Los fiscales de Homicidios de Montevideo Carlos Negro, Adriana Edelman y Mirta Morales

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Vengarse, hacer sufrir y los "nuevos códigos": fiscales cuentan cómo y por qué se asesina en Montevideo

En entrevista con El Observador, los tres fiscales de Homicidios de Montevideo analizan la compleja tarea de investigar, tratar con las víctimas y cumplir con los pasos procesales que permitan hacer justicia
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18 de diciembre de 2022 a las 05:05

De la muerte no hay que hablar. Menos de aquella que es intempestiva. Violenta. Pero hay personas, detrás de esas muertes injustas, que están encargadas de gestionarlas y meter el dedo en la llaga: investigar, preguntar, buscar a quién causó tanto dolor. Cuando lo encuentran, tienen la tarea de reunir todas las evidencias posibles y llevarlas ante un juez, que tendrá la palabra final. Meter el dedo en la llaga, al principio, puede tener su recompensa: aliviar con justicia un dolor que de todas formas será interminable.

Carlos Negro, Mirta Morales y Adriana Edelman investigan todos los homicidios cometidos en Montevideo que, a la vez, son —aproximadamente— la mitad de los que ocurren a nivel país. Si el homicidio ocurre entre el 1 y el 10 de cada mes, será el equipo de Negro quien lo investigue. Aquellos cometidos entre el 11 y el 20, son responsabilidad de la fiscal Morales. Los últimos días del mes corresponden al turno que encabeza Edelman.

Para ellos, el tema del que no hay que hablar es tema de conversación todos los días. Y, pese a que todos tienen por lo menos una década dentro de la Fiscalía, hay cosas que no los dejan de sorprender. O incluso, de poner muy nerviosos. “Los días previos a una sentencia nos cuesta dormir. Solamente pensamos en eso, nos ponemos como enfermitos. Yo a mi compañera, ellas con sus familias, todo el día hablando de lo mismo. No somos burócratas”, enfatiza Negro. “Con mi equipo cada caso lo peleamos como si fuera el último. Cuando parece que todo está perdido siempre hay alguien que arremete un poco más”, agrega Edelman.

Entre bromas, reconocen que la fiscal Edelman es la que trabaja más. Según cifras de la Fiscalía, es el turno de ella —el tercero— el que tiene más casos. También le tocó investigar las olas de homicidios más cuantiosas, aunque otras las compartió con sus colegas. Si bien no tienen una explicación científica para ello, sostienen que el mito histórico dentro de la fiscalía es que el tercer turno es el peor. “Fin de mes, falta la plata, es un cierre de ciclo y la gente se pone mal”, teorizan. Pero las últimas olas que les han tocado a los tres estuvieron encadenadas.

Los últimos homicidios, que dicen que estaban vinculados, ¿era por deuda de drogas?

Negro: Son por problemas de drogas pero también por otras cuestiones. Rivalidades territoriales o familiares, venganzas... Algunos incluso porque miró a su mujer.

Morales: Porque "me mataron a uno, entonces yo voy y mato al otro". Por demostración de fuerza...

Edelman: Creo que es mucho más rudimentario que lo que el imaginario cree.  A nivel de homicidios, se trata de grupos familiares territoriales.

¿Pero hay guerra de territorio sin haber guerra de droga?

N: El territorio está ligado a los integrantes de la banda y la banda se condiciona por la zona donde viven, que corresponden a una o dos familias. El problema es la zona. ‘No te metas en mi zona ni a traficar droga, ni a vender cosas robadas, ni a parar en el muro de la esquina con tus amigos. Ustedes son de la calle para allá y yo de la calle para acá. No te metas. Yo soy el más guapo’, ese es el discurso. Hay homicidios que arrancan con un insulto. 

E: Hay muchos homicidios que tienen que ver con cosas tan nimias como eso. ‘Me miraste mal, estás de vivo...’ Lo que antes se arreglaba a piñas en la esquina, el famoso "te corto a la salida", ahora es "te mato a balazos". 

M: Se te rompe la moto, la estás arreglando, pasa uno y se burla y eso es causal de homicidio. ‘Miraste a mi novia, le mandaste un mensaje a mi novia cuando estaba yo preso’. Eso es sentencia de muerte. A veces los mirás y pensás: no me podés estar diciendo esto. 

