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Otra prueba de poder de los barras

El último incidente en Los Aromos entre un hincha y el gerente deportivo de Peñarol llama a la reflexión sobre la fuerza que cobraron los sectores más fuertes de las hinchadas de los grandes
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29 de enero de 2013 a las 21:23

Aquella aventura que comenzó como una simple barra de aliento terminó en un grupo de personas que maneja poder.

Primero las barras de los grandes compartían la tribuna Ámsterdam. A comienzos de la década de 1990 miraban a lo lejos. Se cantaban pero no pasaba más allá de eso.

Los tiempos fueron cambiando y bastaron una serie de choques para separarlos. Fue el primer síntoma de que algo extraño se avecinaba.

Los problemas se fueron incrementando con el paso del tiempo y terminó con la separación de hinchadas hasta en los partidos de la selección.

Pero lo que pocos pudieron imaginar fue el poder que adquirieron las barras, sobre todo en los clubes grandes.

El pasado lunes se generó un nuevo problema en Los Aromos durante el entrenaniento del primer equipo de Peñarol.

Un integrante de la barra, conocido como El Chino –informó Sport 890–, se peleó con el gerente deportivo Carlos Sánchez.

¿El motivo? Llegó a oídos de algunos miembros de la barra que Sánchez había presionado al juvenil Elbio Álvarez para que se fuera a Benfica, club al que fue vendido.

Esta no es la primera vez que se generan problemas de estas características.

Los antecedentes de las pruebas de poder de los barras de ambos bandos abundan.

En enero de 2009 el plantel de Nacional regresaba de la pretemporada en Nueva Helvecia cuando el ómnibus fue abordado en la carretera.

Integrantes de la barrabrava tricolor se pusieron delante del vehículo y obligaron a detener su marcha.

Cuando bajaron los jugadores, los hinchas le reclamaron, al igual que al utilero y al gerente deportivo, Daniel Enríquez, camisetas originales para poder vender. Los amenazaron y les dijeron que la cosa se pondría más pesada si no los ayudaban.

¿A qué se debía el reclamo?

A que la directiva que presidía Ricardo Alarcón había decidido no brindar más apoyo logístico ni económico. Entradas, que venden, hablemos claro. Pero la bronca era más grande. En la web 180 se reveló que la barra de Nacional se quejaba, de que los referentes de la hinchada de Peñarol ganan alrededor de $ 40.000 por mes entre sueldo pago por la directiva y entradas que reciben de los dirigentes.

El 22 de abril de 2008 la sede de Peñarol se vio conmocionada cuando individuos identificados como barrabravas del club irrumpieron en las oficinas y pidieron reunirse con el gerente Jorge López. Exigieron “plata para el partido con Defensor. No puede ser que le den solamente a Adolfo y al Tuerto. Nosotros queremos lo nuestro”, exigieron a López. Acto seguido, y luego de algunos minutos de conversación, el gerente ordenó que se le abonara $ 20.000 a las cuatro personas, que se fueron del Palacio.

Otro hecho recordado en Nacional fue el asalto en la sede a dos personas que fueron a inscribirse en los registros sociales. El hecho indignó al presidente Alarcón.

El tiempo pasa y el poder de los barras, lejos de ser controlado, se incrementa.

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