Peñarol, en la puerta del infierno

Peor no pudo ser. Por donde se mire. Porque tres jugadores del plantel de Peñarol fueron separados el sábado, previo al partido, por indisciplina (ver página 6); todo eso repercutió en el funcionamiento y rendimiento del resto del grupo que no supo disimular los nervios que generan una situación de esas características. Porque a los 14 minutos Macaluso comprometió a Juan Castillo con un pase atrás, el golero resolvió mal y Costa estableció el 1-0. Porque el golero Reyes, igual que contra Nacional, se transformó en la figura del partido y levantó en su arco una muralla. Porque a los 53’ minutos, cuando Peñarol todavía no había asimilado el golpe que significó el 2-1 de los rojos, el propio Reyes estuvo a punto de quedar en la historia por convertir un gol de arco a arco. El delantero Maidana, que empujó la pelota en la línea, evitó que Castillo pasara mayor ridículo.

Todo, sin excepciones, se alineó para que Peñarol sufriera ante Rentistas –en el partido de la tercera fecha del Apertura y en el día en el que más necesitaba reencontrarse con el triunfo porque venía de cuatro partidos sin ganar–, el peor golpe. De esos que mueven la estructura, que duelen hasta el alma.

La imagen que queda de Peñarol es la de un equipo que no supo resolver, la de un entrenador que no le encuentra el punto a su plantel, que no lo hace jugar de la forma adecuada. Esa sin dudas es la sensación que le deja al hincha el 2-3 ante Rentistas y porque en el segundo tiempo el aurinegro quiso llegar al éxito a los ponchazos antes que jugando buen fútbol. Sin embargo, también el hincha deberá reconocer, aunque le cueste, que en el primer tiempo nadie se hubiera sorprendido si los aurinegros se iban adelante en el marcador. Porque a partir del gol de Gonzalo Viera a los 27 minutos, Peñarol generó cuatro situaciones de gol, una de Silva, dos de Pacheco y una de Zalayeta, y en tres de ellas el golero de Rentistas se vistió de héroe para los rojos y verdugo del mirasol. Si no hubiera mediado Reyes, otra hubiera sido la historia. Pero el destino le había reservado a Peñarol su peor tarde del año. De esas que duelen tanto que hasta dan vergüenza.

Rentistas una vez más jugó un gran partido. El técnico Adolfo Barán demostró nuevamente el conocimiento que tiene de su plantel y la confianza de los jugadores hacia el conductor, un hecho que no es menor y que el sábado hizo la diferencia. Contra Nacional jugó con línea de tres, el sábado, con cuatro en el fondo, dos volantes que marcaron la cancha y cuatro futbolistas en clara vocación ofensiva que enloquecieron a los aurinegros. Con los aciertos del técnico, grandes rendimientos individuales (Reyes, Ithurralde, Vázquez, Costa, Maidana) y la fortuna que debe acompañar a un equipo que con escasos recursos consiguió el sábado un triunfo que araña el milagro.

Peñarol sigue sin ganar y suma un punto en nueve disputados. Peor no puede estar. Sin embargo, aunque el panorama parece aterrador y queda la sensación de que el club está en la puerta del infierno, porque así es el fútbol, no tiene términos medios, con 15 días para encontrar la mejor forma futbolística, la paz en su plantel y el compromiso de los jugadores que llegaron rodeados de grandes ilusiones, tiene todo para empezar a construir un camino diferente y volver al paraíso. Está en los jugadores. De ellos depende volver a colocar al club bajo las luces de los éxitos o mantenerlo a la sombra.