N: Después está la venganza. Después la venganza de la venganza y la venganza de la venganza de la venganza. Hay veces que para proteger a una víctima basta con sacarla del barrio, no hace falta llevarla a Bella Unión. 

La droga es testigo —y no niegan su vínculo— pero los motivos profundos son otros. Negro recuerda que en sus comienzos, el homicidio tenía que ver con el alcohol. “No había una sin la otra, como hoy prácticamente no existe sin droga. Pero decir que el alcohol era el causal de los homicidios es arriesgado. La sustancia incide, o por lo menos es un factor de riesgo, pero no es la única razón”, explica.

¿Hay más homicidios donde hay más bocas?

E: Tengo la impresión de que en la zona en la que se dan los homicidios se ha optado por resolver los problemas a través de la violencia. Entonces se magnifican más los homicidios en esa zona. Quizás haya más bocas en esas zonas, no lo sé. Pero sí que se resuelve el conflicto así. De repente en otro barrio, nadie se sube a una moto y sale a matar como se sale en determinados lugares de Montevideo hoy. La mayoría de los homicidios son así. Pasa uno en una moto y dispara.

Los fiscales de Homicidios de Montevideo Carlos Negro, Adriana Edelman y Mirta Morales


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No hay patrón científico en los homicidios. Ni en el grado de violencia, ni en la forma de descarte de los cuerpos, ni en prácticamente nada. Por eso es difícil sacar conclusiones.  

Quien sale a matar no es un asesino a sueldo como en las películas. En las bandas criminales, formadas por familias de pocos integrantes, cada miembro hace muchas cosas, como en una familia. “Sale a matar, pasa droga, es campana, es perro”, ilustra Negro. Si bien la recompensa puede ser poco dinero o dosis de pasta base, la mayor retribución es el prestigio: “Lo hiciste vos, ¡bien!” 

“Creo que es eso, demostrar arrojo, que sos un tipo que no te importa nada, que tenés los nuevos códigos.  Ya no se meten tanto contigo, no te van a bardear, no se meten con tu mujer, con tu madre... Esto es decepcionante hasta en lo que uno se puede llegar a imaginar”, complementa Edelman. 

A la fiscal Morales, testigos le han declarado que pueden reconocer el calibre de un arma solo por su sonido. Cuando lo escuchan sonar, la orden es clara: todos al piso. “Los homicidios son a las 2 o 3 de la tarde cuando los niños están en la calle y eso no los inhibe de pasar con una moto y, de repente, tirar”, lamenta.

Se vieron varios homicidios en los que la intención era hacer sufrir.

E: A medida que se naturaliza algo, hay que hacer algo peor.  La gente te habla de un homicidio como si te hablara de cualquier otra cosa. El otro día leíamos una declaración horrible que decía algo como: ‘Y estaba ahí, y salí, y al que le habían dado un balazo era a mi padre. Se había muerto’. ¡Con una naturalidad tan grande!

 
M: O en las autopsias, cuando aparecen plomos antiguos. O sea, ya le habían disparado varias veces antes.

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 N: Hay homicidios en calle que no son con cuchillos, que son con cortes carcelarios. ¡Con fierros! Hasta ahí llega la cultura carcelaria. ¿Para qué necesito un cuchillo si yo sé matar con un fierro?”. 


E: Antes decíamos 'pah, las cárceles no rehabilitan, ¡qué problema!  Es así, porque después de que entraron al sistema y los trataron de forma infrahumana, no se puede pretender que cuando salga trate a otro como persona. Pero ahora el problema ya no es que no rehabilita, es que recluta gente. 

N: Es que si no te reclutan vas a la calle.

E: Porque aparte cuando salís tampoco tenés otra opción. La gente dice ‘ah, ¡salen y vuelven a delinquir!’ Si no damos otra oportunidad a la gente que sale y queda en la calle sin comida y sin nada, va con quien le abra una puerta. 

