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Para no ser parte de un partido arreglado, pidió que no lo pusieran

Bruno Piano, jugador de El Tanque Sisley, contó a El Observador su historia en el fútbol chipriota. La seguridad del lugar, la belleza del mar y el problema con los turcos
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11 de enero de 2013 a las 16:59

Los busca oportunidades en el fútbol aceptan convivir y enfrentarse a culturas y vivencias deportivas totalmente distintas a las que están acostumbrados, no del todo conscientes del riesgo que pueden correr. Chipre es un país seguro, turístico y de buen pasar económico en el que Bruno Piano, actual jugador de El Tanque Sisley, pudo acoplarse socialmente, aunque en lo futbolístico vivió realidades que para él fueron más que extrañas, exponiéndose a contratos a rendimiento, mercado de apuestas y presiones de inversionistas.

Luego de pasar por algunos equipos en el fútbol uruguayo, y jugar en las ligas de Perú y de Suiza, el zaguero surgido en Danubio tuvo la oportunidad de pasar al fútbol chipriota, un destino exótico del cual tuvo que interiorizarse antes de tomar la decisión viajar: “Estando en Suiza escuchaba de Chipre porque vendían paquetes turísticos. Y me gustaba, me parecía que estaba bueno y me quedó. También tengo recuerdos de chicles en mi infancia con los que te regalaban figuritas de banderas. La que más me gustaba era la de Chipre”, expresó el jugador sobre lo primero que se le vino a la cabeza cuando le dijeron que existía la posibilidad de ir a jugar a la isla del Mediterráneo.

Con los pasajes en la mano para volverse a Uruguay tras su periplo por Suiza, Piano aceptó convivir diez días con el representante húngaro de un jugador amigo suyo, Francisco ‘Panchito’ Guerrero, que quería llevarlo a Chipre: “Me dijo que no me fuera. Que aguantara un poco más y me invitó a irme a vivir su hogar con su mujer y su hijo. Yo no hablaba alemán y el no hablaba español, entonces nos comunicábamos escribiéndonos a través del traductor de Google”.

Las ganas de permanecer en Europa y no tener nada concreto en un futuro cercano, hicieron que Piano optase por arriesgarse a quedarse allí y recalar finalmente en el fútbol de Chipre: “Al llegar me llamó mucho la atención el calor. Arribé de madrugada en verano y había cerca de 45º de sensación térmica. No me lo esperaba. Cuando me dijeron de ir allí me fije la población, el lugar y pocas cosas más. Algo del equipo a donde iba y ya está”.

Pese a no conocer nada del dialecto chipriota, muy parecido al griego, el zaguero se la rebuscó para manejarse en inglés, ya que el país tiene como principal actividad el turismo, y este idioma es manejado con frecuencia: “La necesidad te hace aprender a la fuerza. Fue algo muy positivo de la estadía aprender otros idiomas”, dijo el jugador que se animó a decir algunas palabras en griego a El Observador.

Sobre el día a día y cómo pasaba el tiempo mientras no estaba entrenando o jugando, el jugador expresó: “Yo me adapto fácil. Soy bastante simple, entonces no tuve problema. También me ayudó convivir con jugadores portugueses en el mismo edificio. Comprábamos comidas iguales a las de Uruguay, así que no tenía problema. Pasaba tiempo aprovechando para ir a las playas que están muy buenas, al igual que otros lugares turísticos”.

En su estadía en Chipre, el jugador de 35 años aprovechó para conocer más de la historia del lugar: “Ellos están marcados porque a mediados de los 70 fueron invadidos por los turcos. Embanderan sus casas con banderas griegas porque fueron los que los ayudaron. Los turcos se quedaron con un tercio del territorio al norte de la isla. Para pasar allí tenés que ir con pasaporte y todo. Y cuando entrás ves las casas con agujeros de balas y otros daños por la guerra”.

Dos cosas que le llamaron la atención al actual jugador de El Tanque Sisley, que luego de Chipre también tuvo pasajes por el fútbol chileno y el argentino, fueron la seguridad y lo bien que viven las personas: “Vivir allí está bárbaro. Luego de la invasión fueron ayudados económicamente y desde entonces se mantienen bien. No tienen problemas económicos. Nunca vi a nadie pidiendo o pasando mal en los dos años y medio que estuve. Además llevan una vida bastante lujosa. Que no les falte nada, el clima y las playas que tienen, ayuda a que estén la mayor parte del tiempo de buen humor”.

Sobre el tema de la seguridad agregó: “Es muy seguro vivir allí. Se habló durante una semana sobre un robo a una panadería. Nunca pasaba nada. Podías andar por la calle tranquilo sin preocuparte de nada. Dejabas abiertas las puertas del auto o de tu casa y no pasaba nada”.


“Pedí que no me pongan”

En el fútbol chipriota, donde los jugadores cobran a rendimiento y hay que lidiar con gerenciadores y otras yerbas, Bruno Piano vivió cosas que no vio en otros lados. En sus pasajes por APEP Pitsilia y Atromitos Yeroskipou, el zaguero tuvo que entrenar a las seis de la mañana o en horas de la noche para no sufrir el calor.

“Muchos jugadores eran portugueses y de otros países, entonces hablábamos la mayoría del tiempo en ‘portuñol’ y en inglés. Casi nada en griego porque solo dos jugadores y el entrenador eran de allí”, contó el jugador.

Los clubes funcionaban gracias a inversores, y no cumplirles tanto deportiva como profesionalmente podía traerles problemas: “Salimos a calentar y una de nuestras figuras, un delantero nigeriano, no estaba. El profesor preguntaba por él y nadie sabía que había pasado. Volvimos al vestuario y estaba entre tres matones y un ‘mafioso’ que ponía plata en el club. El técnico le dijo que pare y él le respondió que no tenía que jugar. Finalmente jugamos sin el nigeriano. Me llamó la atención porque él era la figura del equipo y el que ponía la plata decía que no juegue. Nunca pudimos saber que pasó. Todos decían cosas distintas”.

En Chipre el fútbol es el deporte más popular. Pese a la poca cantidad de población, cerca de 800 mil habitantes, los campeonatos locales están en franco ascenso, y a nivel internacional, tanto los clubes como la selección están cumpliendo de buena manera.

Según contó Piano, “La Liga está fuerte y la gente va a las canchas, que son muy parecidas al Parque Central”.

De todas maneras, el crecimiento también se ve empañado por casos de corrupción, como pasa en la mayoría de las ligas europeas.

En su primer año en APEP Pitsilia, el jugador vivió una situación inesperada. Ya con el ascenso consumado, y a un par de fechas del final, notó que algo raro pasaba: “El entrenador comenzó a sacar jugadores titulares durante las prácticas y el equipo se perfilaba para jugar con suplentes. El ambiente estaba raro. Le pregunté al entrenador que pasa y si el quería ganar. Me dio a entender que capaz que no era lo más conveniente. Cuando confirmé que todo estaba medio arreglado, pedí que no me pusieran”.

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