionaba y la obligación de ganar, a los 68’ el técnico mandó a Pacheco por Novick y dejó un equipo sin volante de marca. No era necesario, Arsenal no tenía intenciones de inquietar en el arco rival. Le alcanzaba con cuidar ese gol de diferencia. Aguiar se paró de cinco pero más como creador que marcador. Fue más de lo mismo, o peor, porque los argentinos inquietaron con un aislado remate de Caraglio que se estrelló en el travesaño, tras aprovechar un descuido defensivo.

Pese a la voluntad del técnico y las aspiraciones de los jugadores, la buena defensa local impidió que el partido cambiara y el encuentro se cerró con la expulsión de Darío Rodríguez a los 90’ por una grosera infracción que fue el más claro reflejo de la impotencia con la que Peñarol abandonó el estadio de Arsenal, al que había llegado con la ilusión de alimentar su sueño de avanzar en la Copa y del que se volvió con un nudo en la garganta.