M: Vos hablás con los niños y están acostumbrados a los fines de semana ir a ver al abuelo, al tío o al padre a la cárcel. Son generaciones tras generaciones. Eso empieza a naturalizarse de tal manera que es parte de la vida. Como cuando nosotros salíamos de la escuela e íbamos a jugar al campito a la pelota o íbamos a la playa. Ellos los fines de semana van a la cárcel. Para ese niño es un proceso natural en su vida. Y si encima después va a un lugar donde no tiene salida o escapatoria, tiene que sobrevivir. Y sobrevivir es eso, es ser capaz de hacer algo que dé miedo a otro. 

Sobrevivir es eso, es ser capaz de hacer algo que dé miedo a otro

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Son pocos quienes están en primera línea y lo ven todo pero, pese a eso, es un tema instalado en el debate público. Por eso, están bajo el ojo de la prensa y los políticos, para quienes la seguridad —además de ser un problema que aqueja a todos los ciudadanos— es botín electoral. 

Coinciden en que los homicidios derivados de rapiñas son los que más conmueven. Pero en la agrupación de "homicidios por drogas" hay muchísimos tipos. Desde el adicto que debía y lo ejecutaron, hasta aquel que "no está en la lucha entre bandas pero que tuvo la mala suerte de estar en ese lugar a esa hora y los atravesó una bala"ejemplifica Morales. "Lo que no se entiende es que en la medida en que todo se va naturalizando, todo se va corriendo, y va a llegar un día en que no lo vas a ver en la televisión. Le va a pasar a tu primo, a tu hermano, a tu hijo"advierte Edelman. 

El debate por la seguridad se ha politizado. ¿Cómo hacen para trabajar a pesar del discurso político partidario?

E: Hablo por mí, pero creo que también por mis compañeros. Nosotros somos profesionales fiscales, yo no me siento condicionada. El discurso de seguridad es parte del juego, pero nosotros tenemos casos concretos que tenemos que resolver. Para mí es una cosa que va en paralelo a mi trabajo.

Quizás a Morales y a Negro también les pasó en algún momento, pero en el caso de Edelman, el ministro del Interior, Luis Alberto Heber, la mencionó en el Parlamento. Fue por el caso del cuerpo desmembrado en la rambla que, según Heber, para la Policía ya estaba aclarado. Dijo que estaban reuniendo "más elementos de prueba para convencer ya no al juez, sino a la fiscal" de que allí había un caso. ¿Qué les pasa cuando figuras públicas toman sus casos para hacer política?

N: No está mal hacer política. A mí particularmente me parece que es parte del trabajo entender que, como funcionarios públicos, nuestra tarea está expuesta a la opinión pública. Tanto para la prensa como los actores políticos que expresan el sentir social de sus votantes. Es parte del juego. No me genera ninguna sensación particular, aunque obviamente que cuando se habla de un caso que uno conoce y se cometen errores porque nosotros tenemos información más precisa o exacta, uno sale y dice "no, esto no es así". En general no está bueno que seamos nosotros mismos quienes nos expresemos, pero tenemos canales institucionales para hacerlo. 

E: El tema es que uno tiene ciertas limitaciones y cosas que, por responsabilidad, no puede salir a exponer. Si yo salgo a decir lo que estoy haciendo seguramente perjudique mi investigación.  En ese momento particular, yo no sabía que Heber estaba hablando de eso y me llama un periodista y me dice 'doctora, ¿usted sabe que están diciendo esto en el Parlamento?' Le dije 'bueno, no sé, todavía no lo tengo aclarado'. 'Esto nunca se va a aclarar', me contestó el periodista (sonríe). 'Yo creo que sí, que lo voy a poder aclarar', le dije. Él no daba dos pesos por la investigación. Si yo hubiera salido en ese momento al cruce de lo que decía el ministro en el Parlamento, hubiera perjudicado la investigación que estaba haciendo.

Esa investigación terminó con la condena de dos personas por el homicidio y de una tercera por encubrimiento. 

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“Lo que dicen los políticos, o la prensa, o las redes sociales... Nada de eso me afecta como me puede afectar el dolor de una víctima”, expresa Morales. Sus colegas asienten. El nuevo Código del Proceso Penal tornó obligatorio verles las caras. “Te sentís parte de su piel”, complementa. A los tres les cuesta y repiten que no fueron formados para eso. A las víctimas ahora, en el acierto o en el error, hay que rendirles cuentas.

A nivel país, se aclara el 50% de los homicidios. ¿Esos casos que no se aclaran es por falta de tiempo o existe el crimen perfecto?

