Peñarol tiene la fórmula de la libertad

Una combinación extraordinaria de fútbol y carácter, de juego y actitud solidaria y colectiva, bajo el manto de la convicción en la propuesta que deben desarrollar en el campo de juego, le ofrecen a Peñarol la mejor expresión que se haya visto de un equipo aurinegro en los últimos años.

Con puntos de contacto con el equipo de 2011 dirigido por Diego Aguirre, vicecampeón de la Libertadores o del que un año antes logró el Uruguayo en una remontada histórica en la Tabla Anual, este Peñarol que dirige Leonardo Ramos regala fútbol.

Por reiterativos que puedan ser los conceptos, que desde que se inició el Clausura se repiten, no dejan de perder vigencia y refuerza el andar de un equipo que encontró un funcionamiento de esos que permiten relamerse al hincha. Porque si había un rival en la recta final del torneo que podía poner en riesgo el invicto de Peñarol, era Danubio en Jardines del Hipódromo, especialmente después que en sus dos últimas presentaciones los aurinegros habían bajado la calidad de la producción futbolística pero habían encontrado en el goleador Cristian Palacios la solución para los problemas de funcionamiento que había generado algunas inquietudes en la victoria 3-2 ante Sud América y 1-0 frente a Juventud.

Danubio fue para Peñarol, si es que debía demostrar algo más este equipo, un revulsivo para refrescar la vigencia que tiene esta propuesta, que a fuerza de fútbol y de rendimientos individuales, fueron capaces de revolcar a un equipo franjeado que le planteó oposición, pero quedó lejos de pelearle el triunfo.

El juego de Peñarol, armonioso y muy bien desarrollado, con intensidad, encuentra en el campo de juego actores en sintonía con el éxito. Hay tres nombres que se tornan clave en esa columna vertebral, sin caer en la injusticia de resumirlo en tres jugadores cuando el verdadero valor de este Peñarol es el funcionamiento colectivo y la solidaridad, con el compromiso adosado como punto extra.

Sin embargo, dentro de ese rendimiento superlativo que ya habla de una realidad incuestionable, Kevin Dawson, Walter Gargano y Cristian Palacios tienen brillo propio y jerarquizan la propuesta colectiva.

El golero, porque brinda una seguridad de esas que son ajenas a los goleros de Peñarol en la última década, incluso cuando por allí pasaron figuras internacionales. El volante está mostrando nivel como en sus mejores momentos en la selección y se transforma en quien equilibra el funcionamiento y es el alma del equipo. Y el delantero está expresado en cada grito de gol y la influencia que tiene en el resultado: en las últimos cinco fechas (Danubio, Juventud, Sud América, Defensor Sporting y Rampla Juniors) firmó los triunfos con sus goles.

Entonces, cuando el equipo juega sin el Cebolla Rodríguez, Guillermo Varela –ambos llegaron en la madrugada de Europa–, ni Maxi Rodríguez –ausente por lesión–, pero encuentra una columna vertebral y un equipo sólido, definitivamente cualquier intento por acabar con el invicto de Peñarol se transforma en esfuerzos en vano. Es una topadora.

Danubio lo intentó. Buscó. Jugó de igual a igual y elevó la calidad del partido, para hacer del encuentro una gran demostración futbolística. Sin embargo, terminó en el mismo lugar que los anteriores 10 equipos. Contra el piso, sin levante, sintiendo bronca por la derrota pero tranquilidad –e impotencia– porque a este Peñarol no hay equipo en el fútbol uruguayo que pueda ponerle un freno. No extraña a los seleccionados, no sufre la seguidilla de partidos, por el contrario se potencia y hace de cada presentación la mejor demostración de fútbol. Como si solo se tratara de un juego, Peñarol descubrió la fórmula de la libertad de los límites para jugar a la pelota. Está todo dicho.