Todos juntos. No importa si son de Rivera, de Durazno, de Colonia. Vinieron de todos los departamentos. Eso es lo que despierta esta
selección uruguaya: junta a todo el pueblo y así se los vio una vez más en Ñuñoa, el mismo lugar que inspiró al isabelino Omar Odriozola a escribir el himno del fútbol celeste tras la Copa América de 1926: "Uruguayos campeones".
Ñuñoa es el barrio que cobija a este histórico Estadio Nacional de Santiago que como informó Referí tuvo su momento más negro en plena dictadura. El mismo en el que se jugó un partido sin público y que duró segundos cuando se hizo aquella pantomima que Chile movió y solo convirtió un gol para dejar afuera a la Unión Soviética que tras el 0-0 en Moscú a la ida, no quiso venir a Santiago porque sabía que había presos políticos en el estadio. No había rivales cuando movieron desde la mitad de la cancha; pero había que hacer el gol. Unos días antes de ese partido que no fue, vino una delegación de FIFA y "no vio nada". Entonces fue que los trasandinos clasificaron al Mundial de Alemania 74.
A las 18.55, faltando aún bastante para que comenzara el encuentro de anoche, empezaron a gritar, a agitar unos globos blancos y se hicieron sentir. Tanto fue así que hicieron reaccionar a los chilenos que hasta ese momento habían permanecido callados en las tribunas.
Así empezó a tomar color este partido, como debe ser, en las tribunas y con aficionados que aman y sienten a su selección. Y lo fundamental en un momento tan difícil que vive el fútbol uruguayo todo debido a la violencia: no por repetido deja de ser cierto. En el hotel celeste se pudo ver a Alejandro, el papá, con Fernando, su hijo. Los dos llegaron desde San Carlos con la particularidad que el primero venía vistiendo la camiseta de Peñarol y el joven la de Nacional.
Lo mismo se repitió con dos novios que se encontraban en la tribuna celeste. Ella tenía la casaca aurinegra en la mano y su compañero la blusa alba. Eso solo se ve cuando juega la selección. Lamentablemente.
Les cortaron las banderas
Varios hinchas uruguayos que concurrieron al estadio Nacional de Santiago vivieron una situación insólita. Los carabineros, argumentando que llevaban banderas con mayores dimensiones que las permitidas, se las cortaron para dejarlos ingresar al escenario. Una actitud que generó molestias e indignación entre los uruguayos, calentando aún más el clima previo, estimulado por los medios de prensa.