E: Hay casos que vos ya vislumbrás que no vas a tener solución. Es de noche, pasó una moto y disparó, no tenés cámaras, no tenés testigos... Es muy difícil de obtener una línea de investigación.

N: En muchos casos, todos saben quién fue. Saben que fue Titi, por poner un ejemplo. Titi ya tiene cinco homicidios encima y este es el sexto. Pero yo no puedo ir a la jueza y decirle 'todo el barrio sabe que fue Tití'. 

E: Es frustrante eso. '¿Cómo no hacen nada?', nos preguntan. Pero para eso necesito que alguien me traiga un testigo, alguna evidencia, algo...  Es parte del trabajo que hacemos explicarle eso a las víctimas. A veces nos dicen ‘¿qué necesitan? ¡si sabemos que fue él!’ Entonces un ejercicio que me gusta hacer es plantearles ‘imaginese que fuera su hijo, ¿a usted le parecería bien que su hijo fuera preso porque el barrio piensa que él es el culpable? ¿o a usted le gustaría que hubiera un juez, que escuche la declaración de uno y de otro?’ A veces la gente se indigna, y con razón, yo siempre empatizo con eso. Si fuera mi hijo yo haría lo mismo.  

N: El otro día un muchacho se presentó en una seccional diciendo ‘todo el barrio dice que yo fui el que mató a fulano y yo no fui. Estoy corriendo peligro por eso y yo no fui’.

E: Lo peor es que es así. Que corre peligro si todos piensan que fue él

M: Si fuera así significa volver a la cacería de brujas, no tiene sentido. Y nosotros no podemos formar parte de eso. 

Ven esto todos los días. Si miran para atrás en el año, ¿qué los ha sorprendido?

N: A mí una de las cosas que más me sorprende es cuando una víctima no está de acuerdo con una decisión de la Fiscalía, hablamos con él y le explicamos desde el punto de vista jurídico por qué hicimos lo que hicimos. Encontrar en la víctima, muchas veces incluso en contra a lo que piensa su abogado, que reconozca y valore el trabajo... Que entre de una forma a la entrevista y que salga de otra...  Ahí vi como la gente está mucho más preparada para entender que lo que uno piensa.  Eso me enseñó mucho. Siempre vale la pena hablar, siempre vale la pena explicar y la gente entiende. Hay que tomarse el tiempo para hacerlo, con empatía, respeto y tiempo. 

M: He tenido muchas experiencias con víctimas que entienden. También otras malas... pero también los entiendo. 

E: A mí me sorprenden las madres. Tenés que ver a las madres que vienen por sus hijos, una, dos, tres veces. Madres de víctimas y de imputados, que al final son las mismas madres. También, los casos de gente que nunca se imaginó que en su vida le iba a tocar estar del lado del imputado. Y mirarla mientras me habla y pensar 'esta mujer –porque me pasó con muchas mujeres– no debe de parar de pensar cómo tomé esta decisión en este momento'. Y le cambió la vida para siempre. Tengo dos mujeres presas que me hacen pensar que no estaban formateadas para vivir lo que la vida le deparó. Eso me sigue golpeando. Gente que en algún momento, la vida se le torció...  Hay uno que me hace pensar todo el tiempo: esta mujer no estaba diagramada para tener esta vida, o las decisiones que tomó, o lo que le tocó en el bolillero de su vida. A veces me abstraigo de lo que estoy viendo y pienso ‘cómo esta mujer gestionará que cometió ese hecho ese día’. Creo que también nos hace entrar en consciencia de que a cualquiera le puede pasar. 

M: Me pasó de víctimas que están presas, que han tenido vidas bastante vulneradas, pero es víctima. Entonces la llamás como víctima y la tratás como víctima. Y la persona no entiende. Le cuesta. Se siente sorprendida. Es terrible lo que digo, es así. Se sorprenden de que alguien se preocupe por ella, de que se vaya a hacer justicia por algo que le pasó. Es espantoso. Al principio a mí y a mi equipo nos costó ubicarnos, porque no entendíamos qué era lo que no entendía. No entendía que era un ser humano, que tenía derechos, y que había alguien, que era parte del Estado, que tenía la obligación de velar por su derecho.

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