Marcel Novic, el héroe de Peñarol

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Novick presidente: salió al rescate de Peñarol en la hora

Una heroica patriada de Marcel, que jugaba de zaguero en un equipo con 10, le dio a Peñarol un empate que le permite mantenerse arriba de Nacional
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15 de mayo de 2016 a las 21:33
Para los vikingos, el paraíso estaba reservado para quienes encontraran la muerte en el campo de batalla. Para el vikingo más uruguayo, Marcel Novick, el paraíso fue el clásico. Uno que Nacional ganaba 2-1 hasta el minuto 94 y que terminó empatado 2-2 por una patriada conquistadora del volante de ojos de príncipe y barba de guerrero.

Nacional, sin su figura Nicolás López y sin otra pieza clave como Kevin Ramírez –lesionados en la fase de cuartos de final de Libertadores que afronta el tricolor ante Boca Juniors–, tuvo hasta los últimos segundos la victoria en sus manos para darle un giro brusco a la definición del Clausura: pasar al aurinegro por un punto y también alcanzarlo en la Tabla Anual.

Pero el mérito y la ilusión se chocaron contra la fuerza del milagro. La de un equipo sin rumbo, abandonado de ideas y en inferioridad numérica –Guillermo Rodríguez fue expulsado a los 87’– que reaccionó por la rebeldía y la convicción de un 1,71 m que cruzó la cancha para saltar como un gigante y meter un gol de cabeza que no cabía ni en sus sueños.

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Nacional sumó muchos méritos para ganarlo antes. Tuvo un arranque intenso donde arrinconó a su rival generando un par de chances de gol. Al minuto Léo Gamalho cabeceó solo en el corazón del área una pelota quieta y a los 8’ Cristian Tabó tiró un centro que estuvo cerca de meterse en el segundo palo de un Gastón Guruceaga que reaccionó bien.

Cuando Peñarol zafó del asedio inicial y se hizo del control del balón, Nacional tuvo la virtud de defenderse muy bien, sobre todo con su dupla de centrales.

En el balance del primer tiempo, el aurinegro fue más. Porque Jorge Da Silva sorprendió con la posición de Federico Valverde como enganche y porque tuvo en Nahitan Nandez –bien acompañado por Matías Aguirregaray– marca, dinámica y desdoble por afuera.

Cada vez que Valverde entró en contacto con la pelota –aún custodiado por el doble cinco más fuerte del fútbol uruguayo–, Nacional se vio obligado a correr, a estirarse, a descomponer su estructura.

Y cuando el botija conectó con Diego Forlán, Peñarol sacó lo mejor de sí. Primero fue Nandez que mordió por el segundo palo un centro de Forlán. Después fue el 10 que revolcó nada menos que a Mauricio Victorino con un par de enganches en el área y cruzó un zurdazo que pasó a milímetros del palo izquierdo y del esfuerzo de Miguel Murillo de zambullirse al gol.

Todo cambió en el arranque del segundo tiempo cuando Aguirregaray cometió un penal de torpeza y Diego Polenta abrió la cuenta.

Da Silva, que venía de encontrar la llave de sus últimos triunfos en el banco, inmediatamente reaccionó con una variante sin antes ver cómo asimilaba su equipo el impacto de la desventaja.

Salió Nandez e ingresó el juvenil Diego Rossi y poco después Murillo le dejó su lugar a Hernán Novick.

Un córner de este último encontró a Aguirregaray solo en el corazón del área para estampar la igualdad con un golpe de cabeza. Un clásico del Vasquito: compensar sus errores ante Nacional con goles.

La movida de los cambios del Polilla parecía perfecta, pero un nuevo penal –este mucho más fino de Valverde sobre Leandro Barcia– le permitió a Polenta, que calcó a pura categoría su primera ejecución, poner nuevamente arriba al tricolor.

Ese fue el detonante para que Peñarol perdiera definitivamente la compostura futbolística.

Si el pelotazo a Murillo había sido un recurso dosificado junto a acciones de juego asociado, en los últimos 30’ fue la única y exclusiva vía a través de la cual el aurinegro pretendió generar peligro. El gran problema fue que el destinatario de los misiles era Rossi y su 1,70 m.

A Nacional el partido que en el primer tiempo estaba incómodo, le quedó a medida.

Victorino,Polenta y Romero fueron los dueños de las primeras pelotas que enviaba Peñarol mientras que Porras se adueñó de las segundas administrando el ritmo y el pulso del partido.

El pecado tricolor estuvo en perdonar. Sebastián Fernández falló mano a mano con Guruceaga a los 77’ y a los 87’ demoró tanto el pase a Barcia que permitió que Rodríguez lo bajara al borde del área (roja).

Solo Novick y su instinto vikingo olieron el milagro. Solo Novick vio reacción oro y carbón mientras el equipo tiraba pelotazos tristes y los líderes futbolísticos estaban escondidos detrás de las camisetas blancas.

Ya en posición de zaguero arremetió ante el robustecido dominio rival, rompió líneas y se mandó al corazón del área. Así llegó el salto inexplicable, el cabezazo milagroso y el empate insólito. Peñarol mantuvo a raya a Nacional. Con Novick como héroe .

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