Peñarol lo ganó a puro corazón

El final mostraba un festejo casi desmedido de los hinchas de Peñarol. Le habían ganado a Progreso que lucha por no descender, pero lo festejaban con todo. Era también un aplauso para lo que mostraron los jugadores, pura entrega, puro corazón. Los grandes equipos o al menos los que buscan ser campeones, siempre tienen partidos en los que juegan mal, pero ganan. Así es este presente aurinegro.

Porque Peñarol no ganó tres puntos más. Se llevó una victoria trascendente por sus aspiraciones de pelear la Tabla Anual e inclusive, con menores posibilidades, el Clausura.

Y esta primera final de las cuatro que le quedaban la obtuvo de muchas maneras. Fue un partido que se ganó después de un clásico y cuando el afloje inconsciente se podía palpar y pese a un muy pobre arbitraje de Fernando Falce.

Lo ganó Peñarol
Primero hay que decir que de entrada se vio que el equipo del Polilla Da Silva no se encontraba en la cancha. Volvían los viejos fantasmas de fechas no tan lejanas. Sin fútbol, sin juego colectivo, con el arco de enfrente a 300 metros y sorprendido por el despliegue generoso de los jugadores de Progreso que se jugaba la vida. Entonces no se metió atrás. Carlos Barcos lo trabajó muy bien y así complicó muchísimo a los aurinegros quienes regalaron todo el primer tiempo. Demasiado.

Pero todo cambiaría en el complemento cuando a los 48 minutos fue expulsado Sebastián Píriz.

Eso sirvió como despertador para Peñarol que increíblemente con 10 comenzó a manejar más la pelota. Más allá de ello, la mitad de la cancha actuaba descoordinada ya que Novick no repetía actuaciones anteriores y a Bologna –quien salvó un par de goles– lo complicaban siempre.

Lo ganó Da Silva
Minuto 37. Da Silva le da ingreso a Mauro Fernández por Alejandro González. Aguirregaray pasó al lateral derecho y el equipo empezó a jugar con tres arriba. Cuando expulsaron a Píriz, ingresó Cristóforo por un Núñez muy apagado, para dar una mano en el medio. Y la frutilla en la torta –con un hombre de menos, pero sabiendo que había que ganar– fue colocar a Olivera por Novick a falta de 21 minutos. Entonces jugó solo con Cristóforo en el medio; se la jugó. Tal como en el clásico, el técnico demostró que anda clarito. Le salió todo bien.

Lo ganó Pacheco
¿Qué se puede escribir de Pacheco que sea novedoso? El sábado volvió a ser determinante. Empezó mal, extrañamente impreciso con la pelota. Pero con esos cambios, en el complemento fue el de sus mejores tiempos. Desbordó por derecha y le puso el gol en la cabeza a Olivera. Después, como cuando era un botija, se tiró a los pies, marcó a pie firme. Enorme.

Lo ganó Bologna
El arquero le sacó un gol a Guarteche cara a cara en el primer tiempo y en el segundo ahogó un par de gritos de gol rivales. Volvió a mostrar clase, como en el clásico.

Lo ganó Olivera
Los tres puntos fueron muy importantes para Peñarol, pero quizás, lo más trascendente fue el regreso al gol del goleador del Uruguayo, Juan Manuel Olivera. Fue el único que pudo vulnerar la notable actuación del arquero Odriozola.

Y Progreso se quedó allí, sin nada y con el descenso respirándole cerca. Peñarol fue todo actitud. Lo ganó con el corazón.