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Peñarol cortó una racha de dos años sin ganar un clásico

En un discreto partido, Peñarol mostró una parte de su repertorio en el final del primer tiempo y en el complemento, con gol de Zalayeta, encontró el camino al triunfo
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17 de enero de 2013 a las 01:21

Dos años sin ganar un partido clásico dejaban un lastre cada vez más pesado para Peñarol. Un lastre que el equipo que dirige Jorge Da Silva sufrió en carne propia en el Apertura. Incluso anoche, en la Copa Bimbo, había empezado a cargar otra vez con esa mochila, hasta que un gol de Marcelo Zalayeta derrumbó el mito que construyeron los tricolores, derribó una estadística negativa, permitió que los futbolistas lanzaran un grito de esperanza y recogieran el respaldo que el proyecto futbolístico de los aurinegros necesitaba, porque en el torneo local los clásicos adquieren un valor agregado.

El partido fue discreto. Nada diferente a lo que suelen ofrecer los primeros encuentros después de un largo receso. Con esa tónica se desarrolló buena parte del juego, que avanzó lento, anunciado y sin que ninguno le pusiera el fútbol que exigía el duelo. Porque Peñarol extrañó a Fabián Estoyanoff, que recién ingresó en el complemento y por la propuesta de Nacional, que superpobló de marcadores el mediocampo, con el mismo dibujo táctico que en el partido del Apertura, en el que la estrategia le brindó buen rédito al técnico Gustavo Díaz. Por esa razón el primer tiempo se fue con apenas cuatro remates de Nacional al arco aurinegro, y uno solo con peligro, el de Santiago Romero desde afuera del área, y con el primer tiro de Peñarol a los 32 minutos, cuando Torres probó desde afuera del área.

Sin embargo, en el final del primer tiempo, un remate de Gallegos que se estrelló en el palo dio la primera señal del camino que quería tomar Peñarol. Entonces, para el complemento, los aurinegros se animaron. Se soltaron. Tocaron, jugaron y empezaron a demostrar la superioridad futbolística que existe entre la formación de uno y otro. Fue así, que a los 55 minutos, después que Gallegos bajó el balón, el delantero marcó un golazo, con su sello.

Enseguida el técnico tricolor mandó a la cancha a Taborda y Vicente Sánchez, casi al mismo tiempo que Novick se lo perdió porque rechazaron el balón en la línea.

De ahí en más el partido fue de Peñarol, porque Nacional, entre los cambios, las dificultades que ya arrastraba para generar fútbol –al punto que su mejor hombre en ofensiva había sido el lateral izquierdo, Adrián Romero–, y los cambios que realizó el técnico, que incluyó los debut de los juveniles Pereiro y De Pena, se transformó en un equipo sin rumbo fijo. Cada uno hizo lo que pudo, mientras, los aurinegros, con el recorrido que le dio el exitoso Apertura pasado manejaron el partido.

El clásico tuvo también un instante de preocupación cuando Valdez quedó tendido en el suelo. El zaguero fue a pelear una pelota de cabeza, cuando Taborda saltó con los codos y con todo el impulso y golpeó al defensa de los mirasoles.

En los últimos minutos del juego otra vez los aurinegros tuvieron la oportunidad de ampliar diferencias, pero Juan Manuel Olivera, que fue absorbido por Lembo, falló.

Futbolísticamente el encuentro dejó un saldo negativo para los tricolores, que generaron escaso peligro en el arco defendido por Bologna y nunca encontrar el caudal de juego como para quebrar la resistencia rival, por la apuesta defensiva del técnico Gustavo Díaz.

Peñarol cumplió. Demostró que va por buen camino y que extiende el recorrido triunfal del Apertura. Sabe a lo que quiere jugar. Tiene jugadores que hacen la diferencia y un equipo que se presenta sólido en el campo. De todas formas, lo más importante fue que ganó después de dos años y seis clásicos, lo que no es un detalle menor ni un partido más para la estadística. Es cortar la racha que más duele en el fútbol uruguayo. La última victoria de los mirasoles se había registrado en la Copa del Bicentenario, el 21 de enero de 2011, cuando se impusieron 2-1. Desde entonces, Nacional había ganado cuatro partidos y empataron los otros dos. Y cambió el talante. Ahora ya nadie le puede decir que es campeón pero no puede ganarle a su eterno rival.

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