Noruega desoye a los científicos y aprueba la minería exploratoria en aguas profundas

Desde hace diez años, decenas de países procuran acordar un código minero para fijar las reglas de una eventual explotación de estos recursos declarados "patrimonio común de la humanidad". Sin embargo, en 2021, Nauru, un pequeño estado insular del Pacífico, recurrió a una cláusula para que el código minero fuera adoptado en un periodo de dos años.

Vencido el plazo, y como el código minero sigue sin aprobarse, Noruega aprovechó el vacío legal y autorizó la minería exploratoria en aguas profundas, decepcionando a los científicos y organizaciones ambientalistas, que advierten sobre los daños irreversibles a la biodiversidad y los ecosistemas.

La minería submarina está hace décadas en el radar de mineras y gobiernos. Sin embargo, era vista como una posibilidad lejana por las limitaciones tecnológicas cuando hacia 1970 se hicieron las primeras experiencias. Hoy, los sitios de interés son evaluados con robots teledirigidos que sacan muestras del fondo y las llevan a la superficie.

La decisión de permitir la minería exploratoria en la plataforma continental de Noruega la aprobó el Parlamento por 80 votos a favor y apenas 20 en contra. El objetivo, en primera instancia, es mapear el fondo marino en la jurisdicción del país e investigar si los sulfuros y las costras de manganeso, actualmente extraídas en tierra, podrían extraerse de manera rentable del fondo marino.

El argumento del gobierno noruego, que lleva adelante un plan minero aprobado en 2020, dice que la extracción del fondo marino es necesaria para asegurar el suministro de metales como el manganeso y el cobalto, que se utilizan en la fabricación de baterías de vehículos eléctricos y otros productos electrónicos destinados a ayudar en la transición hacia una economía baja en carbono.

Sin embargo, muchos científicos y organizaciones, como el Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas, un grupo de instituciones nacionales con sede en Bruselas, afirman que el argumento es engañoso y señalan que los recursos minerales terrestres son más que suficientes para garantizar la transición a hacia las energía limpias.

Aunque la investigación sobre los impactos ecológicos de la minería en aguas profundas es limitada, los estudios están comenzando a demostrar que podría dañar a las especies del fondo marino al aplastarlas con maquinaria o asfixiarlas con columnas de sedimento levantadas por las actividades mineras. De allí que muchos gobiernos e investigadores estén reclamando una moratoria a nivel mundial.

En lo inmediato, la decisión de Noruega significa que el gobierno puede emitir permisos para que empresas y otras entidades exploren unos 281.000 kilómetros cuadrados del lecho marino. El permiso para extraer los minerales para actividades comerciales requerirá una nueva votación parlamentaria. No obstante, muchos ambientalistas ven el resultado de la decisión como una puerta de entrada a ese objetivo.

Aunque se conoce menos del 1% del suelo marino, los geólogos estiman que los fondos oceánicos representan la mayor reserva de la Tierra de muchos metales estratégicos: el 96% de las de cobalto, el 84% de las de níquel y el 79% de las de manganeso, por ejemplo. Los yacimientos se encuentran, en general, en fondos donde hay respiraderos hidrotermales activos o extintos, áreas donde abundan nódulos polimetálicos.

Los científicos noruegos están decepcionados, aunque no sorprendidos. Dicen que el gobierno ignoró sus consejos y los de la agencia ambiental del país. Además, y en respuesta a una consulta pública sobre los planes mineros del gobierno, los científicos advirtieron que se conoce muy poco sobre la biodiversidad y las funciones ecosistémicas de los sitios propuestos como para permitir que la minería avance de manera segura.

"¿Cómo podemos hacer juicios significativos sobre daños o riesgos aceptables cuando no sabemos absolutamente nada al respecto?" afirma Peter Haugan, director de políticas del Instituto de Investigación Marina de Bergen, una ciudad en la costa suroeste de Noruega rodeada de montañas y fiordos, incluido el fiordo de Sogn, el más largo y profundo del país.

Helena Hauss, ecologista marina de Centro de Investigación, Ciencia y Desarrollo (NORCE, por sus siglas en noruego), también con sede en Bergen, explica que los sitios mineros propuestos están habitados por comunidades que no se encuentran en otros lugares y sufrirán daños irreversibles. "Es difícil alinear esto con la afirmación del gobierno de que se hará de manera sostenible y responsable", afirma la experta.

Haugan, además de los fundamentos científicos para oponerse, pone de relieve dos factores. Explica que la decisión podría ser ilegal según la legislación nacional porque el gobierno carece de evidencia científica suficiente para evaluar los impactos de las futuras actividades mineras y la iniciativa no tiene licencia social. También anticipa que los grupos ecologistas iniciarán demandas por estos motivos para intentar impedir que la minería siga adelante.

A los expertos también les preocupa que el gobierno ignore el asesoramiento científico cuando se consideren solicitudes de explotación comercial, y aunque el gobierno sostiene que faltan unos 20 años para la explotación comercial, las organizaciones ambientalistas consideran que la señal de largada podría ocurrir mucho antes por la sencilla razón que las empresas que financian la exploración reclamarán licencias comerciales a cambio de sus inversiones.

Mientras tanto, a nivel internacional continúan las negociaciones sobre si se permitirá la explotación comercial del fondo marino en áreas ricas en minerales fuera de las jurisdicciones nacionales. Uno de los sitios en disputa es la llamada Zona Clarion-Clipperton, un área de 4,5 millones de kilómetros cuadrados en el Océano Pacífico oriental entre Hawaii y México.

La zona presenta la mayor concentración de nódulos polimetálicos con altísimas concentraciones de metales, como manganeso, hierro, cobre, níquel, cobalto, plomo, cinc, molibdeno, litio, titanio y niobio; y son tan abundantes en las llanuras abisales que la industria proyecta su extracción mediante dragas que podrían operar entre los 1.400 y 5.000 metros de profundidad.

Como en el caso de la plataforma continental de Noruega, país que es uno de los más firmes defensores de la minería en aguas profundas, la Zona Clarion-Clipperton también es rica en sulfuros polimetálicos y costras que contienen hierro, manganeso, níquel, cobalto, cobre y otros elementos metálicos, además de tierras raras.

"Se trata de codicia, no de necesidad, y tendrá un costo significativo para nuestro medio ambiente y para las generaciones presentes y futuras", advierte Matthew Gianni, cofundador de Deep Sea Conservation Coalition, un grupo de defensa del medioambiente con sede en Ámsterdam.

(Con información de agencias)