El diablo vuelve a caminar por el Franzini. Parece mentira, pero como en cada inicio de torneo, Defensor Sporting vuelve a sufrir. No es por la cantidad de jugadores que se negociaron, ni tampoco por alguna derrota. No, son las lesiones de gravedad las que, sistemáticamente, se producen al inicio de la actividad.
Esta vez fue el turno de Matías Malvino que, en el juego del domingo contra Liverpool, sufrió fractura de tercer metacarpo de una mano y quedó descartado para el duelo contra Peñarol.
Pero una mirada hacia atrás causa asombro. Es que, de 2010 a la fecha, el diablo parece dormir en el vestuario de la viola. El 5 de diciembre de 2010, en el último partido del Apertura, Walter Ibáñez se rompió los ligamentos cruzados. Tiempo después Robert Herrera padeció la misma lesión.
Aquella temporada tuvo además la fractura del hueso cuboides de Andrés Fleurquin y la rotura de meniscos de Danilo Asconegui. Y en un amistoso de pretemporada Mario Risso se fracturó el peroné. Para colmo de males Néstor Moiraghi se enfermó de erisipela.
En las primeras fechas del Apertura 2012 se cayó Ramón Arias por rotura de meniscos. En el torneo siguiente Maximiliano Callorda y Pablo Caballero rompieron ligamentos cruzados.
En enero de 2013 el club padeció el golpe más duro. La fractura de Nicolás Olivera, ante Olimpia por la Libertadores. Y por si fuera poco, tiempo después, padeció fractura de malar. Ahora fue el turno de Malvino. La maldición parece no tener fin.
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